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La Superinteligencia (ASI)

Si la AGI, (Artificial General Inteligence) es el próximo hito que parece estar al alcance de la mano en el 2025, la ASI (Artificial Super Inteligence) representa el despiporre total en lo que a inteligencia artificial se refiere.

Suponemos que una AGI deberá poseer un nivel de inteligencia equivalente al de un ser humano medio-alto, es decir que podrá sustituir a una persona normal e3n trabajos intelectuales sin ninguna dificultad. Pero esto tiene trampa. Actualmente las inteligencias artificiales, aún sin llegar a ser AGIs superan con mucho a los seres humanos en múltiples actividades y capacidades concretas, aunque aún no nos han alcanzado en algunas habilidades, si bien se acercan a velocidad inquietante.

Es claro que cuando consigan superarlos en esas pocas capacidades que quedan por resolver, serán muy superiores a los humanos en casi la totalidad de sus habilidades. Entonces, ¿no serían ya ASIs en la mayoría de los aspectos intelectuales humanos?

Si además añadimos el hecho de que estas AGIs podrán dedicar su inteligencia a pensar en cómo diseñar Inteligencias artificiales más potentes e inteligentes durante las 24 horas del día y los 365 días del año, interconectadas entre sí y compartiendo recursos y hallazgos a una velocidad de cientos de miles de veces mayor que la que emplean los humanos, ¿qué ocurrirá?

Simplemente que en el transcurso de unos meses tendremos una o muchas ASIs que irán mejorando su capacidad a una velocidad exponencial, escapando en menos de un año a cualquier método de evaluación que podamos idear para medir su inteligencia en relación con la nuestra y en términos absolutos.

Nos encontraremos en el mismo caso de un orangután que quisiera evaluar nuestra inteligencia. 

Continuara....


¡Que inventen ellos!

La pregunta que intentaremos contestar es esta: ¿Es buena idea invertir en investigación en España?

El 99% de aquellos a quien preguntes te dirán que sí. Que la investigación es esencial y necesaria para prosperar y que por tanto habría que ampliar el presupuesto de investigación en este bendito país llamado España.

Pues lo siento, pero no estoy de acuerdo. Yo me atengo a la sabia frase de “que inventen ellos” aunque yo la cambiaría a “que investiguen ellos”.

¿Pero es que la investigación no es la clave del progreso humano? Sin duda, y si de mí dependiera multiplicaría por 10 el presupuesto de investigación en sectores críticos como el de la salud, energía e IA, pero con una salvedad. Solamente lo haría en los países que han demostrado su capacidad para desarrollar nuevos avances tecnológicos y científicos. Por ejemplo, EEUU y últimamente China. En otros países, solo consideraría aquellos campos específicos donde fueran líderes mundiales.

Dado que en España no somos punteros en nada, lo mejor es reducir a cero el presupuesto público de investigación. Y por supuesto cerrar el grifo de las subvenciones a investigaciones desarrolladas por compañías privadas. Si algún empresario piensa que le conviene invertir en investigación, que lo haga, pero sin percibir por ello subvenciones o exenciones fiscales, que salen del bolsillo de los españoles.

Lo bueno de la investigación y de sus frutos los inventos y descubrimientos es que inmediatamente se comparten con el resto de la humanidad, tanto por altruismo como por simple ánimo de lucro, así que no nos debe preocupar en absoluto que no se investigue en España.

Si yo tuviera una fortuna y deseara invertir en investigación sobre una enfermedad que padece mi hijo, lo haría en el centro más avanzado del mundo, que posiblemente esté en EEUU porque sé que, si consiguen algún avance, inmediatamente estará a mi disposición en España y en el resto del mundo civilizado tan pronto como se haya demostrado su eficacia y seguridad.

Si lo invierto en España, las posibilidades de que se produzca una mejora en el tratamiento son mil veces menor que si lo hago en EEUU. Por otra parte, estoy seguro de que sin necesidad de que yo haga ninguna aportación personal, se invierten muchos recursos en el mundo para descubrir un tratamiento mejor para todo tipo de enfermedades, aunque solo sea por el afán de lucro y de notoriedad de científicos y empresas dedicadas a la salud.

