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Querer es poder

Nuestra mente es, entre otras cosas, el campo donde se libra la eterna batalla entre el querer y el poder. Y hasta tal punto esto es así, que podríamos definir el cerebro humano como una máquina cuya misión es la de satisfacer los deseos que ella misma genera a partir de las pautas codificadas en los instintos.

No obstante lo dicho, no siempre conviene al individuo satisfacer sus deseos, porque en no pocas ocasiones, detrás de la satisfacción vienen las consecuencias desagradables, y con ellas el dolor y el arrepentimiento. Después de un mordisco a la manzana de la infidelidad puede venir la expulsión del paraíso familiar y tal vez la ruina económica. Después de una opípara comida rica en exquisitas grasas, viene el colesterol, el ictus y el repugnante michelín.
Así que, una vez más, nuestra vida se complica más allá de lo razonable, tal vez como tributo a tener como aliada esa máquina prodigiosa que es la mente humana, más al servicio de los intereses de la especie que de los nuestros. Y la razón de ello es que sólo somos útiles a la madre Naturaleza, en la medida que contribuimos a afianzar y mejorar ese costoso diseño que representa nuestra especie, del cual sólo somos copias imperfectas destinadas a ser sacrificadas en el banco de pruebas de la selección natural.
Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Empeñarnos en satisfacer nuestros deseos y cumplir con los designios de la Naturaleza o renunciar a ellos y evitar así sus nefastos efectos colaterales? 

Esta es la pregunta que intentaremos responder en esta ocasión.
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Yack
Si, como individuos, contemplamos nuestra situación en el escenario de la lucha por la vida, constataremos que nuestro destino estaba ya decidido antes de nuestro nacimiento. La Naturaleza tenía ya bien meditado su plan maestro, en el que cada uno de nosotros tiene asignado el humilde papel de una junta, tuerca o arandela, y el trágico fin de reventar por la acción combinada del desgaste y la presión a que nos vemos sometidos en la gran máquina de la Vida.
Una vez hayamos desempeñado nuestro papel, seremos reciclados y sustituidos por otras piezas de recambio: nuestros descendientes.
Aunque podríamos conformarnos con este análisis fatalista, no vamos a ceder a la tentación porque, como veremos, aún nos queda un as en la manga que hay que saber jugar: Y ese as que nos queda por jugar se llama "inteligencia".  Veámoslo más de cerca.
No son pocos los que afirman (creemos que erróneamente), que la inteligencia es sólo una característica más, cuyo único fin es el de ayudarnos a llevar a buen término nuestra rutinaria función de elementos de brega recambiables. Pero aquí hay un detalle importante que se suele pasar por alto, y es que la inteligencia nos concede el privilegio y la ventaja de poder observar con perspectiva nuestra situación individual. Y eso es una buena noticia.
Con la ayuda de nuestra inteligencia y de la inestimable aportación de Darwin, sin duda uno de los mayores benefactores de la Humanidad, podemos comprender las intenciones de la Naturaleza, y desde esta comprensión, proveernos de un pequeño (o no tan pequeño) margen de maniobra para optimizar nuestro comportamiento. Y con el término “optimizar” queremos decir, reajustar nuestra conducta instintiva para hacerla más placentera, aun a costa de menoscabar los intereses de la Naturaleza, o lo que viene a ser lo mismo, de la especie.
Lo veremos más claro con un ejemplo:
Los salmones están programados para remontar la corriente, enfrentándose con todo tipo de peligros, hasta alcanzar el nacimiento del río, desovar allí y morir por extenuación.

