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Cuál es la esencia de la democracia

Se da por verdad incuestionable que el sistema democrático es la forma de gobierno más avanzada y justa, hasta el punto de que en la actualidad cualquier sistema de gobierno debe ostentar en algún lugar bien visible el marchamo de “democrático”.

Salvo las dictaduras comunistas, que poseen su propia etiqueta de legitimidad, basada en el concepto de revolución proletaria, no existe en la práctica modelos alternativos a los sistemas democráticos, si bien es cierto que la pureza de esa propiedad intangible que es la “democracia” puede variar en un amplio espectro, en función de los intereses y creencias de quien la juzgue, la disfrute, o la padezca.

En esta ocasión intentaremos llegar hasta el núcleo mismo del concepto de democracia, por el procedimiento de despojarla de todos sus adornos retóricos hasta quedarnos con su esencia última. Si lo conseguimos, tal vez lleguemos a comprender qué es la auténtica democracia, como funciona, cuáles son sus debilidades, sus fortalezas, y cuales sus peores enemigos.




Es posible reconfigurar todo el sistema democrático a nuestro gusto con sólo votar a los partidos que incluyen en sus programa las reformas que queremos. Pero si votamos a los partidos mayoritarios que no las incluyen, no debemos quejarnos. Los resultados electorales ponen de manifiesto lo que hacemos y eso es lo que tenemos.


Yack:

El homo sapiens es una estirpe de los primates y, como tal, vive en grupos sociales muy jerarquizados. La organización jerárquica supone, en último término, que unos mandan y otros obedecen porque de no ser así, de no haber jerarquía, sería imposible organizar y coordinar un grupo numeroso de monos egoístas y agresivos.

Pero aquí surge el primer problema grave: a todos nos gusta mandar y a nadie le gusta obedecer y, sin embargo, la organización social está fundada en la obediencia sistemática. Empezamos obedeciendo a nuestros padres, y continuamos obedeciendo a nuestros hermanos mayores, a los adultos, a los maestros, a los jefes, a las autoridades, a los médicos, a los políticos, etc. etc.

Entonces, ¿esta aparente contradicción (estamos programados para obedecer y aborrecemos obedecer), podría interpretarse como un error de diseño en el que hubiese incurrido la Naturaleza?

En modo alguno, dado que, por definición, la Naturaleza no comete errores de este calibre, por lo que habremos de suponer que el error está en nuestro análisis apresurado.
¿Por qué hemos sido diseñados para obedecer siendo el caso que nos gusta mandar?

La explicación es que para colocarse en posición de mandar, primero hay que desarrollar las propias capacidades y habilidades hasta el límite de nuestras posibilidades y ese estimulo permanente nos mejora como individuos y favorece el progreso de la especie.  

Sólo los mejor cualificados para mandar consiguen alcanzar la cúspide del poder mediante una agotadora carrera de obstáculos y, si finalmente llegan a la meta en los puestos de cabeza, reciben como premio el poder y también una amplia panoplia de bienes y dones terrenales: riqueza, confort, sexo, admiración, respeto, etc.

Bien, si esto es así, y lo es, nos encontramos con un grupo de homo sapiens organizados en torno a un sistema jerárquico en continua renovación, basado en una mezcla variable de poder físico y de inteligencia social.

En la antigüedad, la agresividad apoyada por la fuerza física y, sobre todo por la inteligencia social (talento para la conspiración y el control de grupos), eran las bazas principales para alcanzar el poder y perpetuarse en él. Este modelo se basaba en cohesionar en torno al líder a un pequeño grupo dirigente y mantener aterrorizados a los súbditos para que no cayeran en la tentación de conspirar contra el líder y su grupo.

Sin embargo, a medida que la sociedad se fue complejizando, fragilizando y enriqueciendo gracias a los avances tecnológicos, los sistemas políticos basados en el terror y en los castigos brutales fue perdiendo fuerza en favor de sistemas menos violentos y agresivos.

La población se hizo tan numerosa y extensa que fue necesario delegar el poder y esa delegación debilitaba al poder mismo, al facilitar las revueltas organizadas desde la periferia.

Una mejora importante, tendente a reducir el costo social de la violencia intraespecifica, fue asociar los derechos de sucesión a la legitimidad de la sangre, lo que impedía, o reducía, las sangrientas guerras civiles que generaba la lucha por el poder.  Este método dio tan buenos resultado que todavía se sigue aplicando en algunos países avanzados, aunque debidamente  “democratizado”, bajo la forma de monarquías parlamentarias.