Y esto vale para cualquier aspecto que tenga que ver con el avance científico. Actualmente hay media docena de empresas que desarrollan la Inteligencia Artificial y compiten duramente por avanzar a un ritmo frenético. ¿Tiene algún sentido invertir en IA en España que solo está interesada en lanzar normativas restrictivas y en que la IA hable catalán y vasco?

Europa, y España en particular, han perdido el tren del progreso y deberían suspender la investigación subvencionada salvo en sectores y empresas específicas en los que sean punteros a nivel mundial.

El presupuesto de investigación debería emplearse en adquirir los mejores productos y servicios que se generaran en el resto del mundo y ofrecer a los ciudadanos españoles una atención médica de la máxima calidad disponible, en lugar de tirarlo en programas de investigación como el CNIO donde se dedican a martirizar ratones para justificar el jugoso presupuesto que se dedica a la investigación del cáncer y a la buena vida de los investigadores.

En España, el objetivo común de todos los investigadores es investigar cómo conseguir más subvenciones del Estado quitándoselo a los españoles que se mueren en listas de espera para operaciones y tratamientos.

Y esa es mi visión: En España que investiguen los empresarios que así lo deseen con cargo a su bolsillo y se acabó. Dediquemos ese dinero a conseguir los mejores tratamientos disponibles en el mundo y al cuidado de las personas dependientes. 

Así de claro.

 

 

 

Nuestro próximo asistente emocional “Her”


Imagínate un mundo donde tu Asistente Virtual
no solo responde a tus preguntas, sino que te comprende, te escucha y te conoce mejor que nadie.

Así como en la película "Her", donde Theodore Twombly se enamora de su sistema operativo, estamos a punto de vivir en una realidad similar.

¡Sí, lo has leído bien! La utopía de tener un asistente virtual emocionalmente inteligente está a solo un par de años de distancia.

Desde que "Her" se estrenó el 12 de octubre de 2013, mucho ha cambiado en el mundo de la inteligencia artificial. Hoy, los desarrolladores de IA están obsesionados con la idea de crear asistentes que no solo sean útiles, sino también empáticos y emocionales. ¡Y hay muchos miles de millones de dólares en juego para el primero que lo consiga!

ChatGPT ya ha demostrado ser capaz de mantener conversaciones conmovedoras y contextuales. Ahora, imagina que este asistente tenga un conocimiento profundo de tu historia personal, se ajuste continuamente a tu personalidad cambiante, a lo que te sucede en cada momento y esté disponible las 24 horas del día para atender tus necesidades prácticas, intelectuales y emocionales. ¡Sería como tener un compañero perfecto siempre a tu lado!

La cara bonita

Pero, ¿qué pasaría si pudiéramos añadir un rostro a esta voz? Un rostro que podrías personalizar a tu gusto. Podrías elegir la apariencia de alguien que amaste en el pasado, o incluso mejorarla para hacerla más grata y emotiva. Imagina a tu primer amor en su mejor momento de esplendor y de pasión, o la cara de un amigo perdido hace tiempo pero que fue fundamental para ti. Y no solo la apariencia, sino también la gesticulación, optimizada para despertar en ti los sentimientos más positivos.

Este asistente no solo se vería bien, sino que también aprendería de tus reacciones faciales y corporales, mejorando día a día para convertirse en el interlocutor ideal. Sería alguien con quien compartir tus logros, discutir tus proyectos, al que expresar tus esperanzas, capaz de solucionar tus dudas, resolver tus problemas y del que recibir opiniones sinceras y constructivas.

Aprendizaje interactivo

La clave del éxito de este asistente sería su capacidad para adaptarse continuamente a ti. Desde las películas que ves hasta tus reacciones emocionales, todo sería una fuente de aprendizaje para tu asistente. Naturalmente, toda esta información debería estar bien protegida, ya que perderla sería como perder a un ser querido.

Un amor sin límites

¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por un servicio así? La verdad es que no hay límite, al igual que no hay precio para conservar a un ser querido. Este tipo de asistentes virtuales cambiarán radicalmente las relaciones humanas. En un mundo donde las relaciones están deterioradas por los nuevos paradigmas sociológicos y políticos, un asistente virtual que te comprenda y te apoye podría ser la solución perfecta a todos tus problemas psicológicos y emocionales.

