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¿Qué es el tiempo?

Cada vez que pensamos, imaginamos o hablamos, utilizamos explícita o implícitamente el concepto de tiempo y a veces llegamos a ser conscientes de que nos desplazamos continua e inevitablemente entre el pasado y el futuro atrapados en ese estrecho y asfixiante instante que llamamos presente. Y aunque, desde el mismo instante en que nacemos estamos inmersos en esta paradójica situación, tan pronto como intentamos verbalizar el concepto de tiempo, tomamos conciencia de lo imprecisa que es esa noción y del insondable misterio que se esconde tras ella.

En esta tertulia nos arriesgaremos a penetrar en ese profundo misterio de la existencia, a despecho de que nadie hasta ahora haya conseguido, no ya resolverlo, sino acercarse siquiera al meollo del problema.

Material de consulta:

http://www.youtube.com/watch?v=toXIASLCTVg

http://www.youtube.com/watch?v=LD-g4eTMOtA

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Yack:

Soy de la opinión de que la filosofía sólo debe aventurarse a lanzar hipótesis en aquellos temas que la ciencia aún no ha resuelto y, cuando lo haga, debe mantener completa coherencia con los datos aportados por la ciencia y tomarlos como base de sus especulaciones. En otro caso sólo estaría divagando frívolamente y contribuyendo con ello a desorientar a los lectores de buena fe que confían en cualquier cosa impresa en papel que se vende en una librería.

La naturaleza esencial del tiempo es uno de esas escasas parcelas de la curiosidad humana en las que la ciencia no ha podido y, como veremos, tal vez nunca pueda, aportar respuestas definitivas capaces de satisfacer las expectativas del instinto exploratorio más extremo del homo sapiens. Y dicho esto, a manera de disculpa, nos atreveremos en esta ocasión y sin que constituya un precedente, a explorar, sin más límites que nuestra imaginación, ese reducto inaccesible a la ciencia donde campa a sus anchas los intangibles conceptos de Tiempo y Conciencia.

Sin duda el tiempo, sea lo que sea, está íntimamente asociado a la conciencia y sólo profundizando en uno de ellos se conseguirá avanzar en el otro.

Nos guste o no, lo creamos o no, la realidad es captada e interpretada por nuestra mente y finalmente “visualizada” por la conciencia y no hay manera de salirnos de nuestra propia mente o conciencia para poder analizar directamente la realidad, por lo que no nos queda otra opción que la de confiar ciegamente en lo que nuestra mente elabora y expone a la conciencia para su visualización.

De acuerdo -se podrá objetar- pero existen instrumentos cada vez más sofisticados para estudiar la mente y la conciencia humana y la ciencia ya puede plantear experimentos físicos y elaborar teorías eficaces para definir y explicar las propiedades del tiempo.

Desde un punto de vista filosófico, en cuanto aspiración al conocimiento directo de la verdad, ni las ciencias físicas ni la neurociencia puede aportar ninguna información sobre la naturaleza profunda de la conciencia y del tiempo y eso por una sencilla razón. Los propios instrumentos, las propias elucubraciones de la ciencia y de los científicos son percibidas a través de la conciencia y, por la misma razón que no podemos averiguar si un sueño muy vivido es real, tampoco podemos salirnos de nuestra propia mente para confirmar, mediante observación directa, que la realidad es tal como nos parece y ni siquiera que tiene existencia propia más allá de nuestra conciencia.

Supongamos que el científico X descubre sendas teorías sobre la conciencia y el tiempo, infinitamente precisas y comprensibles que, además, pueden explicar todas nuestras percepciones y hacer predicciones comprobables. ¿Resolvería esto el problema filosófico?

Imaginemos por un momento que pertenecemos a una mundo virtual de tipo Matrix, en la que la realidad esta amañada y que incluso nuestra mente es sólo una parte de esa realidad virtual, cuyo funcionamiento sigue un algoritmo prediseñado. El científico X y su teoría Y sólo serían, en tal caso, una parte de esa falsa realidad y los sentimientos que despertaran en nosotros, sólo serían reacciones automáticas o programadas que nos trasmitirían la sensación de que “estamos descubriendo la autentica verdad”. Pero, ¿cuántas veces en nuestra vida hemos sentido esa peculiar sensación de certeza y después resultó falsa?