La última invención en este terreno ha sido el sistema de gobierno democrático, basado en un conjunto de normas muy precisas que especifican la estructura de la organización jerárquica y, más importante aún, el protocolo por el que se puede acceder al poder supremo. Y todo ello auspiciado por una puesta en escena muy convincente, dirigida a escenificar el hecho de que es el grupo social en su conjunto, representado por cada uno de sus miembros, quien elige libre y conscientemente a sus mandatarios mediante sufragio universal.

La principal bondad de este método reside, en teoría al menos, en que si los gobernantes elegidos no cumplen sus promesas o no hacen bien su trabajo, los administrados (votantes) tienen la opción de “castigarlos”, sustituyéndolos por otros, cada cierto tiempo (elecciones).

Otra ventaja del sistema democrático es que, sobre el papel, todos los miembros del grupo tienen la oportunidad de acceder al poder supremo. Esta expectativa genera un amplio grupo de aspirantes al poder (los llamados “políticos”) que viven de la política (o más exactamente de los administrados). Y, dado que no tienen otro medio de ganarse el sustento, están muy interesados en mantener a toda costa la estructura democrática, ante un pueblo iletrado en política y en otras muchas cuestiones que, si es capaz de creer en la vida eterna después de la muerte, puede creer casi cualquier cosa que se le cuente. El colectivo iletrado, incapacitado genéticamente para autogobernarse, debe subvencionar el costoso criadero donde medra la casta política. O al menos esa es la idea que subyace a los sistemas democráticos.

Pero la idea más sólida sobre la que se apoya el sistema de gobierno democrático es la de que no hay ninguna otra alternativa mejor. Es costosa, si, pero una guerra civil es mucho más costosa y una dictadura inaceptable, en especial para los políticos, que verían frustradas sus aspiraciones de llegar algún día a mandar, a ser los jefes, los monos alfa de la tribu.

La casta política lo sabe bien y utiliza la amenaza real de la guerra civil y de la dictadura para dar cobertura a un colectivo privilegiado, que acoge a todos aquellos miembros del grupo que poseen “dotes de mando” y que, por tanto, se pasarán la vida empleando se talento en conspirar contra el poder establecido sin importarles que su actividad acabe en una guerra civil o en el mejor de los casos en una degradación de la convivencia y de la productividad económica del grupo social que les da cobijo.

Pero si el conjunto de la ciudadanía accede a financiar generosamente sus actividades políticas (y no políticas), la sociedad puede disponer de un sistema de gobierno pacifico, en el que los políticos se alternan en el poder dentro de un orden establecido por ellos mismos, que les interesa respetar a cambio de los beneficios que reciben mientras el sistema se mantenga estable. Si ese orden democrático degenera en guerra civil, tal vez algunos políticos logren alcanzar el poder, pero lo más probable es que sean pasados a cuchillo por las masas enardecidas y liberadas momentáneamente de la coerción benéfica del poder.

Y visto lo visto, hemos de admitir que, nos guste o no, somos monos egoístas y jerárquicos que necesitamos jefes que nos digan lo que tenemos y no tenemos que hacer. También hay que admitir que a lo mejor que podemos aspirar es a un sistema de gobierno democrático aunque resulte caro de mantener. Y, por último, sólo nos queda proporcionar algunas recetas fáciles de aplicar, sobre cómo deberíamos comportarnos para sacar el mayor beneficio de un sistema de gobierno tan oneroso de mantener.

Por desgracia, no basta con tener y pagar un sistema democrático para obtener beneficio de él. La preparación del usuario y la forma en que lo usa es crucial. Sería como adquirir un costoso ordenador y no saberlo usar. Tiempo y dinero perdido.

Entonces, ¿Cuáles son las normas de uso de ese complejo y costoso mecanismo que llamamos gobierno democrático?

La buena noticia es que sólo hay que tener tres ideas claras para sacarle todo el rendimiento. La mala noticia es que la mayoría de ciudadanos no saben, ni quieren saber, y menos aún aplicar esas tres ideas simples, dedicándose en su lugar a intentar sabotear el sistema en su beneficio, ya sea material o emocional. Al final, la racionalidad es derrotada por las emociones, y ninguna emoción es más placentera para un homo sapiens que hacerle daño a los miembros del grupo rival.

Pero entremos ya en esas tres sencillas normas:

En las elecciones, debe leerse todos los programas de los partidos que concurren a las urnas y votar por aquel que más se acerque a lo que desearíamos. 

