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La lealtad

En principio, la lealtad puede catalogarse entre las virtudes esenciales que adornan la personalidad del individuo, en relación con sus semejantes, pero a poco que profundicemos, se descubre, como casi siempre, que no es oro todo lo que reduce.

En otro orden de cosas, nos vemos abocados continuamente a elecciones irresolubles entre lealtades contrapuestas, así como al gran dilema del oportunismo, del propio interés frente a los compromisos de lealtad establecidos con otros agentes externos.
En esta tertulia se tratará de iluminar, con la luz de la razón, este complejo tema y extraer algunas conclusiones de orden práctico.
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Yack:
La lealtad es un compromiso tácito o explicito de ayuda y apoyo que se establece con una ideología, norma moral o ética, persona o grupo.
¿Es una buena estrategia la lealtad?
En principio podemos afirmar que sí, puesto que es una característica que, en mayor o menor grado, todos los seres humanos aplican y exigen a los demás. Desde el punto de vista adaptativo, la lealtad sirve a los grupos humanos para apoyarse mutuamente, facilitando la planificación a largo plazo basada y sustentada en ayuda garantizada (lealtad) por parte de determinados miembros del grupo. El político, por ejemplo, “sabe” con qué lealtades cuenta antes de lanzarse a una arriesgada maniobra política.
Sin embargo, también la lealtad posee un lado oscuro. Las bandas mafiosas, los delincuentes y en general cualquier grupo con fines antisociales, emplea la lealtad para aumentar su eficacia.
En cualquier caso, parece obvio que la lealtad resulta positiva para los intereses del grupo o de los individuos que la emplean. Entonces, ¿por qué existe la traición, el oportunismo, el egoísmo?
Como suele ocurrir con cualquier tipo de estrategia, y la lealtad lo es, no siempre es la mejor opción. A veces, puede resultar más eficaz la traición o el oportunismo, pero ¿cuándo?
Hay que tener en cuenta que la lealtad es un acuerdo de doble sentido y si bien la lealtad de los demás siempre es ventajosa, cuando somos nosotros los que tenemos que responder a los requerimientos de los demás, puede tener un coste importante. En sociedades abiertas, dónde las relaciones son variables y efímeras, la mejor estrategia puede ser el oportunismo, es decir, la lealtad condicionada al beneficio que se espera de ella.
Por el contrario, en grupos pequeños y cerrados donde todos los miembros se conocen, la lealtad suele robustecerse porque las traiciones no se olvidan y producen enemistades eternas que debilitan nuestra posición. Sin embargo, aún en estos grupos cerrados, la traición es inevitable cuando se tienen lealtades incompatibles. Por ejemplo, si se tienen dos amigos que se enfrentan entre sí, hay que tomar partido por uno de ellos y esto implica traicionar una lealtad para mantener otra. De ahí que los jefes de estos grupos (clanes familiares, equipos de fútbol, grupos de trabajo, etc.) evitan a toda costa las reyertas internas, ya que éstas pueden desencadenar una guerra intestina entre dos bandos por el efecto dominó que conlleva la elección entre lealtades incompatibles (“o estás conmigo o contra mí”).
Otro factor que robustece la lealtad es el riesgo y la sensación de peligro ante un enemigo externo. En una guerra, por ejemplo, dónde está en juego la propia vida y la subsistencia de una comunidad, la lealtad es una exigencia vital y la traición se puede pagar con la muerte.
Por el contrario en una sociedad rica, grande y democrática, como puede ser una gran ciudad de un país avanzado, las lealtades se mantienen justo hasta el momento en que dejan de ser rentables. En este ambiente, las lealtades son muy dinámicas y se adaptan a cada situación para sacar el mayor partido posible, que es de lo que se trata. No olvidemos que la lealtad sólo es una estrategia de relación cuyo único objetivo es sacar el mayor beneficio posible para el que la practica.
Para conseguir esta optimización, en la vida cotidiana establecemos lealtades de distinta solidez y duración con cada persona en función de la relevancia del vínculo que nos une a ella. Los vínculos van de menor a mayor en este orden: desconocidos, vecinos del barrio, vecinos de la propia vivienda, amigos, jefes, familia, pareja, hijos.