Con esto quiero decir que, más que verdades, existen “sensaciones subjetivas de verdad” y es a eso a todo lo que podemos aspirar. La verdad que nos proporciona la ciencia es puramente práctica, instrumental, pero no llega, no puede llegar, a la categoría de certeza metafísica.

Hasta donde sabemos, nuestra mente está formada por partículas que se rigen por leyes inexorables basadas en las interacciones de fuerzas de diferente naturaleza, pero deterministas. Si en su continua interacción generan pensamientos, ¿no serán estos pensamientos deterministas y embebidos en la propia dinámica de la realidad y, por tanto, incapaces de llegar a ninguna conclusión que no estuviera ya predeterminada?

Y sin embargo, percibimos la sensación consciente (una vez más la sensación) de que nuestro pensamiento es libre y puede buscar la verdad allí donde se encuentre.

Nos parece que nuestra conciencia tiene acceso a la realidad tal cual es, que puede modificarla a su capricho y hasta que puede comprenderla. Y nuestra teoría científica sobre la realidad y sobre nuestra conciencia implica que nuestra mente, sea lo que sea, no es más que un conglomerado de partículas subatómicas interaccionando de acuerdo con sus propias leyes subatómicas. ¿Dónde queda lugar para la libertad y la búsqueda de la verdad?

Y sin embargo, y pese a todo, seguimos percibiendo la sensación de “certeza de la independencia del yo frente al universo determinista”. Y como no nos satisface cualquier otra visión contraintuitiva, seguimos necesitando algún tipo de explicación que satisfaga nuestra certeza indemostrable.

Veamos lo que podría ser una posible explicación o acercamiento hacia el núcleo duro de la teoría de la conciencia y del tiempo, aunque advierto que no se trata de una teoría científica falsable y predictiva, sino de una teoría genuinamente filosófica que tal vez (y eso si es una predicción falsable) nunca pueda dejar de serlo.

La física teórica afirma que la unidad de tiempo más pequeña que puede medirse en nuestro universo es el tiempo de plank, que sería el tiempo que tarda un fotón en recorrer el espacio de plank, que, a su vez, se define como la distancia más pequeña que una partícula puede recorrer.

La longitud de planck es de 1.6/100000000000000000000000000000000000 m

El tiempo de planck es de 5/100000000000000000000000000000000000000000000 segundos.

Esto viene a significar que el presente, es decir, el intervalo de tiempo durante el que somos conscientes, es tan pequeño que en él no puede haber ningún movimiento, proceso o cambio significativo porque la partícula más rápida que existe (el fotón), sólo tiene tiempo de desplazarse la longitud de planck.

Y esto es todo lo que nos dice la física sobre el tiempo, y desde ese rígido trampolín tenemos que saltar al espacio filosófico armados únicamente de nuestra experiencia vivencial y del sentido común, suponiendo que el sentido común exista.

Ahora imaginemos un intervalo de tiempo de nuestra vida de 10 segundos. Por ejemplo, el intervalo de tiempo que ha transcurrido desde que comenzó a leer este párrafo.

Sabemos que podemos dividir ese intervalo en fotogramas de sucesivos presentes cuya duración máxima es de 1 TP (Tiempo de Planck). El presente sólo puede durar, en el mejor de los casos 1TP, así que podemos imaginar esos diez segundos de nuestra vida como una cantidad astronómica de presentes inmóviles de 1 TP cada uno.

Con un esfuerzo de imaginación salgámonos ahora de esa película de nuestra propia vida y observémosla desde el punto de vista de Dios, un ser al que supondremos capaz de vivir fuera del tiempo.

Ahora nos hemos convertido en Dios y podemos analizar la situación desde una nueva perspectiva. Elegimos un fotograma cualquiera, justo aquel en el que leíamos la letra "a" de la palabra "Planck".

Observamos la mente de nuestro yo temporal y no detectamos actividad ninguna a cualquier nivel que observemos. Todo está congelado, ningún proceso físico o químico tiene lugar, ningún cambio es posible en la ventana temporal de 1 TP.