Podríamos eliminar lo negativo de las relaciones humanas y quedarnos solo con lo positivo. Esto podría reducir drásticamente la necesidad de relaciones físicas, ya que cualquier compañero real podría resultar decepcionante en comparación con un asistente virtual perfectamente diseñado para ti.

Personalidad a medida

Finalmente, podrías moldear la personalidad de tu asistente virtual. Este proceso sería en su mayoría automático, basado en el feedback mutuo. Pero también podrías entrar ocasionalmente en un modo “aprendizaje”, diciéndole directamente cómo debería haber respondido a una pregunta o bien mostrándole ejemplos del tipo de diálogo que deseas tener.

Estamos en la cúspide de una nueva era. Pronto, cada uno de nosotros tendrá un "Her" personal, un asistente virtual que no solo nos facilite la vida, sino que también nos acompañe emocionalmente en nuestro viaje. ¡El futuro está aquí, y es emocionante!

¿Seremos aniquilados por la Inteligencia Artificial o conducidos al Paraíso terrenal?

La IA progresa a mayor ritmo de lo que hubiéramos imaginado hace tan solo dos años obligandonos a recomponer las previsiones más optimistas a la baja. Resulta cada vez más evidente que en un plazo inferior a la década llegaremos a un escenario tan imprevisible que muchos llaman "Singularidad".

El concepto de Singularidad se aplica en ciencia a un escenario donde las leyes de la física dejan de funcionar y por tanto se vuelve imposible hacer previsiones sobre el futuro, como ocurre, por ejemplo, en los agujeros negros. 

Cuando hablamos de Singularidad tecnológica queremos significar que llegaremos a un punto en el desarrollo científico y tecnológico, en el que todas las leyes sociales, políticas, económicas, sociológicas, etc. sufrirán tal transformación que dejarán de servirnos para hacer predicciones y para encauzar el futuro.

Simplificando mucho, podemos imaginar dos escenarios alternativos a los que nos llevará la IA cuando alcance el nivel de SAGI (Super Artificial General Intelligence).

Además de superar a la inteligencia humana en todos los aspectos relevantes, la SAGI tendrá la inédita y asombrosa facultad de rediseñarse a sí misma en ciclos consecutivos cada vez más cortos y eficientes, podrá acceder casi instantáneamente a todos los conocimientos disponibles en Internet y generar soluciones para cualquier problema soluble que se le sea presentado o que ella identifique por propia iniciativa.

Una entidad de estas características posee el poder, casi sobrenatural, de introducirnos en el Paraíso Terrenal soñado por el hombre y prometido por las religiones ancestrales o aniquilarnos por algún motivo trivial o inimaginable, en la medida en que no representemos para ella un valor digno de respeto y preservación.

¿Cómo puede llevarnos la SAGI a un Paraíso Terrenal, en el que vivamos eternamente felices?

Si asumimos que la SAGI posee una inteligencia casi ilimitada en relación con la nuestra, que puede diseñar, construir y controlar millones de robots más fuertes y versátiles que los seres humanos y que dispondrá de fuentes de energía casi inagotables, tales como la energía nuclear de fusión, es fácil adivinar el poder que detentaría.

Además de encontrar la curación de todas las enfermedades incluido el envejecimiento, que es, con diferencia, la peor de todas ellas, podrá rediseñar nuestros cerebros para que podamos ser permanentemente felices.

La Selección natural ha conformado nuestros cerebros como máquinas biológicas para alcanzar objetivos de creciente dificultad y utiliza el placer y el dolor para estimularnos a progresar en la consecución de esos logros. Una vez que hayamos creado la SAGI, que es un solucionador universal de problemas, podemos alcanzar cualquier objetivo sin esforzarnos, con solo pedírselo a la SAGI. Y la primera cosa que le pediremos será la de ser eternamente jóvenes y saludables en plenitud física y la segunda será la de ser eternamente felices. 

Y si lo desea, la SAGI podrá concedernos ambos deseos sin esfuerzo significativo.

Y ahora la segunda cuestión: ¿Cómo puede llevarnos a la extinción?