No hay que caer en el error de votar al partido menos malo que tiene posibilidades de ganar, porque si así lo hacemos, estamos validando y perpetuando en el poder a un partido y a un programa con el que estamos en desacuerdo.

Si votamos a un programa y a un partido minoritario, nuestro voto no se desaprovechará porque estará indicando a los políticos lo que quieren sus votantes y eso hará que se muevan hacia ese punto. Utilicemos nuestros votos para posicionar a los partidos y no dejemos que sean ellos los que marquen el territorio donde los votantes han de colocar la ofrenda de sus votos, dejándose llevar por el perverso concepto de voto “útil”.


A la hora de valorar una ideología política o una teoría económica, observemos lo que ocurre cuando se aplica en el mundo real y tengámoslo en cuenta en el futuro. Cualquier teoría o proyecto puede parecernos perfecto cuando está escrito en papel, o sale de la boca de un político hábil en el arte de la oratoria, pero cuando hay que juzgarlo es en el momento se aplica en el mundo real, en nuestro país, y ahora. 


La Realidad es un terreno complejo y reactivo donde conviven millones de fuerzas e intereses invisibles, pero eficaces, que se activan tan pronto se aplica un nuevo modelo de actuación. Lo importante de un modelo es que resulte eficaz para llevar a buen término el objetivo que patrocina.

Sería el caso de un ingeniero que diseñara unas alas técnicamente perfectas, pero que al colocarlas a un voluntario y arrojarlo desde una torre, éste se estampara en el suelo.  ¿Qué importa que las alas sean técnicamente perfectas, armoniosas y elegantes,  si no pueden cumplir la misión para las que fueron creadas?  
Juzguemos los resultados y no las intenciones.

Respetar y obedecer las leyes y decisiones del Gobierno electo, colaborando, en todo momento, con el esfuerzo personal al progreso de la nación, aunque no se esté de acuerdo con el programa y la actuación del Gobierno.

Cualquier Gobierno, por muy honesto y eficaz que sea, puede fracasar si es extorsionado y saboteado por grupos organizados de ciudadanos, ya sea bajo el disfraz de oposición, sindicatos, grupos de presión, ecologistas, religiones, etc.

Para tener un sistema democrático eficaz, es condición necesaria respetar los resultados de las urnas, y dejar las manos libres al Gobierno para que ponga en marcha su programa. Si saboteamos su actuación, nunca llegaremos a saber si su programa era bueno. Naturalmente asumimos que el Gobierno está limitado en su discrecionalidad por las leyes vigentes y por la Constitución, pero habrá que confiar al poder judicial, la determinación de si han o no incumplido las leyes. En otro caso, volveríamos a entrar en el circulo vicioso anterior y serían los ciudadanos los que gobernaran o impidieran gobernar desde la extorsión permanente e irracional al Gobierno o a los poderes del Estado. 

Por otro lado, si sólo colaboramos cuando el partido gobernante es el que hemos votado, siempre habrá una parte importante de la población que se dedicará a sabotear al Gobierno para hacerlo caer y recuperar el poder en elecciones anticipadas.

Esta es la gangrena de los países menos avanzados política y socialmente, que nunca llegan a disfrutar de una democracia estable y plena, y todo ello por falta de educación, por no entender el concepto de respeto mutuo, por no entender que la esencia de la democracia es respetar al que no piensa igual, se esté o no de acuerdo con él, para que los demás también nos respeten a nosotros.

Otra idea importante que no llegan a entender estos pueblos atrasados, es la de que en política resulta imposible determinar con objetividad quien lleva razón. Mientras que en la ciencia, esto puede hacerse porque existe el juez supremo e inapelable del experimento objetivo, en las ciencias sociales no existe tal juez y por eso en politica hay que establecer un sistema automático de alternancia en los que se asume la convención de que los ganadores tienen la razón, en tanto no pierdan las elecciones.

Podemos estar seguros de que, en la medida en que se apliquen estas tres normas, los pueblos tendrán democracias más eficaces, seguras y justas. En la medida en que no se apliquen, tendrán democracias que no se distinguirán de las dictaduras, o incluso serán peores que éstas. Y la prueba de ello es que estos países suelen alternar dictaduras y democracias, porque las democracias degeneran hasta el punto de que son los propios ciudadanos los que reclaman una dictadura ante el panorama que tienen ante sí.

11 comentarios:

  1. Doctor No22:47

    Yo creo que mas imprtante que todo eso es la independencia del poder judicial. Aquí en España los tribunales están controlados por loos partidos politicos que tienen el poder absoluto.