Entonces ¿cómo es posible que nuestro yo temporal pudiera “pensar” cuando estaba atrapado en el presente de ese fotograma?

Tal vez, se podría objetar, el pensamiento, como el movimiento, transcurre a lo largo de la secuencia de fotogramas.

De acuerdo, pero existe una incomunicación esencial entre el pasado y el futuro. El fotograma de la izquierda es el pasado y nuestro yo temporal presente no tiene acceso a él. Y aún menos puede tener acceso al fotograma siguiente, el futuro que aún no ha tenido lugar.

Es decir, cada fotograma está totalmente aislado en su presente, y el hecho de que exista un fotograma a su izquierda (pasado) y otro a su derecha (futuro) resulta indiferente dado que el sujeto temporal no tiene acceso a ellos y no puede beneficiarse de la información que contienen.

- Eso es correcto, pero sí puede beneficiarse del proceso realizado en el pasado. Por ejemplo, el yo temporal efectúa una división siguiendo el proceso algorítmico que aprendió en la escuela, y va arrastrando los datos intermedios desde el pasado y actualizándolos en el fotograma del presente. Por similar razonamiento, cuando lee un texto, va arrastrando el significado general de las palabras que ha ido leyendo en el pasado. Entonces el presente, cada fotograma estático del presente, contiene una imagen condensada del pasado y sólo en ese sentido, el sujeto tiene acceso al pasado. No tiene acceso directo pero si indirectamente a través de un proceso de síntesis y condensación inteligente, aunque misterioso para la ciencia actual.

Pero podemos “visualizar” este proceso de condensación con un ejemplo: Un móvil que recorre una trayectoria circular, ocupa un punto estático y diferente en cada fotograma, pero a medida que avanzamos en el tiempo, se irá configurando un circulo completo en la memoria del observador. El fotograma final contendrá un círculo que informa de todos los puntos que el móvil ocupó en el pasado y gracias a ese círculo inmóvil el observador del presente tendría conciencia de la trayectoria como un movimiento a través del tiempo.

Bien, eso podría explicar el funcionamiento de un proceso intelectual a lo largo del tiempo, pero, ¿cómo explicar la conciencia?

La conciencia, o más exactamente la autoconciencia, no puede ser un proceso algorítmico que culmina en un resultado final ni en la imagen del círculo que resume y condensa infinitas posiciones del pasado. Sea lo que sea eso que llamamos conciencia o autoconciencia, sólo puede percibirse en el presente.

Podemos recordar un sabor del pasado activándolo en el presente, pero la conciencia de ese sabor sólo puede darse en el presente y el presente, recordemos, es un fotograma que dura 1 TP. ¿qué clase de proceso mental es aquel capaz de suministrar la conciencia de una vivencia en 1TP?

A veces pensamos en una persona o acontecimiento y podemos acotarlo en el tiempo de la memoria para, finalmente, percibir una especie de resumen estático, algo así como una impresión global de esa experiencia que originalmente pudo durar 1 segundo o 20 años. Podríamos admitir que esa prodigiosa labor de síntesis es un proceso algorítmico que se desarrolla en el tiempo, como una división, pero al final, se ha debido obtener una especie de resumen estático que quepa en un fotograma de 1TP, pero eso no es todo. Ahora es necesario tomar conciencia de ese fotograma para que sea algo más que una imagen escondida en el fondo de un baúl cerrado. Es decir, la conciencia exige la existencia de algún proceso que pueda desarrollarse íntegramente en 1 TP y que dé, como resultado, la concienciación de una experiencia necesariamente estática (el fotograma presente) que sea percibida como un acontecimiento pasado, dinámico y desplegado a lo largo de un intervalo temporal determinado.

Por tanto, nos encontramos con la contradicción insuperable de que el proceso de concienciación sólo puede trabajar sobre fotogramas estáticos, que la sensación de conciencia ha de producirse en 1 TP y que el resultado final es la impresión de estar desplazándonos vertiginosamente a lo largo de una dimensión temporal unidireccional que nos lleva del pasado al futuro.

