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Natural vs artificial

Los términos “natural” y “artificial” se suelen utilizar como conceptos antagónicos, contrarios, excluyentes e incompatibles. Y, a partir de ahí, y con demasiada frecuencia, se toma partido por alguno de ellos, rechazando el otro como intrínsecamente perverso.
Pero, curiosamente, la mayoría de los individuos que viven en un mundo artificial son, a un tiempo, sus más acérrimos críticos y los que más disfrutan de su confort, mientras que aquellos otros que viven en estado natural, añoran el esplendor de las comunidades avanzadas y tan pronto les resulta posible emigran a ellas.


Entre estas dos líneas maestras, el rechazo y la adoración, se desarrolla una complejidad ilimitada de posturas, teorías y opiniones, impregnadas en buena parte de tópicos irracionales y juicios ingenuamente éticos que se contradicen con el propio modo de vida.

En esta tertulia tratemos de esclarecer qué se entiende por “natural” y “artificial” así como sus mutuas relaciones e interdependencias.


Yack:
Empecemos por hacer un poco de historia para colocar en su lugar las piezas que nos van a hacer falta mencionando que el universo ha experimentado un proceso evolutivo que, desde el punto de vista que aquí nos interesa, puede dividirse en tres niveles sucesivos de organización:

Nivel UNO
En un principio, el universo sólo fue un amasijo de átomos interactuando al azar con la única limitación y guía de las leyes básicas de la física. Como resultado de este modelo organizativo aparecieron estructuras (moléculas, planetas, galaxias, etc.) que podríamos llamar de primer nivel, cuyo estudio corre a cargo de la química inorgánica, la geología, la astronomía y la física. El origen de este primer nivel de organización fue el Big Bang y las condiciones iniciales (constantes y leyes físicas) que se conformaron en ese instante, determinando el tipo de universo que habitamos, estable y compatible con la vida.

Nivel DOS
El segundo nivel de organización comienza (al menos en lo que conocemos) hace tan solo 4.000 millones de años y es conocido como Vida. Los átomos que pasan a formar parte de los seres vivos adoptan un tipo de organización mucho más compleja, que da lugar a nuevas y sorprendentes propiedades, de entre las que destaca la teleolonomía. Los seres vivos, sin excepción son teleonómicos, es decir, su diseño responde a una finalidad (sobrevivir en un medio hostil) y todas sus partes, órganos y sistemas están configurados y coordinados entre sí de acuerdo con un plan maestro que atiende a ese objetivo teleonómico.

El factor que desencadena este nuevo nivel de organización es la aparición de macromoléculas con capacidad autorreplicativa. Importante advertir aquí que la materia viva y sus leyes de comportamiento son totalmente compatibles y coherentes con las leyes del primer nivel.

Nivel TRES
El tercer nivel de organización surge hace tan solo 100.000 años, con la aparición del homo sapiens y su gran cerebro, capaz de organizar la materia de una manera nunca vista hasta entonces, generando una amplia variedad de artefactos y de nuevas e inéditas propiedades emergentes.

Por ejemplo, aparecen radiotetelescopios que pueden escrutar la composición química de estrellas tan alejadas que resultan invisibles al ojo desnudo, máquinas capaces de realizan cálculos que hasta hace menos de un siglo, sólo estaban al alcance de la mente humana, sistemas de comunicación a larga distancia por ondas electromagnéticas moduladas, etc.

Resumiendo, el primer nivel dependió del Big Bang y de las leyes físicas que se originaron, el segundo nivel se desarrolla a partir de moléculas autoreplicantes que son estructuras del primer nivel y el tercer nivel se despliega a partir del homo sapiens que es una estructura genuina del segundo nivel.

Si en el primer nivel la organización dependía del azar y en el segundo de una intencionalidad difusa generada por el mecanismo de selección natural, en el tercero la organización es el resultado de una voluntad inteligente capaz de trazar planes y perseguir objetivos.