    Da igual a quien votes porque siempre salen los mismos y hacen lo que quieren.

    Salu2

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  2. Sin duda la neutralidad del poder judicial es esencial para la buena marcha del país. Sin embargo es muy difícil conseguirlo porque en el acto de la elección de los jueces se filtra la conveniencia política del que los elige.

    En cuanto al proceso de elección y selección de los jueces, debería realizarse siguiendo un procedimiento automático, en el que se tuviera en cuenta los méritos objetivos del juez (experiencia, currículo profesional, brillantez académica, etc.) de tal forma que su elección no dependiera de ningún criterio subjetivo. Al hacerlo así, los jueces no estarían condicionados por ninguna ideología ni se considerarían deudores de quien los eligieron o puedan cesarlos. En el caso de los jueces del tribunal supremo o constitucional, no podrían ser cesados, salvo por actuaciones ilegales y mediante acuerdo mayoritario de sus iguales.

    Al margen del sistema de elección, habría que introducir un modelo más objetivo en el ámbito judicial. Con esto quiero decir que las leyes deberían redactarse de manera que sólo admitieran una interpretación univoca y se eliminara toda ambigüedad. Por otro lado y como complemento, la carrera judicial debería limitarse a enseñar a los jueces a interpretar los textos legales, de tal forma que las sentencias no cambiaran de un juez a otro, sino que fueran tan predecibles y coherentes como la ley de la gravedad.

    Así, el juez más que un político camuflado o una extensión de éste, sería simplemente un interpretador objetivo de textos legales. Las leyes deberían parecerse a manuales de instrucciones, más que a profecías de Nostradamus o textos esotéricos que admiten infinitas interpretaciones.

    La justicia debería centrarse exclusivamente en desarrollar una ciencia cuyo objetivo fuese la redacción de textos sin ambigüedades que pudieran aplicarse automáticamente, sin apenas conocimientos legales. Y sería responsabilidad y obligación del poder legislativo, asesorado técnicamente por los jueces, redactar las leyes de forma clara, coherente y precisa.

    En la medida en que se deja a la interpretación del juez la sentencia de una causa legal, se está transfiriendo poder legislativo al judicial, lo que resulta muy útil para los políticos que así pueden extender su voluntad e intereses egoístas al ámbito del poder legislativo y judicial.

    En resumen, elecciones objetivas y leyes precisas y carentes de ambigüedad.

    Saludos cordiales.

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  3. Muy buen artículo Yack, como siempre.

    El estado debería empeñarse en informar bien a los ciudadanos. Como por ejemplo entregarles un panfleto redactado por cada candidato que exprese lo que quiera, con un límite de caracteres o letras. Pero aún así estos candidatos pueden recurrir a argumentos mas emocionales que lógicos y inteligentes.

    También debería haber una transparencia de todo lo que están haciendo los políticos. Esta Internet, el que quiera informarse que esta haciendo x político que vea un sitio web. O en que esta gastando el dinero el estado, y que los usuarios interesados puedan opinar. Si vemos las condiciones actuales de la política en todos (o tal ves casi todos) los países, todo esto suena muy utópico.

    Saludos

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  4. De acuerdo contigo Writkas. El problema de fondo es que son los políticos los que tienen que proponer y aprobar las leyes que limiten y coarten su propia libertad para hacer lo que les viene en gana y rendir cuentas de en qué se gastan nuestro dinero.

    No se le puede entregar una tarjeta Visa a un político para que gaste “lo que necesite”, porque eso hará que piense a lo grande, a la hora de gastar.

    A los políticos se les debe dar una nomina con los complementos que se considere oportunos en base a sus actividades (tanto para viajar, tanto para convites, etc.) y que cada cual lo administre como quiera.

    Si le sobra, que se lo quede, y si le falta que lo ponga de su bolsillo. De esta manera nos ahorramos escándalos y controles innecesarios y dejamos al criterio de cada cual gastar su dinero en lo que él decida, como hacemos el resto de los mortales.

    En este sentido, observamos que los partidos más batalladores en el tema de reducir gastos son los que no creen que vayan a ganar las elecciones nunca y por eso, emplean estas medidas de austeridad como reclamo sabiendo que NO se las van a tener que aplicar ellos mismos.

    A medida que acceden al presupuesto se vuelven más permisivos en el tema de las prebendas y pensiones vitalicias.

    Y esto es normal e inevitable porque son humanos.