Por otro lado cabría preguntarse, ¿para qué el prodigio de la conciencia si no posee valor adaptativo? Sí sólo somos máquinas de supervivencia, producto de un proceso ciego de selección natural, ¿para qué dotarnos del prodigio de la autoconciencia, sin valor práctico y de una dificultad técnica insuperable?

Veámoslo desde otro punto de vista:

Cada uno de nosotros sólo puede afirmar categóricamente que es consciente de que existe, porque es la única percepción directa que tenemos. Por otro lado, a un nivel más bajo podemos opinar que existe una realidad que engloba a seres como nosotros, océanos, montañas, animales, estrellas y muchas otras cosas. Pero esto es una opinión, no una percepción directa. De hecho, cuando soñamos, tenemos una percepción vivida de la realidad que, al despertar, sabemos falsa y, por otro lado, algún día nuestras mentes se podrán conectar a un ordenador, según el modelo matrix y hacernos vivir una realidad “falsa” generada por una máquina.

Así pues, la existencia de la realidad, más allá de la “sensación” de seguridad que nos proporciona la conciencia, es una hipótesis no falsable. La propia conjetura de la realidad nos proporciona las explicaciones sobre sí misma, y tenemos que fiarnos de ella porque no podemos observarla directamente.

Todo lo que nos dice la ciencia y nuestro propio raciocinio forma parte de esa nebulosa de conjeturas indemostrables. ¿Podemos asegurar que no estamos conectados a un ordenador o que no estamos inmersos en un sueño inducido?

Sólo hay una forma de saberlo y es forzar un despertar violento. Pero ¿cómo? Es muy fácil, sólo hay que coger un revolver, apoyarlo en la cabeza y apretar el gatillo. Pero, hay un problema, ¡alguna fuerza invisible nos prohíbe hacerlo!

Por lo tanto, nunca, la ciencia, nos podrá proporcionar la certeza de que existe una realidad independiente y envolvente porque la ciencia forma parte de la conjetura. Así que tenemos una conciencia (y eso es seguro) que según el modelo que poseemos del mundo real está fragmentada en fotogramas estáticos de 1TP y, de alguna forma, somos capaces de percibir movimiento y cambio en los fotogramas reales, que necesariamente, son estáticos.

¿No podría ocurrir que los fotogramas estáticos existiesen permanente y eternamente y nuestra conciencia saltase de uno a otro percibiendo la sensación de movimiento? Esto sería coherente con nuestras percepciones, y similar a lo que acontece al espectador de una película. Algunas teorías cuánticas admiten la multitud de infinitos universos paralelos que se bifurcan cada vez que tomamos una decisión o más exactamente, se produce un salto cuántico.

Y siguiendo con nuestra especulación ¿Por qué habría de existir más de un fotograma?

Si nuestra conciencia observara eternamente el fotograma correspondiente a esta palabra, ¿habría alguna diferencia?

Evidentemente no, luego tenemos que asumir que el resto de fotogramas (futuro y pasado) existen gratuitamente, sin ninguna utilidad ni necesidad esencial.

-Vale, pero todo esto que nos rodea, realidad, no existiría si fuese así. Se necesita una evolución de la realidad para llegar al punto presente. Se necesita un Big bang, y una evolución basada en la selección natural para crear nuestra mente. Se necesita tiempo, en definitiva.

Aparentemente sí, pero todo eso forma parte de las explicaciones que nos proporciona nuestra mente sobre la realidad y por tanto no son creíbles. Damos por supuesto que nuestra mente cambia y es capaz de buscar la verdad, pero acabamos de ver que todo nuestro pasado está, debe estar necesariamente, resumido, disecado, congelado en un fotograma de 1TP para ser concienciado. ¿Porqué inventar la teoría de que existe un tiempo pasado y futuro si no es necesario para experimentar lo que sentimos? ¿No es un inmenso derroche para satisfacer nuestras expectativas emocionales?

Pero imaginemos que, después de todo, existe el tiempo, y que los diferentes fotogramas del universo están ahí, en alguna parte. Concentrémonos en el instante presente. Todos los átomos, todas las partículas subatómicas están en el lugar que les corresponde para formar nuestra mente y para permitir que al siguiente instante continuemos pensando coherentemente sobre la idea que ahora nos ocupa.

