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¿Existe el Mal?

En los tiempos en que se creía que la ética emanaba de la divinidad, se llegó a identificar el bien y el mal con seres espirituales que inducían al hombre a practicar el mal o el bien.

Con la proclama de Darwin se pudo abordar el problema del mal y del bien desde una óptica totalmente nueva, en la que, por primera vez, se podía prescindir de la divinidad y de toda la fauna celestial, para explicar el comportamiento de los seres vivos y la conducta ética de los primates, en especial la del homo sapiens.

Desde este nuevo enfoque darwinista, presidido por la razón, sólo existen diferentes estrategias de supervivencia. El egoísmo contra el altruismo, la aniquilación del enemigo frente a la colaboración con él, el eterno e inestable equilibrio entre los oportunistas y los colaboracionistas.

Sin embargo, más de la mitad de las sociedades civilizadas y la práctica totalidad del resto, siguen creyendo en la arcaica visión de la ética, en la lucha del bien y del mal, en los demonios y en los ángeles, en la ética cómo ectoplasma que flota en alguna región misteriosa e inaccesible de la realidad, a medio camino entre la tierra y el cielo. Y todo ello porque nadie les explicó en el colegio lo que significó la revolución darwinista y en su lugar se les impartió la visión mágica de la realidad que patrocinan las religiones.

En esta tertulia se tratarán todos estos temas y algunos otros que surjan en el calor del debate.

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Experimento de la carcel de Stanford (Maldad por situacion)
por raulespert

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Yack:

Empecemos por definir el Mal y el Bien desde el nivel más bajo y universal, que afecta tanto a los hombres como al resto de los animales:

El mal es todo aquello que nos hace daño, que nos produce sufrimiento, que de alguna manera compromete nuestro futuro.

El bien, su concepto antagónico, es todo aquello que nos produce satisfacción, que refuerza nuestra integridad y que favorece y asegura nuestro futuro.

En resumen, el mal es todo aquello que nos daña a corto, medio o largo plazo.

Subamos ahora un peldaño en la escala de la comprensión, localizando su origen, que es la mejor manera de evitarlo o al menos de mitigarlo. El niño pequeño comienza su actividad cognoscitiva dividiendo el mundo que lo rodea en dos categorías primordiales: elementos y eventos “malos” y “buenos” a fin de evitar unos y buscar los otros.

En relación con el origen del mal, podemos identificar dos fuentes:

Natural, que es el que se refiere a causas no humanas, tales como cataclismos naturales, clima, epidemias, etc. sobre el que, en general, se tiene poco o ningún control.

Humano, generado por las decisiones de los seres humanos, tales como las guerras, la agresión, el engaño, la traición, etc. Sobre este tipo de mal se suele tener mayor control.

Para enfrentarse al mal natural (hecatombes, plagas, etc.) los niños acuden a sus padres y los adultos creyentes recurren a los dioses a los que consideran su causa eficiente o, al menos, el remedio de tales males. A medida que el niño crece o las sociedades humanas evolucionan, van dejando de lado los remedios basados en la fe y avanzan hacia otro tipo de soluciones sustentadas en una mejor comprensión del universo y las leyes que lo rigen.

Para luchar contra el mal de origen humano (guerras, traición, egoísmo, etc.), ponemos a contribución nuestras habilidades, experiencia e inteligencia social a fin de desarrollar estrategias eficaces para imponer y defender nuestros intereses frente a los de los demás.
Llegados a este punto, podemos dar un paso más e intentar objetivar con mayor profundidad el Mal como concepto:

La primera constatación que haremos en esta dirección será la de que un determinado mal puede ser, al mismo tiempo, un bien, según los posicionamientos de los individuos cuyos intereses están en juego.

Un guepardo localiza a una cría de antílope, la persigue y la mata. Para el guepardo ese acto es un bien que le permite continuar su vida y la de su prole, pero para el antílope es una desgracia porque ha perdido la posibilidad de trasmitir sus genes y con ello seguir uno de sus instintos más profundos, vinculado al bien supremo de la especie: perdurar en el tiempo.

Pero en el plano humano, también se dan casos de antagonismo entre el bien y el mal, llegando a ser, en algunos casos, las dos caras de un mismo acontecimiento.

En una empresa se destituye al jefe del departamento y se nombra a otro en su lugar. Para el cesante el cambio en la jefatura es un mal, pero para el ascendido, es un bien, en cuanto que representa una oportunidad de prosperar en la escala social y económica.

En una guerra tribal por el dominio de un enclave importante, como un pozo de agua, el grupo vencedor mata a sus enemigos varones para acabar con el riesgo que representan, se apropian de las mujeres para utilizarlas como concubinas y convierten a los niños en esclavos y, todo eso es un bien. Para la tribu derrotada, es un mal y por las mismas razones.