Y no es que la Naturaleza sea cruel con sus criaturas. Simplemente es práctica, y para que la especie salmón prospere y sobreviva, conviene que los huevos se depositen en el nacimiento del río. La razón de ello es que gracias a esta estrategia los alevines podrán dejarse caer río abajo hasta llegar al mar, sin tener que gastar energía en luchar contra la corriente, puesto que ese trabajo ya lo hicieron sus progenitores, pagándolo con su vida.
Si existiese en algún universo paralelo, una especie de salmón inteligente, que comprendiese la razón última de su afán de remontar la corriente y lo que les espera al final, podría idear una conducta más acorde con sus intereses individuales. Por ejemplo, podría llegar a la conclusión de que le resultaría más práctico remontar la corriente hasta encontrar un remanso tranquilo donde depositar los huevos, y disfrutar en él de una plácida existencia hasta el final de sus días.
Pero esta conducta “inteligente” perjudicaría los intereses de la especie, o lo que es lo mismo, pondría en peligro el diseño “salmón” que tal vez desaparecería de la faz del planeta como resultado de este planteamiento individualista.
Sin embargo, a ningún humano le preocupa que nuestra especie desaparezca dentro de un millón de años y, además, dada la peculiar naturaleza de nuestra especie, su  dominio del medio y el poder resolutivo de su tecnología, no parece probable que nos extingamos por el simple hecho de incumplir ciertas directivas genéticas. 

Por ejemplo, a pesar de las técnicas de control de la natalidad, contrarias a las directivas de la Naturaleza, seguimos creciendo gracias a que nuestra tecnología reduce la tasa de mortalidad y compensa así la disminución de nuevos nacimientos.

Y dicho esto, pasemos a considerar qué acciones podríamos emprender para escapar, aunque sólo sea parcialmente, de ese poderoso ciclo (>DESEAR>CONSEGUIR>VOLVER A DESEAR>) que nos arrastra, como al salmón, hacia un punto imaginario donde creemos que se encuentra la felicidad, pero dónde sólo hallaremos la muerte y la decepción, una vez cumplido nuestro destino.
Resulta evidente que nuestra mente está diseñada para que sólo seamos felices durante los periodos en que ascendemos río arriba, superando obstáculos y evitando las fauces de las hambrientas alimañas. Por otra parte, no podemos evitar el sufrimiento cuando nos encallamos o resbalamos y nos vemos arrastrados buena parte del trayecto que tan trabajosamente recorrimos.
Es decir, que la Naturaleza se ha asegurado de instalarnos en la cabeza, junto a la inteligencia, un detallado mapa emocional con instrucciones precisas de lo que tenemos que hacer, o no hacer, para obtener placer y evitar el dolor. Así que no vale la solución de quedarse en la desembocadura del río, sin intentar siquiera avanzar unos metros corriente arriba, porque en tal caso nos sentiriamos muy desgraciados.
La clave del éxito hay que buscarla en el concepto de gradiente. El grado de felicidad no depende de la altura que ocupemos en el curso del río, sino de la velocidad de ascenso. Así, un salmón que ascienda a 5 Km/h en el primer tramo, puede ser más feliz que otro que haya alcanzado el último tramo del río, pero que sólo avance a 1 Km/h.
Lo que importa, volviendo al escenario humano, no es el cargo o la posición que se ostente, sino las expectativas de mejorar esa posición. El ejecutivo que gana un millón de euros anuales y teme que lo degraden a un puesto de inferior categoría en el que sólo gane 750.000 euros, sufrirá un estrés insoportable y probablemente decaiga en una profunda depresión. Por el contrario, un mozo de almacén que gana 10.000 euros al año, se siente inmensamente feliz si cree que lo van a ascender a encargado de 2ª, con un sueldo de 15.000 euros.
Y llegados aquí, hemos de sacar algunas conclusiones prácticas que nos ayuden a ser felices que es, en definitiva, el objetivo primordial de todo individuo y el que aquí nos interesa.
1 El placer del ascenso se acorta y el dolor del descenso se alarga
El dolor que nos ocasiona la pérdida del estatus por degradación es más fuerte y duradero que el placer obtenido por los ascensos. Esta asimetría es comprensible si recordamos que la Naturaleza no está interesada en ser "justa" sino en que ascendamos a cualquier precio, y de ahí que nos cierre la puerta hacia el fracaso amenazándonos con un fuerte castigo.
Por ejemplo, el placer que obtenemos al ser nombrados jefes del grupo en el que trabajamos, es mucho menor y duradero que el dolor que sufriríamos si finalmente nos degradaran y volviésemos a ocupar el puesto inicial. Otro ejemplo: nos acostumbramos muy pronto a unos zapatos cómodos pero tardamos mucho en adaptarnos a unos zapatos incómodos.
Moraleja: No te muevas de una posición en la que te sientas cómodo hacia una posición inestable se mayor estatus, creyendo que no tienes nada que perder porque lo peor que podría ocurrirte es volver al punto donde ahora estás. El retroceso es vivido como fracaso por ti y por los demás y el costo es mucho mayor que el beneficio de un éxito de la misma magnitud.

