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¿Qué es la realidad? Hechos e interpretaciones

Si hay algo que damos por sentado es que la realidad no es cuestionable ni fruto de nuestros errores o interpretaciones sesgadas. La realidad es, o así nos parece, una especie de muro de cemento con el que nos topamos cada vez que intentamos ignorarla.
Sin embargo, no pocos pensadores a través de los tiempos se han visto tentados de cuestionar la supuesta solidez de la realidad. Pero es en el siglo xix, xx y xxi , sustentados en los últimos descubrimientos sobre la estructura fina de la materia y en los avances en neurofisiología, informática y biología cuando estamos en condiciones de especular con fundamento y más allá de las simples ocurrencias, sobre este tema.
En esta tertulia nos atreveremos a palpar ese inexpugnable muro que es la realidad y nos cuestionaremos si se trata de un entramado de hechos, de interpretaciones o de una mezcla de ambas cosas.
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Yack:
Desde un punto de vista estrictamente filosófico podríamos dividir el universo en dos regiones disjuntas: el observador puro, representado por la conciencia, y lo observado o concienciado que es todo lo demás y que coincide, en su mayor parte, con lo que solemos llamar "realidad".
Pero, puesto que desde este punto de vista poco más se puede añadir, tendremos que bajar un nivel de abstracción y dar entrada a un conjunto de suposiciones axiomáticas que comúnmente se aceptan como válidas si queremos cosechar algunas conclusiones de orden práctico.
En cuanto que somos seres vivos, podemos considerarnos a nosotros mismos como entidades conscientes que viven inmersas en una realidad dinámica sometida y regulada por un conjunto de normas y leyes preestablecidas independientes de nuestra voluntad. Cada uno de nosotros disfruta (o cree disfrutar) de cierto grado de libertad e independencia frente a ese universo de normas y leyes que llamamos "realidad".
Aceptando, por imperativo práctico, que ese grado de libertad es real y no una mera ilusión generada por nuestra conciencia, nos plantearemos la siguiente pregunta: ¿para qué sirve la libertad de los seres vivos frente a la realidad que los envuelve?
Sin género de dudas, La libertad que disfrutan en exclusiva los seres vivos les sirve para preservar su identidad frente a un medio hostil. Y lo hacen de dos maneras diferentes: modificando la realidad para adaptarla a sus deseos /necesidades y posicionándose estratégicamente en ella mediante su capacidad predictiva. Como ejemplo de modificación de la realidad, consideraremos el túnel que cava el topo para asegurar su existencia o los edificios que hace el hombre por la misma razón. Como ejemplo de posicionamiento estratégico en el futuro consideremos el caso del depredador que se aposta junto a un bebedero al que tienen que acudir necesariamente tus futuras víctimas.
La independencia operativa frente al medio, origen y base de todo comportamiento estratégico, está soportada en los seres humanos por un complejo sistema nervioso que gestiona y optimiza nuestras relaciones con el universo exterior.
Pero, puesto que el mundo exterior es demasiado complejo para ser comprendido, el cerebro utiliza modelos simplificados y manejables del mundo real, aunque aquejados, como efecto perverso de esa simplificación, de un grado irreductible de inexactitud. De la anterior afirmación se sigue que eso que llamamos "realidad" sólo es la concienciación del modelo interior creado a partir de la observación del mundo exterior y que esa representación mental nos resultará tanto más "real" cuanto más precisas y coherentes sean nuestras predicciones. Recordemos aquí que nuestra mente no está fabricada para comprender la realidad, sino para sobrevivir en ella.
Según todo lo que antecede, la pregunta de si lo que percibimos es "real" carece de sentido. Consideremos un ejemplo aclaratorio: vemos el color rosado de una fruta madura y estamos convencidos de que ese color existe ahí afuera porque, además de la propia percepción, nos lo confirman independientemente nuestros semejantes. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que el color sólo es una sensación subjetiva que se genera en una región especial del cerebro. Esta sensación se produce cuando recibe una serie de impulsos eléctricos generados por la retina al excitarse por determinadas radiaciones electromagnéticas rebotadas en el objeto coloreado, siendo esas radiaciones, justamente, aquellas que no han sido absorbidas por el objeto.