Y llegados aquí, estamos en condiciones de abordar el tema que nos interesa: lo artificial, es decir, las estructuras, propiedades y procesos de tercer nivel, aquellos que han sido generados por la voluntad humana y que sólo con su intercesión pueden explicarse. Veamoslo:

Conciencia de culpabilidad ecológica
A partir de esta visión objetiva de los niveles organizativos que se han ido desplegando a lo largo de la evolución de nuestro universo, resulta claramente inapropiado contraponer o comparar niveles de organización diferentes, es decir, afirmar que lo artificial es contrario o está en lucha con lo natural o que lo natural es siempre mejor que lo artificial.

El ser humano estableció la categoría de “natural” para los niveles uno y dos y reservó la categoría de “artificial” para todo aquello que él diseñó y creó, pero ¿por qué acabó creyendo que lo artificial, lo que emanó de él, representaba lo más negativo, inferior y nocivo?

Tal vez la razón de ello se deba a que su responsabilidad sólo se extendía al ámbito de lo artificial por haber emanado de su voluntad. Un rayo, un terremoto, una epidemia, por devastadores que sean sus efectos no es responsabilidad suya, pero sí lo es la catástrofe provocada por una crecida que arrasa la presa de un embalse.

La naturaleza nos ha dotado del sentimiento de culpa para que nos sirva de acicate y nos impulse a luchar contra nuestros propios errores y para instarnos permanentemente a superarnos en el progresivo dominio de los tres niveles de organización y, muy particularmente en el nivel 3, nuestra aportación más importante a la evolución del universo.

Este sentimiento de culpa “ecológica” que sustituyó al miedo a la ira de los dioses, se traduce en una disculpa apriorística de las acciones desencadenadas en el primer y segundo nivel. Esta permisividad con los crímenes de la naturaleza, se refuerza con una condena desproporcionadamente severa y crítica con las acciones humanas, llegándolas a considerar auténticos crímenes contra la pura e inmaculada madre naturaleza. Un importante ecologista lo expresó claramente afirmando que “el hombre es un cáncer sobre la piel de la Tierra”.

Así que cuando una presa es barrida por una inundación inesperada, solemos afirmar o creer que la Naturaleza se ha enojado con nosotros y nos ha infringido un fuerte castigo para rebajarnos la soberbia y ponernos en nuestro lugar. En esta misma línea, solemos cuestionarnos sobre si tenemos el derecho de “oponer” nuestras construcciones artificiales a la dinámica del nivel 1 y 2 y cuando lo hacemos y fracasamos sentimos miedo y remordimiento ecológico, que es una nueva variedad ética surgida en las últimas décadas.

Compatiblizar todos los niveles
Quizá la postura racional que habría que adoptar no sea la de cuestionarnos si nuestro nivel de organización es mejor o peor, superior o inferior, prioritario o subordinado, que los dos niveles precedentes, sino la de buscar la forma óptima de compatibilizar la dinámica de los tres niveles con una perspectiva temporal amplia.

Así, por ejemplo, podemos extraer petróleo del subsuelo y emplear su energía para satisfacer nuestras necesidades de confort y crecimiento, pero debemos ser conscientes y tener en cuenta las consecuencias a largo plazo.

De otra parte, resulta imprescindible encontrar la perfecta armonía entre los tres niveles si no queremos fracasar en nuestros proyectos. Así, por ejemplo, un arquitecto debe, cuando construye un edificio, imaginar las consecuencias que un huracán o un terremoto (primer nivel) pueden producir sobre la construcción y también debe sopesar el impacto que el segundo nivel (una plaga de termitas, un entorno insalubre) puede ejercer sobre su proyecto. Por otro lado, resultará obligado considerar y evaluar el impacto que su obra artificial puede ocasionar sobre los niveles 1 y 2, porque si no lo hace, probablemente no alcanzará su objetivo a corto, medio y largo plazo: crear un entorno apacible para el disfrute de sus congéneres.