2 Cuanto más arriba estemos, más fácil y doloroso será caer
Ante una posible mejora de estatus (un ascenso por ejemplo) debemos tener en cuenta que, en general, cuanto más arriba estemos en el río, más turbulentas y rápidas serán las corrientes. Es decir, más trabajo nos costará mantener la posición y evitar el retroceso por arrastre.

Moraleja: No debemos buscar o aceptar un ascenso si creemos que nuestra posición se volverá más incómoda que la que ahora tenemos, porque si finalmente caemos hasta la posición inicial sufriremos una gran decepción, más dolorosa y duradera que la satisfacción que conseguimos al ascender. Sería el ejemplo de un soltero que decide casarse con una pareja de trato difícil, encandilado por las satisfacciones inmediatas que espera conseguir.

3 Separar los acontecimientos placenteros
Cuando se disfruta de una experiencia placentera (comprar el último modelo de smartphone, por ejemplo) se segregan endorfinas y esto produce placer. Sin embargo, si todos los días nos compramos un nuevo smartpfone o cualquier otro capricho, el incremento permanente de endorfinas en sangre induce un reajuste automático en los receptores celulares que se vuelven menos sensibles. El resultado es que los sucesivos estímulos producen respuestas de menor intensidad y que cada vez, como les ocurre a los adictos a las drogas, necesitaremos dosis mayores para mantenernos en el mismo nivel.
Es el síndrome de los supermillonarios y de las estrellas de Hollywood a las que les sale todo bien durante demasiado tiempo.
En los casos de superabundancia de éxitos sucesivos el sujeto, lejos de ser más feliz, sólo consigue elevar la necesidad de nuevos éxitos para mantener el nivel de satisfacción. Como es imposible superarse continuamente, acaban cayendo en la depresión a pesar de disfrutar de experiencias que a los demás les parecen sublimes. En no pocos casos incurren en las adicciones a las drogas en un intento desesperado de mantener el nivel de satisfacción en un valor aceptable.
La solución a este problema pasa por espaciar las experiencias agradables. Si tenemos a la vista dos eventos agradables, distanciarlos tanto como sea posible. Así permitimos a la curva de satisfacción alcanzar un máximo y descender suavemente hasta alcanzar el nivel normal. Después se planifica la siguiente experiencia y se optimiza la satisfacción.
Si acumulamos experiencias agradables en un mismo día, se alcanzará un pico muy alto, que descenderá rápidamente y producirá una depresión posterior. Si medimoss el monto total de felicidad conseguida con la suma de varias experiencias acaecidas en un mismo día, será mucho menor que el que conseguiríamos distribuyéndolas en varios días.
Cuanto más separación haya entre los acontecimientos placenteros mayor rendimiento global. En especial hay que evitar la coincidencia temporal de acontecimientos muy placenteros.
La planificación ideal consistiría en procurar experimentarr una satisfacción diaria, encajando en nuestra agenda las experiencias agradables (ir al cine, cenar en un restaurante, pasar una tarde con un amigo, etc.) distribuyéndolas a lo largo de la semana. También es buena idea tener experiencias agradables en reserva para cuando nos falle una programada o atravesemos un bache producido por algún evento desagradable.
Por ejemplo, si tenemos pensado comprarnos un capricho, dejemoslo en reserva para un mal día.
También se recomienda, si es posible, planificar las experiencias agradables para las primeras horas del día. Las endorfinas generadas circularán por nuestra sangre durante varias horas y eso nos producirá euforia duradera y sostenida. Si el nivel de endorfinas es muy alto al llegar la noche, nos costará dormir y al día siguiente, agotado el efecto de las endorfinas, habremos de enfrentarnos a la resaca de una noche sin sueño profundo.
Reservemos la noche para recuperarnos del bajón que sucede a un "subidón" de endorfinas acontecido a primeras horas del día.