Pero, a efectos prácticos, el color sólo es una señal informativa que nos permite conocer el grado de madurez de una fruta y por eso nuestro cerebro la percibe como algo absolutamente real. En cambio, no percibimos las ondas electromagnéticas radioeléctricas porque no representan ninguna ventaja evolutiva. Sin embargo, ahora que hemos progresado tecnológicamente, esas mismas ondas radioeléctricas, para los que somos ciegos, han adquirido gran relevancia en las telecomunicaciones y nuestro cerebro ha aprendido a utilizarlas, aunque no puede "sentirlas" como ocurre con el color. Y la razón de que no podamos percibirlas como reales es que nuestra mente y nuestros sentidos fueron diseñados y puestos a punto en una época en la que las ondas radioeléctricas no eran relevantes. La única diferencia entre las ondas luminosas, que percibimos como colores, y las ondas radioeléctricas es su longitud de onda. Aquí vemos que una propiedad cualitativa de las ondas electromagnéticas, es la responsable de que las percibamos como propiedades tangibles del mundo real o las ignoremos a todos los efectos.
Este es un ejemplo que ejemplariza y demuestra dos puntos importantes: sólo percibimos como parte de la realidad lo que es importante para nuestra supervivencia y, además, no lo percibimos como es, sino simplificado y reducido a una simple señal informativa que es "vivida" en la conciencia como una propiedad real relevante para nuestra existencia. Y este proceso es válido para cualquier otro aspecto o propiedad que percibimos en el mundo real.
Volviendo a las predicciones, habría que decir que se basan en modelos de la realidad que cumplen dos requisitos: son lo suficientemente simples como para ser gestionados por nuestro sistema nervioso y lo suficientemente coherentes con la realidad para que proporcionen predicciones útiles. Un sistema predictivo que cometiese demasiados errores podría ser peligroso porque llevaría a su poseedor al desastre.
Para optimizar la eficacia del sistema, nuestra mente es capaz de etiquetar cada predicción o cada sección del modelo predictivo con un grado de fiabilidad. Sabemos que ciertas predicciones son fiables en un 100% como la de que un objeto material abandonada en el aire cae al suelo, y que otras, como la de que nuestra pareja nos será siempre fiel pueden fluctuar entre el 0% y 100% según sea nuestro estado de ánimo. Tenemos que realizar predicciones usando nuestro modelo mental del mundo real y, además, evaluando la fiabilidad de cada punto en el que nos apoyemos para imaginar y deducir el futuro más probable por el cual apostaremos.
Pero, si el modelo de la realidad no es fiable al 100%, ¿no sería mejor prescindir de él?
El problema es que no hay alternativa a usar un modelo mental. Sin su ayuda no podemos enfrentarnos a ninguna situación por muy simple que sea. Nos quedaríamos bloqueados sin saber qué hacer. Por eso utilizamos siempre un modelo, aunque esté equivocado, para afrontar las diferentes situaciones por las que transcurre nuestra existencia. Y si no tenemos un modelo para una situación nueva, rebuscamos en nuestra mente el modelo correspondiente a la situación que más se asemeje a la que nos enfrentamos. Y la utilizamos aún sabiendo que puede significar un desastre, pero peor sería no reaccionar de ninguna forma ante una situación nueva. Si un animal se enfrenta a una espécimen desconocido, buscará rápidamente en su archivo mental el modelo del animal que más se le asemeje y comenzará a utilizarlo en tanto adquiera experiencia y fabrique un modelo más ajustado.
La mente humana es, con diferencia, la que puede crear y gestionar los modelos más sofisticados, complejos y eficientes, pudiendo incluso crear modelos abstractos que funcionan al margen y en aparente contradicción con la experiencia empírica. Como ejemplo de esta insólita capacidad recordaremos que Einstein pudo predecir, a partir de un modelo teórico matemático, que la luz se desviaría al pasar junto al Sol, a pesar de no haber sido observado nunca este fenómeno.
La capacidad para generar modelos más complejos y precisos capaces de hacer predicciones cada vez más exactas, es la responsable de nuestra ventaja como especie sobre el planeta Tierra. Y en la medida en que sigamos profundizando en el perfeccionamiento del modelo que tenemos del mundo real, seguiremos avanzando en la consecución exitosa de nuestro proyecto vital que es el de asegurar nuestra supervivencia en un universo hostil.