Más sentido común y menos ética
Pero esta estrategia, que no es otra cosa que sentido común en estado puro, no es una cuestión de ética como muchos piensan, sino de efectividad. Cuando en una selva amazónica se produce una lluvia torrencial, muchos animales son barridos de su hábitat y ese acontecimiento no puede interpretarse como una lucha entre el nivel 1 y el nivel 2. Los animales supervivientes, a través de la selección natural, cambian sus costumbres y remodelan su diseño para adaptarse al efecto destructivo de próximas lluvias torrenciales.

De la misma manera, el ser humano que es el responsable de generar y gestionar el nivel 3, debe poner especial cuidado en prever las consecuencias que sus desarrollos tendrán en los otros dos niveles y estos en el suyo.

Y es algo que estamos haciendo cada vez mejor, pero no podemos exigir la perfección, exenta de errores, a una especie animal que, en un tiempo muy corto y sin experiencia previa, está desarrollando un nuevo nivel de complejidad que cambiará notablemente la evolución del universo.

Es comprensible que nos veamos a veces superados por los acontecimientos. Pero si algo caracteriza al tercer nivel organizativo es su ductilidad adaptativa. Mientras que la vida tarda millones de años en adaptarse a los cambios, la civilización humana lo hace en años, meses o días, y cada vez es más rápido el tiempo de respuesta y mejores sus resultados.

Cuando comenzamos a utilizar la energía fósil, no éramos, no podíamos ser, conscientes de las consecuencias sobre el planeta que tendría la liberación de C02 en cantidades masivas, pero a medida que este impacto se ha producido hemos comenzamos a tomar medidas de evitación.

El gran destino del género humano
Según lo dicho anteriormente, nuestra tarea será la de comprender y valorar las interacciones de los tres niveles organizativos para que nuestras predicciones se cumplan, es decir, para que el futuro sea lo más parecido a lo que nosotros deseamos y para conseguirlo no podemos ignorar ningún nivel.

En la actualidad, el hombre está empezando a comprender que es el auténtico dueño y señor de los tres niveles, porque es la única criatura que los comprende y tiene acceso al tercer nivel cuyo poder transformador crece día a día, expandiéndose y penetrando los otros dos niveles.

Con el desarrollo de la ingeniería genética y de la nanotecnología se está abriendo una nueva etapa de explotación del primer y segundo nivel al tiempo que se está haciendo posible la ingeniería y el diseño a nivel molecular en el tercer nivel. En no más de dos siglos, el mecanismo de la selección natural comenzará a ser sustituido por el del diseño inteligente, regido y dirigido por la voluntad humana.

Pero, ¿significa esto que nuestro avance nos dirigirá inevitablemente contra la naturaleza (primer y segundo nivel), y que acabaremos con ella?

En modo alguno. No podemos ir contra la naturaleza porque somos naturaleza. Hemos sido engendrados en el segundo nivel para dar lugar al tercer nivel y, por lo tanto, sólo estamos ejecutando el mandato de esa naturaleza, como en su día lo hicieron las moléculas autorreplicantes. Convendría, para mayor claridad, llamar Naturaleza a los tres niveles organizativos, en lugar de a los dos anteriores a la aparición del hombre, porque el hecho de que nosotros seamos los generadores del tercer nivel, no nos debería impedir comprender la auténtica perspectiva de la evolución del universo.

Nosotros, los humanos, no somos un problema para la naturaleza, sino su última y más avanzada solución evolutiva. En un principio la naturaleza comenzó deambulando por los caminos del azar, después tomó el rumbo basado en la ciega selección natural (diseño acumulativo) y por último está incorporando la reflexión y la voluntad consciente para avanzar hacia objetivos predeterminados (diseño inteligente).

A partir de ahora y gracias a las propiedades del cerebro humano, la naturaleza puede avanzar mediante el diseño inteligente. Ya no es necesario, como ocurría en la evolución darwinista, fabricar millones de individuos semejantes y someterlos a la muerte selectiva para avanzar en el diseño de la especie. En el futuro, todo el procedo de diseño tendrá lugar virtualmente, en el cerebro humano y en los ordenadores a velocidades millones de veces más rápidas y todo ello con un consumo de recursos mínimo.