Tener experiencias agradables planificadas para el futuro
Algo que se suele ignorar es que la principal fuente de satisfacción no es la consecución aquí y ahora de acciones placenteras, sino la creencia justificada de que en un futuro cercano tendremos esas satisfacciones.
Por ejemplo, pensar que tras unos meses de preparación conseguiremos el puesto de trabajo con el que siempre hemos soñado, generará endorfinas diariamente durante meses o incluso años. La ventaja de estas endorfinas es que se producen en pequeñas cantidades pero con carácter sostenido, lo que nos proporciona un fondo de satisfacción permanente. Es lo que llamamos "felicidad".
El avaro, que podría parecernos estúpido, en cuanto que renuncia a las satisfacciones que le depararía gastar su dinero en placeres, sigue otra astuta estrategia: cambia las inyecciones bruscas y perturbadoras de endorfinas que consigue el comprador compulsivo, por una lluvia suave y continua que se prolonga y mantiene durante toda la vida. Estas endorfinas provienen de la creencia justificada en que con ese dinero que no gasta, podrá comprar grandes satisfacciones, tan pronto lo decida, pero para que la lluvia fina de endorfinas continúe, debe renunciar a satisfacciones intensas.
No proponemos aquí la avaricia, y ni siquiera la creencia en un paraíso donde seremos eternamente felices a cambio de renunciar a los placeres mundanos, pero si recomendamos tener planes a medio y largo plazo que involucren experiencias agradables.
Estos proyectos a largo plazo son productores fiables de endorfinas de mantenimiento, y tal vez la auténtica clave de la felicidad, en contraposición a la azarosa vida del buscador compulsivo de placeres intensos que navega en una permanente tempestad de fuertes satisfacciones y profundas depresiones.

En resumen, nuestro estado de satisfacción está regulado por endorfinas, que son sustancias químicamente semejantes a los opiáceos que consumen los adictos. La diferencia es que no se pueden comprar, sino que hay que extraerlas de nuestro propio cerebro por el procedimiento de superar los retos que nuestros instintos nos plantean continuamente (conquistas sexuales, comida nutritiva rica en azucar y grasa, ascensos en la escala social, acaparamiento de riquezas, etc.)

Lo que sí podemos hacer con nuestra inteligencia es planificar con juicio las dosis, evitar el consumo compulsivo y tratar de dosificarnos sabiendo que los excesos se pagan y que es preferible dosis pequeñas y sostenidas con ligeras fluctuaciones que dosis fuertes que generen el inevitable síndrome de abstinencia y la necesidad de conseguir crecientes dosis a cualquier precio.

7 comentarios:

  1. ¡Qué artículo tan interesante! Lo he leído rápidamente sin poder parar. ¡Gracias YACK! Lo malo será que… ahora me quedaré esperando mi próxima dosis, o sea ¡la siguiente entrada en esta Tertulia!

    Saludos cordiales

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  2. Me alegra saber que te gustó el post y que contribuyó a poner unas gotas de endorfinas en tu cerebro.

    Por otra parte, la espera, lejos de ser mala es lo mejor de todo, porque te mantendrá ilusionada, con independencia de que el próximo post sea bueno o no.