Dicho esto, ha llegado el momento de descender un nuevo nivel en la búsqueda de soluciones prácticas, y entrar en el terreno de la psicología humana, donde todas las consideraciones anteriores pueden iluminar nuestro avance.
Cada individuo humano trata, a lo largo de su vida, de adquirir, crear y perfeccionar modelos y submodelos del mundo en el que vive. Cada fallo en las predicciones genera dolor y ese dolor nos obliga, pare evitar su repetición, a reconsiderar la corrección del modelo utilizado y a realizar un esfuerzo para perfeccionarlo. Sin embargo, no siempre disponemos de la suficiente inteligencia, experiencia y conocimientos para introducir cambios importantes que mejoren su rendimiento. Lo que solemos hacer es añadirle "parches" del tipo "Esto sigue siendo así, salvo cuando…..".
El sistema de parcheo es mejor que nada pero tiene el inconveniente de que acaba anquilosando el modelo que sigue resultando inservible para afrontar con éxito situaciones nuevas. La mayoría de los sujetos apuestan por la estrategia de parcheado en lugar de diseñar un nuevo modelo más coherente con la realidad.
Un ejemplo clásico que ilustra esta situación se dio con el modelo planetario anterior a Kepler. Se creía que los planetas describían orbitas circulares en torno al Sol porque el circulo era la figura perfecta (según Aristóteles) y puesto que en el cielo todo había de ser perfecto (también según Aristóteles), resultaba inadmisible cualquier otra trayectoria que no fuera circular. Para paliar las inconsistencias entre el modelo orbital basado en círculos y la realidad se idearon los epiciclos (orbitas virtuales) que no eran sino parches cada vez más numerosos para tapar las crecientes discrepancias que arrojaban las mediciones cada vez más precisas. Kepler, (ferviente seguidor de Aristóteles) fue el único capaz de romper con el viejo y parcheado modelo y sustituirlo por otro en el que las circunferencias se sustituyeron por elipses y entonces, las predicciones encajaron con exactitud con las observaciones. El nuevo modelo era coherente al 100% con la realidad sin necesidad de parchearlo continuamente.
Sin embargo, el reemplazo de un modelo por otro más eficiente rara vez se produce. En la mayoría de los casos, el sujeto se afana en reinterpretar la realidad para hacerla compatible con el modelo equivocado. Así, por ejemplo, el marxista interpreta la realidad política y económica de tal forma que siempre es coherente con su modelo obsoleto y equivocado, incapaz de hacer predicciones correctas. Y es que a ciertas edades, ya se tienen formado los modelos abstractos y es muy difícil revisarlos y sustituirlos por otros. Hay demasiado trabajo hecho, demasiadas emociones y experiencias interpretadas y encajadas en ese modelo. Nadie nos garantiza que el nuevo modelo sea más eficiente y, en todo caso, tendremos que invertir un enorme esfuerzo en reinterpretar el universo a partir de ese otro nuevo modelo. El esfuerzo sería tan costoso, que sólo sería rentable si tuviese una incidencia directa sobre nuestra realidad cotidiana y sobre el flujo de placer o dolor que nos procurará. En definitiva, por encima de la verdad, buscamos el placer y si perseguimos la verdad y el conocimiento es porque, en condiciones normales, proporciona más satisfacciones que el error, aunque no en todos los casos. Por ejemplo, el creyente rara vez deja su fe, porque en pcas ocasiones le supone un beneficio en términos de ganancia de satisfacción.
Afortunadamente la mayoría de esos modelos erróneos de tipo político o económico no tienen relevancia para nuestra vida personal aunque sí para la social. A nivel personal existen otros modelos interpretativos más peligrosos, como los que gestionan, por ejemplo, la relación con nuestros semejantes y que tienen efecto sobre la educación de nuestros hijos, la relación de pareja, las amistades, etc.