Imaginemos la siguiente hipótesis: En el instante anterior al presente, todos los átomos del universo estaban desordenados y por pura casualidad, se reagruparon y ensamblaron durante 1TB y formaron la realidad, tal como la conocemos. En ese momento la conciencia del lector brilló durante un tiempo de 1TB y al instante siguiente, los átomos, siguiendo su curso aleatorio, volvieron al caos o a otra organización en la que la conciencia del lector ya no funcionase.

En tal caso, podríamos explicarlo todo suponiendo que acabamos de nacer y moriremos en el instante siguiente. ¿Cómo saber que no es así? ¡Imposible! Y la razón de que no podamos saberlo es que, en tal supuesto, nuestra conciencia desaparecerá y no podrá detectar la muerte que nos acecha en el siguiente de 1 TP.

Pero siguiendo el hilo de esta hipótesis, ¿por qué imaginar que todos los átomos se organizaran en el universo según nuestra actual visión de la realidad. Bastaría con que unos pocos átomos se organizaran de la forma necesaria para que se produjera un destello de conciencia. Después de todo, la totalidad de información que poseemos sobre la realidad debe estar codificada, extractada, disecada en algún lugar durante 1TP. Aplicando la navaja de Occam, ¿no sería más razonable suponer que del caos del universo, cada millón de eones, un grupo de partículas, por puro azar, se juntasen y destellarán en lo que, usted lector, percibe como autoconciencia? En el instante siguiente podrían, siguiendo su trayectoria aleatoria, deshacer la estructura de nuestro yo, o seguir eternamente ensambladas proporcionándonos la visión de una vida pasada y de un futuro por vivir.

Y esa explicación sería coherente con todo lo que sabemos o creemos saber y los datos que poseemos. Y además es infinitamente más económica y más viable que la explicación estándar hipercompleja de que existe un universo del que poseemos una copia simplificada y codificada en nuestra mente a la que tiene acceso nuestra conciencia.

Si admitimos esta hipótesis, también podríamos suponer que nuestra conciencia es simplemente una singularidad de la realidad que se ha producido (o tal siempre existió) que representa nuestro presente estático, un presente-fotograma que contiene todas nuestras percepciones, toda nuestra experiencia y nuestras esperanzas. Y también contiene la sorprendente y mágica sensación de que existió un pasado y existirá un futuro habitado por nuestra conciencia.

Por otro lado y desde este punto de vista, todas las teorías, creencias, suposiciones y certezas que manejamos, solo serían sensaciones dinámicas a partir de una realidad estática.

Otra posibilidad: Actualmente se está abriendo paso entre los cosmólogos la teoría de que existen infinitos universos, cada uno de los cuales es diferente a los demás por pura variación aleatoria. Si existen infinitos universos, habrá infinitos mundos idénticos al nuestro. Pero, ¿no sería más razonable, desde el punto de vista filosófico, suponer que lo único importante, lo único seguro, es la existencia de nuestra conciencia y que todo lo demás no tendría por qué existir o, en el mejor de los casos tener una configuración completamente diferente a lo que imaginamos.

Así que, querido lector, disfrute el TP presente pensando que es eterno, o que tal vez sea el primero y el último que vivirá. No se atormente excesivamente por los siguientes fotogramas que le quedan por vivir porque, tal vez simplemente usted sólo sea una interface a través de la cual una conciencia que existe en un nivel superior visualiza una realidad prefabricada y diseñada a manera de videojuego.

Creemos que sólo somos humildes destellos de conciencia en un universo descomunalmente grande, pero de lo único que podemos estar seguros es que existe nuestra conciencia y que ésta se enfoca sobre un objeto al que llamamos realidad o universo. Pero la naturaleza de este universo no deja de ser una suposición de nuestra conciencia, una suposición que, hasta lo que sabemos, es incoherente consigo misma y tan innecesaria como onerosa para explicar la percepción consciente de nuestras creencias y percepciones.

O tal vez nada de esto sea cierto, y la verdad esté tan lejos de nosotros como la teoría de cuerdas lo está de la inteligencia y de la capacidad de comprensión de una hormiga.

Y eso es todo, por ahora.



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