    Lo importante, a efectos de felicidad, es tener ilusión, justificada o no, en que el futuro nos deparará experiencias agradables.

    Procuraré no defraudarte porque si así lo hiciera, perderás la ilusión en los siguientes artículos y habré fastidiado una fuente de placer de ámbito planetario, económica y duradera.

    Y eso me causaría gran sufrimiento porque sería la prueba de que he fracasado en mi proyecto.

    Y es que todos estamos entrelazados por una tupida red de evanescentes fibras de dolor y placer que nos arrastran, sutilmente, a optimizar nuestro comportamiento para cumplir los planes de la madre Naturaleza, la gran diseñadora.

    Saludos cordiales, Dulcinea.

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  3. Excelente todo lo que dices Yack.

    Me pareció muy interesante eso de que "Se recomienda planificar las experiencias agradables para las primeras horas del día si es posible"

    Yo muchas veces leo cosas interesantes en la noche y suben las hormonas, y puede que me provoque insomnio. Ahora mejor lo voy a hacer mas temprano, antes lo así y creo que funcionaba, pero no era muy consciente de porque funcionaba.

    Saludos :-)

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  4. Hola Writkas, abundando en lo que comentas, pienso que debemos conducirnos como si fuésemos adictos a la cocaína y dispusiéramos de un exiguo presupuesto semanal para adquirir coca.

    Tenemos que administrar el presupuesto con juicio evitando sobredosis para eludir el inevitable síndrome de abstinencia. También nos conviene espaciar y distribuir equitativamente las dosis disponibles, así como procurar tomarlas a horas tempranas para aprovechar su efecto placentero y estimulante durante todo el día y que haya tiempo para que al llegar la hora de dormir su efecto se haya disuelto casi por completo.

    Como bien dices, una simple lectura estimulante a última hora puede liberar endorfinas suficientes para mantener la mente tan activa que no deje al sueño tomar el control.

    Saludos cordiales.

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  5. También hay personas que recomiendan que leer una poesía todas las noches, para dormir bien. Ya que dormir es muy bueno, sin duda. Si dormimos mal andamos de mal humor, cansados, con los músculos adoloridos. Siempre es bueno tener una hora fija y si se está muy desincronisado respecto a la hora ideal, no es malo tomar alguna pastillita para dormir, pero siempre no hay que abusar y consultar bien a especialistas antes de automedicarse como muchos hacen.

    Saludos :-)

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  6. Lo de dormir bien es esencial para empezar el día con buen pie.

    Mi receta, por si le interesa a algún insomne, es esta: Acuéstate temprano, y si te despiertas, por ejemplo, a las cinco, y no te duermes inmediatamente, te levantas y te pones con lo que tengas pendiente de hacer, mientras disfrutas del amanecer, el acontecimiento más bonito del día.

    No hay que preocuparse por las horas que duermes, siempre que te levantes de la cama con la mente despejada. Si el cuerpo lo necesita, al día siguiente dormirás más. Hay gente que tiene suficiente con dormir 2 horas y otras necesitan 12.

    Lo importante es sentirse bien durante el día.

    Mi soporífero preferido y casi homeopático es ponerme la radio con el volumen bajo y un programa en el que se traten temas de de mi agrado. Si no hay nada en la radio que me interese, pongo el mp3 con la grabación de un programa de economía que me induce un sueño profundo en menos de diez minutos.

    Al ser un tema que me interesa, retiene mi atención y evita que piense en problemas y al haberlo oído muchas veces, no despierta mi curiosidad tanto como para mantenerme despierto.

    Felices sueños, Writkas.

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  7. Añado más:

    Es recomendable dormir entre 8 y 10 horas al día, pero de esas 8 y 10 por lo menos hay que dormir 6 horas bien. Dormir 6 horas bien es un sueño reponedor, dormir de más no sirve y incluso no hace bien.

    Saludos :D

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