Como norma general, la solidez de nuestra lealtad va a depender de lo que nos juguemos al traicionarla, del castigo que esperamos recibir en pago a nuestra traición.
Aunque la lealtad, en principio, debería ser un sentimiento bilateral y simétrico no siempre es así. La lealtad, por su naturaleza de pacto para ayuda y apoyo futuro, implica obligaciones de cumplimiento para ambas partes. Sin embargo, en toda alianza basada en la lealtad, la parte más fuerte exige mayor grado de lealtad mientras que la más débil se ve obligada a aceptar un mayor grado de incumplimiento.
Entre amigos o amantes, siendo éste el caso que supuestamente debería ofrecer mayor simetría, siempre suele haber uno de ellos que “abusa” del otro, en el sentido de que lo traiciona frecuentemente mientras que exige al otro un mayor grado de cumplimiento. Este es el precio que tiene que pagar el débil por mantener una relación de amistad con el fuerte.
Frases como “eso es lo que hay…” , “yo soy así, qué le vamos a hacer…” , “pues si no te interesa búscate a otro..” o “yo no soporto las ataduras, necesito ser libre…” son algunos ejemplos de las frases que el fuerte le espeta al débil cuando éste se queja lastimosamente de haber sido traicionado.
Y cuando digo “fuerte”, quiero decir el que, por alguna razón, está en superioridad estratégica dentro de la relación, ya sea porque tiene una posición económica mejor, porque es más atractivo, más estable emocionalmente, más joven, más inteligente, tiene mayores habilidades sociales, etc. etc.
Si el débil quiere conservar la amistad o relación, tiene que pagar un precio en el terreno de la lealtad (y en otros muchos), porque de no hacerlo así, la relación se romperá al considerar el fuerte que no le compensa el esfuerzo de lealtad que se le exige, teniendo él otras opciones más satisfactorias (cambiar de pareja, por ejemplo).
En el extremo de asimetría en la relación de lealtad podemos considerar la relación jerárquica que se da en el ejército entre, por ejemplo, un sargento y un soldado. La lealtad, en este caso, debe ser total del subordinado hacia el superior, mientras que en sentido contrario apenas si existe algo que se le pueda llamar así.
Y llegados a este punto del análisis pasemos al enfoque práctico de la lealtad:
Con frecuencia, vemos a personas que se quejan amargamente de traiciones por parte de amigos, familiares, instituciones, etc. y eso las hace desgraciadas, llegando a creer que son víctimas de una conspiración mundial contra su persona.
En tales casos, ayuda mucho tener en cuenta que lo que cuenta en las relaciones no es la lealtad, sino el poder. Y que si se sufren deslealtades sólo se debe a que no se proporciona a los demás un incentivo suficientemente fuerte para mantener sus lealtades para con nosotros.
Nuestros semejantes sólo nos serán leales, en la medida que valoren como positiva su relación con nosotros. Y más que centrarnos en una exigencia continua y agobiante de lealtad, debemos concentrar nuestros esfuerzos en convertirnos en una opción atractiva para los demás. Sólo desde esa perspectiva, podemos exigir (o más exactamente obtener) la lealtad de los demás.
No basta con ofrecerles nuestra lealtad incondicional. Ésta tiene un valor indudable, pero el valor de nuestra lealtad sólo será un coeficiente multiplicador sobre el valor intrínseco que nuestra persona tiene para ellos. Si no valemos nada o muy poco para una persona, no tendremos su lealtad y si insistimos en exigírsela, perderemos la relación.
De ahí se explica el hecho de que los poderosos son raramente traicionados y en cambio los débiles viven en una perpetua traición por parte de los demás.
En resumen, no demos a la lealtad de los demás más valor del que tiene: un acuerdo estratégico de mutua ayuda y apoyo que será tan robusto como el interés que nuestra persona tenga para ellos.
Si deseamos las lealtades de los demás, antes que intentar comprarla con la nuestra (que también tiene su indudable valor) trabajemos para resultar imprescindibles a los demás y la lealtad vendrá por sí sola. ¿Y cómo ser imprescindibles?
Sencillamente haciéndolos felices o haciéndoles creer, al menos, que representamos una excelente oportunidad para que lleguen a serlo. Al final toda nuestra vida social se reduce a intercambiar satisfacción u oportunidades de conseguirla. Hagámonos expertos en proporcionar satisfacción a los demás y, como recompensa, podremos contar con su lealtad para buscar nuestra propia satisfacción. 