Un último ejemplo incruento: Dos varones aman apasionadamente a una mujer, pero por razones obvias, sólo uno de ellos puede acceder a su amor. Ella se decide por uno de los dos y con ese acto de elección ha generado automática e inevitablemente un bien y un mal. Puede incluso que el derrotado llegue al suicidio o, peor aún, al asesinato de su rival por celos y hasta de la mujer amada por despecho.

Entonces, y teniendo en cuenta todos estos ejemplos, ¿puede definirse el bien o el mal en términos absolutos? ¿Puede elaborarse un criterio que establezca lo que es intrínseca y universalmente bueno o malo? Evidentemente no. El azúcar, por ejemplo, puede ser mala para un diabético, pero buena para un individuo sano que no sufra obesidad.

Pero centrándonos en el bien moral, que suele ser el objeto de interés en los debates sobre el bien y el mal, veremos que sólo se da, con ciertas excepciones como la de los antagonismos (competencia amatoria), en el seno de grupos humanos con coherencia interna (tribus, países, confederaciones, etc.).

Los seres humanos son animales sociales, como la mayoría de los primates y en eso basan su supremacía en el planeta. Gracias a compartir conocimientos y proyectos, pueden ascender continuamente en la escala de la eficiencia en un entorno hostil.

Pero para poder vivir en sociedad de forma productiva y beneficiarse de ello, es necesario renunciar a una buena ración de egoísmo individual a favor de los intereses de los demás. Para hacerlo posible se establecen unas leyes de simetría en el comportamiento del grupo (buenas maneras, leyes, etc.) que garantiza una convivencia pacífica y fluida.

Preceptos como los de no mentir, no robar, cumplir los propios compromisos, ser leal, no traicionar a los demás, etc. son necesarios para la convivencia pacífica y productiva y el individuo que los incumple, es repudiado y castigado por la comunidad. En algunos casos se ha intentado expresar todo esto, de manera excesivamente simplificada, mediante la frase “trata a los demás como quieres ser tratado”.

Desde el punto de vista moral, podría identificarse el bien con ese conjunto de normas de aplicación general que definen los límites entre el interés del individuo (egoísmo) y el interés de la comunidad (altruismo).

Pero esa moral colectiva, que podemos identificar con el bien moral, sólo funciona para y entre los individuos del grupo. Las tribus y grupos enemigos y rivales no entran dentro de ese paraguas moral, sino que quedan expuesto a los sentimientos más negativos de odio, agresión, rencor, etc. Al estar fuera del grupo, representan un peligro potencial y, por ello, la norma moral con respecto a ellos es la de aniquilarlos e infringirles el mayor daño posible, porque de no ser así, un grupo de individuos “bienintencionados” quedaría a merced de cualquier otro grupo oportunista que no compartiera su generosa “moral de ámbito universal”.

Este mecanismo funcionaba con eficacia en tiempos remotos, en los que la especie humana estaba fragmentada en pequeños grupos o tribus con intereses enfrentados, y en perpetua lucha por los escasos recursos. Las tribus más agresivas, imponían su dominio a las más pacificas y para hacer frente a esa situación, por fuerza hubo de imponerse un modelo en el que las leyes morales solo son de aplicación a los miembros del propio grupo. Si existió algún grupo que cayó en el error de profesar una moral de ámbito universal, hubo de desaparecer sin dejar rastro.
De hecho, las neuronas espejo, base neurológica de la ética, producen en el individuo que presencia el sufrimiento de un semejante, una emoción equivalente, aunque de menor cuantía, en función de la relación que le une con él (desconocido, amigo, familiar, hijo, etc.).

Sin embargo, cuando nos encontramos ante un enemigo o rival, esas células espejo invierten su efecto hasta el punto de que el sufrimiento ajeno produce en nosotros placer y es precisamente esa inversión en la que se basa el éxito de muchas películas de violencia que, mediante un argumento astutamente configurado, nos hacen odiar a algunos de los personajes y luego nos proporcionan la satisfacción de verlos sufrir y morir.

Con el avance de la civilización, los grupos humanos se hicieron cada vez mayores hasta alcanzar cifras de millones de individuos. Con el desarrollo de los sistemas de comunicación avanzados (escritura, telefonía, Internet, etc.), los grupos mayores podían mantenerse sintonizados y obtenían más ventajas al poder generar y compartir más conocimientos y avanzar más rápidamente en la comprensión del entorno. Además resultaban menos vulnerables, por el simple hecho de ser mayores que sus potenciales depredadores, aunque estos fueran más agresivos, siguiendo la solución que adoptan los grandes herbívoros como los elefantes. Esta inversión de la situación estratégica, en la que los grupos sociales de mayor tamaño resultaban más seguros que los más pequeños, por muy agresivos que estos fueran, comenzó a inclinar la balanza hacia los modelos de convivencia pacífica basados en la generosidad y el altruismo, necesario para mantener la cohesión de grupos de gran tamaño.