De todas formas, hay que tener en cuenta que en estos ámbitos sociales, un modelo equivocado puede funcionar si su poseedor tiene el poder o la habilidad de imponerlo a las personas de su entorno y entonces puede ser un modelo correcto. En realidad, y dado la plasticidad de la mente humana, en el ámbito de las relaciones humanas más que modelos equivocados habría que hablar de modelos no acordes con un determinado entorno y situación. El modelo social que funcionaba hace 50 años no funciona ahora, pero no porque estuviera equivocado, sino porque el entorno ha cambiado y es necesario reactualizar el modelo para que siga cumpliendo su papel adaptativo.
Fijemos ahora nuestra atención en los modelos de relación social. El principal problema que presenta el modelo de relación social es que resulta muy difícil y costoso de generar, de utilizar y de corregir. Y la razón de esa dificultad reside en que cada ser humano es en sí mismo un modelo diferente que para sobrevivir utiliza la estrategia de engañar a los demás para sacar ventaja. Una de las bazas adaptativas más eficaces del ser humano es su capacidad para el engaño y la simulación. Para poner en práctica esta estrategia recurrimos al subterfugio de no decir o hacer lo que pensamos o queremos, sino lo que suponemos que a largo plazo nos proporcionará más beneficios. Así, se da el caso frecuente de que cuando preguntamos a los demás lo que quieren o piensan, suelen decirnos lo contrario de lo que quieren o piensan para evitar que aprovechemos esa información en nuestro beneficio pero, a nuestra vez, nosotros reinterpetamos sus respuestas y comportamientos en posible clave de engaño estratégico. La vida es, en definitiva, una interminable partida de ajedrez con múltiples jugadores que quieren ganar la partida y no podemos fiarnos de su buena voluntad, ni hacerles conocedores de nuestras intenciones si queremos ganar. No quiero decir con esto que siempre mintamos o debamos de mentir, porque las mentiras descubiertas son penalizadas , de tal forma que la verdad suele ser, a la larga, la mejor estrategia, aunque hay momentos críticos en los que el engaño se hace imprescindible.
Puesto que somos actores que siguen el guión de su propio beneficio a largo plazo y cada individuo posee datos que los demás ignoran, las conjeturas son arriesgadas y contienen siempre una dosis no evaluable de potencial error. El resultado perverso de esta imprecisión esencial es que solemos pecar de mal pensados. Al interpretar la conducta de los demás, estamos omitiendo información relevante que desconocemos y, por otro lado, no podemos evitar la sospecha de que estamos siendo engañados.
El resultado suele ser una interpretación excesivamente maquiavélica, (piensa mal y acertarás, proclama el dicho popular) que nos lleva a conductas de defensa y hasta de represalia en base a supuestos ataques u ofensas que realmente no han tan tenido lugar y solo son fruto de nuestra imaginación.
Al final, nuestras reacciones agresivas injustificadas, propician la reacción real y justificada de la victima de nuestros conjeturas equivocadas y cuando responde con agresividad o despecho, nos confirman nuestra sospecha equivocada de que conspiraban contra nosotros.
Esta circulo de ataques y contraataques entra en resonancia y se autoalimenta a si mismo siendo la causa de no pocas enemistades que surgieron y se iniciaron por un minúsculo error en la interpretación del comportamiento del otro.
Lo recomendable por tanto es evitar la tentación de interpretar la conducta de los demás y, menos aún, relacionarla con otros hechos, porque es fácil para la mente humana relacionar y ensamblar acontecimientos inconexos en una especie de conjura contra nuestra persona. Puede ser que en tiempos pasados, cuando la supervivencia dependía de la lealtad de los demás, fuese rentable esa desconfianza desmedida pero, actualmente, protegidos por el paraguas de la legalidad y por la superabundancia de recursos, la propensión a elaborar teorías conspiratorias produce más daños que beneficios.
Seamos pues, confiados y bien pensados y ante la duda, optemos por la explicación más generosa. Incluso en los casos en que la sospecha sea real, si no respondemos a ella, es probable que se desactive la tensión que la originó y el futuro enemigo vuelva espontáneamente a su estatus de aliado. Creamos por principio estratégico, más que ético, en la bondad ajena y en sus buenas intenciones y la gente será buena y bienintencionada con nosotros. Pensemos que todos son malvados y conspiran contra nosotros y acabaremos haciendo que la profecía se cumpla porque reaccionando ante ellos como si fueran enemigos, acabaran siéndolo de verdad.