Y por favor, ¡no vuelva a exigirle a nadie lealtad! Sólo conseguirá darle motivos para alejarse de usted.

Ofrézcale placer y comerá en su mano.

9 comentarios:

  1. Anónimo18:12

    Hola Yack

    Encuentro excelente tu reflexión, no se que podría agregar yo, o reflexionar. Por que esta muy completo.

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    Un tema a parte es que me gustaría que supieras si es que no lo sabes. Es que existen métodos para tener un mejor posicionamiento web, para que obtengas mas visitas en tu blog. Y lo lean mas personas. Esto se llama SEO (Search Engine Optimization)

    Te aconsejo estos artículos

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    by Writkas

    Saludos

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  2. Gracias por tu opinión y por tu recomendación. Leeré esos textos.

    Hablando de recomendaciones, se me ocurre esta: Para evitar errores ortográficos, yo siempre escribo los post en Word y cuando ya están ok los copio al portapapeles y los pego en la ventana correspondiente, dentro del navegador. Lleva poco trabajo y evito cometer más errores de los imprescindibles.

    Saludos cordiales.

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  3. Esa parte "oscura" que dices no se refiere a la lealtad como virtud sino que es fruto de un chantaje psicológico, una presión. Por lo tanto no se puede hablar de lealtad en esos casos que mas bien suenan a complicidad o miedo. la lealtad es una actitud libre y a voluntad.

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    1. Anónimo19:35

      De acuerdo contigo, mientras leía me daba cuenta que no se trataba de lealtad en sí, por definición. Hubiera sido útil comenzar con las definiciones existentes y la evolución del concepto a través de los años.

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  4. En teoría, la lealtad es una actitud de apoyo incondicional pura y generosa hacia los demás.

    Pero toda conducta humana obedece necesariamente a un interés. Más allá de las definiciones, hay que buscar las razones profundas de nuestras actitudes para comprenderlas y sacar conclusiones útiles que nos ayuden a gestionarlas con eficiencia.

    Lo que ocurre es que tenemos dos versiones de lealtad: la que nos gustaría que los demás tuvieran hacia nosotros, que debería ser incondicional y eterna y la nuestra hacia los demás que estaría condicionada a nuestros intereses personales, entre los que se contaría el miedo a las represalias por incumplimiento nuestro. Prueba a defraudar la confianza de un amigo y verás lo que dura su lealtad.

    La explicación que yo he dado pretende abarcar ambos enfoques y explica la raíz adaptativa y profunda de esta actitud social.

    Saludos.

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  5. Me ha parecido muy interesante Yack. Siempre he considerado la lealtad como virtud esencial, incluso valoro a las personas en función de ella. Entiendo que es un toma-y-daca como bien dices, un acuerdo de doble sentido, un baile de intereses con el castigo y el beneficio como actores de balanza. Pero, a veces, cuando encuentras esa lealtad sin condiciones que te une a alguien, que se cimienta en una compatibilidad de valores fundamentales comunes donde no hay reproches ni exigencias porque se entregan por sí solas de forma incondicional, en esa ocasión, la satisfacción y gratitud no tiene límites. Obviamente se deberá a una oferta atractiva mutua pero tiene gracia cuando esa lealtad se mantiene intacta a pesar de la distancia o el tiempo sin hablar. Es placer sin comida en manos y he de reconocer que escasea.
    Gracias por el texto!

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  6. Así es. Creo que estamos de acuerdo en todo. Sin duda que es muy agradable encontrar un alma gemela en la que no aparezca atisbo de interés ni de exigencia, sino deseo de entrega y generosidad.

    Pero si por tu parte no ofreces otro tanto, pronto verás cambiar la conducta generosa de tu alma gemela.

    Es más, con el paso del tiempo, y sin saber por qué, esa relación se irá deteriorando en la mayoría de los casos y finalmente decaerá en una relación odiosa, basada en el desprecio y en la exigencia constante.

    Lo importante es no dar pie a que eso ocurra, mediante una sutil y constante gestión basada en el toma y daca, pero sin que llegue a notarse, sin expresarla explicita o verbalmente.

    Eso, como tantas otras habilidades humanas es un arte que no se enseña en las escuelas, y que depende de la educación que recibiste, de tu experiencia vital y de la inteligencia emocional que te permita interpretar toda esa información adecuadamente en base al objetivo de conservar esa mágica relación.

    Espero que sea tu caso. Saludos cordiales.

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  7. Cómo damos ese placer al otro, para conseguir la lealtad?

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    Respuestas
    1. Esta es una pregunta muy difícil porque depende de lo que el otro desee, y de lo que tú puedas y quieras darle.

      Como norma, dedica un tiempo diario a pensar qué podrías hacer para complacerlo, para proporcionarle pequeñas satisfacciones, procurando que representen una sorpresa y que no le fatiguen.

      Es decir, hay que dosificar los caramelos emocionales para que no resulten empalagosos, y asegurarnos de que supongan una novedad, en el sabor y en la presentación.

      Y, por supuesto, dáselos cuando tú creas que se lo merece y nunca cuando te los exija.

      Saludos.

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