    Tal vez una posible solución sería la de organizar en Internet asociaciones de ciudadanos que elaboraran programas políticos detallados (transparencia, austeridad, eficacia, etc.) a los que se comprometieran a apoyar con sus votos si eran asumidos por algún partido político.

    Estas asociaciones políticas se limitarían a realizar propuestas y a votar en bloque a los partidos que se comprometieran con sus programas, así como a realizar un seguimiento detallado del correcto cumplimiento del programa.

    En las próximas elecciones, se revisaría el programa y se sancionaría a los partidos en función del cumplimiento.

    Es posible que Internet pueda darle un vuelco a la política, tal como la concebimos, pero para ello hace falta que renunciemos a nuestras emociones y seamos racionales al pedir propuestas viables y al exigir su estricto cumplimiento y aplicar el correspondiente castigo.

    La clave estaría en separar la elaboración de programas de gobierno (grupos en Internet de votantes comprometidos) y su aplicación (partidos políticos).

    Saludos.

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  5. Concuerdo.

    Hay un sitio que trata de hacer algo parecido en EEUU, donde gente anónima sube documentos políticos exclusivos y confidenciales se llama WikiLeaks y esta muy popular últimamente.

    Bueno, también no es tanto lo que dices pero es algo. Sería bueno un sitio donde se muestre lo que hacen los políticos y gobiernos de forma trasparente y ordenada. Los usuarios interesados vallan a ese sitio y puedan proponer cosas, sugerencias, etc. También esto sería una excelente forma de ordenar las cosas en la política, en todo caso somos los ciudadanos los que les pagamos a los políticos, deberían ser transparentes.

    También es muy interesante lo que dices de que los documentos políticos no deberían tener ambigüedad. Debería ser como un lenguaje de programación de informática, donde cualquier cosa mal escrita de un error de compilación que hace que el programa no funcione.

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  6. Anónimo19:13

    Muy, pero muy interesante el análisis y el concepto (bah, como siempre en este blog).

    El tema es cuando una Democracia se sale bastante de sus rieles, ¿cómo aportar a ella si las reglas se encuentran al borde de la destrucción? Allí es cuando, creo yo, el civil común se autocoloca en situaciones extremas o raras para intentar aportar el equilibrio faltante (por ejemplo, votar el menos malo, masificar el voto en blanco o nulo, protestar con tomas o cortes, etc).
    Por eso es que vemos tanto gobiernos como pueblos que no se alinean con el (supuesto) espíritu democrático normal y racional.

    Ya estoy compartiendo el link en las redes y agregándolo a mi próxima "Inteligencia de internet".

    Saludos!
    PLPLE

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  7. Tal como dices Writkas, habría que idear nuevos modelos de hacer política. Y el ámbito perfecto sería Internet, en el que bajo la denominación de “Politica 2.0” podrían organizarse partidos virtuales formados por agrupaciones de internautas que elaboraran programas de gobierno y sincronizaran sus votos para votar a los partidos que más se acercaran a sus expectativas.

    También podrían hacer un seguimiento del cumplimiento de los programas, de las “andanzas” de los políticos y discutir pacíficamente sobre todo ello en foros de debate, Blogs, etc. I

    Internet podría iniciar una nueva era en la política y confío en que sea para bien.

    Respondiendo a la cuestión que planteas, Camaleonx, no es fácil de resolver y por eso se acaban imponiendo sistemas totalitarios o guerras civiles en los pueblos que no son capaces de mantener la estabilidad del sistema. Yo nunca estaré de acuerdo con “sabotear”, “zarandear” o “extorsionar” a un sistema democrático por muy mal que vayan las cosas. Es como si estás en un submarino a 2 Km bajo el mar y todos los sistemas están fallando. Lo único que se me ocurre es que cada uno haga su trabajo lo mejor que pueda y que cuando salgan a flote, se planteen si cambian al capitán.

    Dejar de votar o votar en blanco es poco práctico porque estás dándole cancha a los saboteadores que siempre se anotan los votos indeterminados.

    Nadie ha dicho que la democracia sea un sistema perfecto, pero parece que es el menos malo cuando el pueblo tiene cierto nivel crítico de formación política o, mejor aún, un poco de sentido común. Y la calidad de un sistema no depende de los políticos, sino de sus ciudadanos que son los que pueden poner y quitar a los políticos.