Este es el gran avance que supone el ser humano en la evolución del universo. El salto al tercer nivel, en el que el diseño se planea por anticipado y se optimiza antes de sustanciarlo en prototipos materiales, en el que se estudia y comprende el funcionamiento de la realidad y a partir de esa comprensión se construyen diseños compatibles con ella que satisfacen directamente nuestros deseos.

Entonces ¿hasta dónde podemos llegar? Y la respuesta es: hasta donde nuestra inteligencia nos permita, siempre que consideremos y midamos los efectos a largo plazo de nuestras acciones sobre los tres niveles organizativos, pero eso ya lo sabíamos y lo aplicamos, con mayor o menor fortuna, en cada acto y decisión que tomamos.

Confiemos pues en el ser humano y concentremos nuestro esfuerzo en avanzar con la prudencia necesaria para no provocar situaciones que no deseamos. Pero, por lo demás, tenemos permiso de la madre naturaleza para hacer lo que nuestra mente, su gran obra, pueda y quiera imaginar.

De alguna forma, nuestros deseos son los de la naturaleza porque ¿de qué otro lugar podrían haber venido?

2 comentarios:

  1. ¡Muy buena esa clasificación!, aunque puestos a comenzar el tercer nivel, yo hubiera comenzado por homo erectus, o incluso homo hábiles, pero bueno, esto carece de importancia. Una pequeña objeción: el sentido común, al igual que los usos y costumbres de una comunidad, no son al fin y al cabo más que un sistema ético o moral, es decir, la moral o la ética (la única deferencia estriba en lo argumentativo) son acuerdos comunales para la cohesión y la cooperación grupales. Por lo demás, comentarte lo aparentemente paradógico que siendo parte de la naturaleza podamos acabar con ella por el dominio que hemos adquirido sobre ella.
    Podemos llegar muy lejos, aunque nuestra capacidad intelectual pueda estar limitada, en el futuro se podrá trabajar con maquinaria que en ciertos aspectos serán mucho más inteligentes que nosotros, que resolverán cuestiones intelectuales que los humanos por nosotros mismos seríamos incapaces de resolver. Por último, esa plasticidad neuronal de que hacemos gala. Ahí se encuentra en verdad nuestro despegue en relación a los otros primates: el neocórtex es muy plástico, lo que nos permite aprender constantemente.
    Saludos

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  2. Esta paradoja que señalas (que siendo parte de la naturaleza podemos acabar, en parte, con ella) es, en mi opinión, sólo aparente y surgida de la falsa y miope dicotomía natural/artificial.

    De la misma forma que determinadas estructuras vivas se impusieron sobre otras, asistimos a la emergencia de una nueva categoría de seres que podríamos llamar "artificiales", con un potencial casi ilimitado.

    Entonces, si elevamos el punto de vista lo suficiente, veremos que la vida orgánica sólo es un escalón en la evolución del universo y que estamos asistiendo al despliegue de un nuevo nivel de complejidad y diseño que ahora identificamos con la tecnología humana.

    Sin embargo, este despliegue pronto se independizará del animal humano y se hará autosuficiente y tan complejo respecto al homo sapiens como el homo sapiens lo es en relación a un protozoo.

    Y además este despliegue se esta produciendo en unos pocos años, aunque es tan novedoso y rápido en su desarrollo que lo identificamos como una simple curiosidad pasajera, asociada indisolublemente al ser humano.

    Pienso que la especie humana, respecto a las nuevas formas de seres tecnológicos, representa el mismo papel que las arqueobacterias en relación con la especie humana. Sólo que el proceso de transición es varios millones de veces más rápido y no se basa, por primera vez en la historia conocida, en mutaciones aleatorias del ADN validadas por la selección natural.

    Saludos.

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