Pero cuidado, las recomendaciones anteriores no deben interpretarse como una exhortación buenista y utópica a que confiemos en los demás como norma. Actuemos con confianza en aquello que no es realmente importante y en los asuntos importantes comportémonos como si confiásemos pero sin dejarnos arrastrar a una situación peligrosa. Por ejemplo, si alguien en el que no confiamos, nos pide una importante suma de dinero, inventemos una buena excusa para no dárselo, pero no le digamos que no confiamos en él o que ya le prestamos antes y no los lo devolvió o que un amigo común le prestó dinero y todavía espera cobrarlo. No demos nunca a los demás motivos para odiarnos, pero compatibilicemos esa estrategia con la norma de no arriesgarnos a un daño importante por confiar sin fundamento en ellos.
Y eso es todo, por ahora.
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Warrior:
Podemos considerar dos tipos de realidades: la realidad objetiva y la realidad subjetiva. La realidad objetiva sería la realidad de las cosas en sí, es decir como son las cosas independientemente del observador. La realidad subjetiva sería la que es percibida por cada ser. La evolución ha ido seleccionando aquellos sentidos más apropiados para el entorno en el que se desenvuelve cada ser.
Los humanos tenemos cinco sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y estos tienen una capacidad limitada .La información dada por estos sentidos pasa al cerebro que con arreglo a la experiencia de cada uno nos da un conocimiento de la realidad. Esta realidad es distinta para cada uno, pues como digo está condicionada tanto por los sentidos como por las experiencias de cada individuo. Está claro que lo percibido por un sordo no puede ser igual que para el que no lo es, luego “su” realidad es distinta. Igualmente, podemos decir de las distintas experiencias de cada ser. Una vida muy rica en ellas hace que la realidad se amplíe y sea muy distinta del que tiene pocas experiencias. Ya sabemos que el cerebro dispone de una serie de circuitos a modo de carreteras y que parten de un llamemos km. Cero. Estas carreteras se superponen y conexionan en mayor cantidad cuanto más experiencias y, por tanto conocimientos, se tengan.
En los animales el problema de la realidad, si se lo plantearan, se resolvería fácilmente. Ellos tienen también sentidos y cerebro, pero la diferencia es que los animales se mueven por instintos. Su cerebro es muy pequeño y sólo perciben aquello que les es necesario para la supervivencia. El problema del hombre es su poderoso cerebro. Este cerebro sueña, fantasea, hace proyecciones, idealiza, inventa, etc. etc. teniendo en cuenta todo esto ¿Cuál sería la realidad? Yo creo que hay tantas realidades como individuos. Esto se prueba cuando se produce un hecho y los que han estado presentes lo cuentan tan distinto que no parece el mismo. ¿Por qué? Pues porque cada uno según la capacidad de sus sentidos, experiencias e intereses se fijan en cosas distintas.
Otra consideración a tener en cuenta es la que ya planteó Platón con su símil de la caverna. Los hombres que se encuentran en una caverna atados para no poder volverse y con un fuego a sus espaldas, ven reflejados en la pared que tienen delante a los que están fuera como sombras y piensan que estas sombras son la realidad. Naturalmente, ya sabemos que para Platón cuerpo y alma son dos entes distintos y los sentidos del cuerpo engañan y no nos permite ver la realidad, que es el mundo del espíritu.
Con todo lo dicho parece que no se puede conocer la realidad, sin embargo gracias al ya citado poderoso cerebro del hombre si podemos ir conociéndola. El hombre cuenta con la ciencia. La ciencia dispone de una serie de disciplinas y métodos que nos permiten ir conociendo las cosas en sí. Aquí ya no se trata ni de fantasías ni sueños, sino que partiendo de hipótesis y que después son contrastadas con la realidad observada con lo que vamos conociendo la verdadera realidad.
Ya en la Grecia Clásica Demócrito dedujo que la materia estaba compuesta por átomos. Sin embargo esa afirmación no pudo ser comprobada hasta que no se tuvieron los instrumentos científicos que la pudieron corroborar. Conforme avanza la ciencia podremos ir descubriendo más de la auténtica realidad, lo que nos conducirá a conocer el mundo tal como es.

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