Pero para mantener la colaboración entre seres humanos que no se conocen personalmente, clave biológica de la activación del mecanismo de colaboración, hubo que crear una “supermoral “ que funcionase como un modelo del bien de ámbito universal. Desde este posicionamiento, el hombre, por el simple hecho de serlo, se consideraba miembro de pleno derecho de una supertribu de ámbito planetario, y por tanto, merecedor de un trato digno y beneficioso para sus intereses personales(derechos humanos).

Aunque esta supermoral (ama a los demás como a ti mismo) dé buen resultado para configurar supertribus de tamaño prácticamente ilimitado, debe tener sus límites. Mientras que persistan comunidades agresivas, hay que mantener las fronteras morales y físicas, porque si estalla una situación bélica, como ocurrió en la no tan lejana Segunda Guerra Mundial, hay que volver a la moral relativista y antagónica: Los nuestros sí, pero los enemigos, no. El mal de mi enemigo es mí bien y el bien de mi enemigo es mí mal.

Si algún día se llega a configurar una supertribu mundial, se podrá hablar del bien moral en términos casi absolutos, en el sentido de que las leyes morales podrán ser aplicadas automáticamente a cualquier ser humano que habite sobre el planeta.
Ni que decir tiene, que cualquier alienígena que aterrizara en nuestro planeta, debería ser evaluado cuidadosamente, en cuanto a sus intenciones, antes de englobarlo o no en nuestra esfera moral humana.

Añadiremos por último, que dentro del conjunto de normas éticas comúnmente aceptadas que maneja una comunidad, existen subdivisiones de todo tipo, que forman subgrupos o comunidades virtuales englobadas unas dentro de otras.

Así por ejemplo, dos individuos de una misma comunidad pueden enfrentarse por pertenecer a equipos de futbol rivales, comulgar con ideas políticas enfrentadas, pertenecer a clases sociales diferentes, etc. Las relaciones entre grupos rivales, de cualquier naturaleza, pueden deformar y tensionar el modelo moral general hasta el punto de llegar a infracciones tan graves como el asesinato. Desde las guerras civiles entre grupos ideológicos enfrentados dentro de un mismo país, hasta los asesinatos esporádicos de hinchas de un equipo de futbol a manos de extremistas del equipo rival, la convivencia está llena de ejemplos de modelos morales autónomos englobados en el modelo general aunque no siempre compatibles con él.

Pero para mantener vivo y operativo el gran acuerdo de convivencia social de una comunidad nacional o supranacional, como la Unión Europea, debe existir una ley común que se aplica disuasoriamente sobre los individuos que la incumplen, sin importar las razones morales subgrupales que les han inducido a cometerlas.

En cuanto la ley general se deja de aplicar, las diferencias y la agresividad entre subgrupos virtuales puede poner en peligro el gran pacto de convivencia que mantiene a la comunidad en funcionamiento y degenerar hacia la anarquía o la guerra civil.

Cabe señalar finalmente, que cuando un miembro de un subgrupo ideológico ataca brutalmente a un miembro de un subgrupo rival, la grave infracción es tolerada cuando no ensalzada por el resto de miembros, en base a la interpretación del hecho desde la óptima moral partidista que informa a ese grupo.



4 comentarios:

  1. Mi opinión personal es que se debe respetar a los humanos después a las culturas. Da lo mismo cual sea.

    Y casi siempre no hay bien sin mal, así que no deberíamos, nosotros los humanos, hacer esa separación tan grande que es el bien y el mal.

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    Esta un poco pesado el sitio para los que tienen conexión lenta.

    saludos

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  2. Tienes razón, pero el respeto debe ser mutuo. Una de las mayores diferencias entre las culturas está en que unas respetan los derechos humanos y otras no.
    El buenismo está bien, pero tiene que ser compatible con la realidad para que de buenos resultados.
    Saludos.

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  3. Este tema se desarrolla en el ámbito moral,psicológico y ético sobre las conductas sociales humanas¿cierto?.
    La pregunta es:¿cómo carajos la evolución fisico-quimica de las células pudo crear o generar un ser tan coomplejo y especial cómo un humano?.
    Cómo se involucra lo ético y moral con lo fisiológico?

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  4. Las explicación detallada todavía no está a nuestro alcance porque es de una complejidad inabarcable.

    Pero si los datos te dicen que existen millones de especies con diferentes grados de complejidad, desde la bacteria hasta el hombre, y que la única explicación plausible es la evolución darwiniana, tenemos que aceptarla mientras no dispongamos de otra mejor, entre otras razones porque puede ser correcta.

    La ética y la moral solo son estrategias para optimizar nuestras relaciones sociales, y las necesitamos porque somos animales gregarios y ahí reside nuestra fuerza y nuestra prosperidad.

    Yo veo la ética y la moral como modelos de comportamiento, equivalentes a los de la búsqueda de alimento o de seguridad pero enfocados específicamente a la convivencia productiva.

    Saludos.

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