    Si un país tiene malos políticos es porque sus ciudadanos no dan más de sí, y aunque a nivel individual haya personas muy sensatas, lo que importa es el conjunto. Hagas lo que hagas serás barrido por la tempestad, pero a lo más que se puede aspirar es a determinar cuál es el método que los ciudadanos deberían seguir para mejorar la situación. Pero cualquier intento de forzar la situación, sólo ayuda a empeorarla.

    Ahí tenemos a Japón, un ejemplo de civismo extremo, que ha permitido mantener a cada uno en su puesto ante una catástrofe natural. En lugar de despotricar contra el gobierno y hacer manifestaciones para derrocar a su emperador, se han puesto a trabajar, codo con codo, con todas sus fuerzas, cada uno en lo suyo y sin protestar. Ya llegará el momento, cuando se convoquen elecciones, de decidir si se debe o no cambiar de gobierno.

    Ya sé qué es difícil no sumarse a las protestas cuando el gobierno, según tu propio criterio, no hace lo debido, pero es que no hay otro remedio. En no pocas ocasiones, comprobarás que todo el país está de acuerdo en que hay que cambiar el rumbo, pero unos creen que hacia la izquierda y otros hacia la derecha. En estos casos sólo caben tres soluciones: una guerra civil, una dictadura o respetar las leyes con civismo y votar cuando se presente la ocasión a la que consideres la mejo opción.

    Cualquier otro atajo lleva al desastre.

    Saludos y gracias por los comentarios.

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  8. Anónimo12:06

    La única forma posible de democracia es el anarquismo, pues tanto el Estado como el Mercado son formas de opresión.

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  9. En realidad, todo lo que nos rodea son formas de opresión, incluido tú mismo en relación con los demás. La vida consiste en encontrar la ruta más cómoda posible.

    Mi opinión es que de todas las formas de gobierno, o de desgobierno, una de las más opresivas es la anarquía porque cuando no existe autoridad, son los criminales los que imponen su gobierno.

    No tenemos un sistema de gobierno perfecto pero posiblemente es el mejor de los gobiernos posibles aquí y ahora.

    Saludos.

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  10. Buenas, tertulianos, Las normas que se quieren aplicar,
    1º"En las elecciones, debe leerse todos los programas de los partidos que concurren a las urnas y votar por aquel que más se acerque a lo que desearíamos".
    Primer problema, la cultura política de este país (España) es de broma, se desconoce el funcionamiento de la política, en el que está inscrito el sistema electoral. Las personas solo votan por afinidad política, porque solo se vota en función de la ideología política, o en otras palabras, un desastre. Las ideologías son perniciosas para juzgar criticamente las actuaciones de los políticos. Además, se desconoce mucho sobre el funcionamiento de la política, que más da que lean si no saben las consecuencias que tienen (me incluyo en este grupo de personas)
    2º "Respetar y obedecer las leyes y decisiones del Gobierno electo".
    Problema, hay veces en el que no se puede tolerar estupideces legislativas como la LOMCE del señor Wert. Por cierto, el partido político representa a sus electores, a nadie más . (Ya sé que se supone que representa los intereses del país)
    3º"A la hora de valorar una ideología política"
    Problema, las ideologías son paliativas de tener opiniones propias sobre la política, una ideología NUNCA ayuda porque establece grupos escindidos (derechas, izquierdas, españolista, nacionalista, progresista, conservador...) no solucionan ningún problema.

    Por último, "Sólo los mejor cualificados para mandar consiguen alcanzar la cúspide del poder mediante una agotadora carrera de obstáculos". Pregúntate que hacía un Doctor en Química (Rubalcaba) como político o un Urkullu (Magisterio), aquí en el País Vasco. El problema que el político puede ser técnicamente cualquiera, aunque seas un cero a la izquierda. Aquí gobierna el que mejor cae a la gente, si me escriben bien el discurso y lo emito bien, tendré electores a mis pies. (versión simplificada, ya sé que hay más cosas)
    Saludos de antemano

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  11. En una cosa te doy la razón y es en tu última frase de que “ya sé que hay más cosas”. Y yo añadiría, millones de cosas más y más importantes que las que tú has mencionado.

    En todo caso, mi propuesta sólo trata de definir la estrategia que deberían seguir los ciudadanos para disfrutar de un país democráticamente sano.

    Hacer una relación de lo que en tu opinión haría inviable este objetivo, nos lleva inevitablemente a la pregunta: ¿Y tú que propones? ¿El suicidio colectivo? ¿La guerra civil? ¿O tal vez la revolución, un compendio de todas ellas?

    Saludos.

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