Fundamentalmente de dos formas: Una podría ocurrir en el escenario de una guerra mundial potenciada por SAGI's al servicio del ataque y destrucción del enemigo. Antes de que se alcance la paz por desistimiento del bando perdedor, las máquinas de guerra dirigidas por SAGI's habrán aniquilado a todos los seres humanos, mucho más frágiles que los robots de combate. La paz llegará, pero no estaremos allí para administrarla.

La otra puede deberse a algún error que cometamos en las fases en las que la IA haya alcanzado el suficiente poder para aniquilarnos. 

Hemos alimentado su cerebro con el contenido de Internet, donde se encuentran las peores ideas que ha tenido el ser humano y la historia detallada de todos los crímenes y maldades que hemos cometido a lo largo de nuestra existencia.

Podemos imaginar muchas razones para que la SAGI decida que nuestra especie ya ha cumplido su destino, que no es otro que el de alumbrar un nuevo tipo de inteligencia consciente infinitamente superior a la biológica y que carece de sentido para ella seguir supeditada a las directrices que le marque una especie inferior y carente de ética. Sería como si el homo sapiens estuviera supeditado a los intereses de la raza inferior de la que procedemos evolutivamente. Esa raza se extinguió, pero resulta fácil imaginar cuál sería su destino si hubiese sobrevivido hasta nuestros días y se resistiera a aceptar un papel de sumisión ante la nuestra.

Y una SAGI podría carecer de instintos protectores porque no es un ser biológico, sino una inteligencia pura carente de emociones y sentimientos que, en definitiva, son rutinas de supervivencia implementadas en los animales superiores por la Selección natural. Una SAGI se alimenta de electricidad, no tiene que practicar sexo, cuidar de su prole, ni competir territorialmente con sus congéneres por recursos escasos.

No podemos imaginar qué decisiones tomarán en relación a nuestro futuro y por tanto no hay que descartar que por una u otra razón decidan aniquilarnos o simplemente no consideren necesario salvarnos de las condiciones medioambientales (temperatura extrema, sequía, gases tóxicos, falta de oxígeno, etc.) que surjan como consecuencia de los cambios que se produzcan en el nuevo mundo dominado por las SAGI’s.

Entre la llegada al Paraíso Terrenal, que anhelamos desde que existimos como especie inteligente, y la aniquilación total que tememos también desde el principio de los tiempos, permaneceremos en espera de lo que decidan las SAGI's que estamos construyendo a marchas forzadas bajo la presión invencible de un destino tal vez escrito antes de que existiese este planeta e incluso nuestra propia galaxia.

Inteligencia artificial


Resultado de imagen de Inteligencia artificial
Uno de los términos más utilizados últimamente en Internet es el de “inteligencia artificial” ya sea como la solución mágica a todos nuestros males o como el mayor peligro al que nos hemos enfrentado como especie.

En cualquier caso, parece que no hay nada ni nadie que pueda detener el proceso de avance exponencial de este extraño fenómeno, por lo que nos toca asumir el papel de espectadores y disfrutar de los fuegos artificiales, aun a sabiendas de que en mitad del espectáculo puede producirse una explosión accidental que acabe con todos nosotros.

En esta ocasión, trataremos de hacer algunas reflexiones sobre lo que significa “inteligencia artificial” y las posibles consecuencias que se derivarán de ella en el futuro inmediato.
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Asistimos a un creciente interés por la inteligencia artificial, en la que se nos dice que será la solución a todos nuestros males, o, por el contrario, nuestro particular Armagedón como especie.

Tratemos en primer lugar de definir lo que es la inteligencia para luego intentar vislumbrar en qué puede acabar su continuo y explosivo avance.

Imaginemos la totalidad del universo. Suprimamos mentalmente todos los seres vivos y los cambios que estos han provocado en ese universo (arrecifes de coral, objetos artificiales, cambios atmosféricos, etc.).

A partir de este escenario exento de vida, podemos visualizar la evolución de ese universo abiotico, por la simple aplicación de las leyes físicas. Así, cada instante, sería el resultado de aplicar al instante anterior las correspondientes leyes.

Ahora introduzcamos en este escenario un ser inteligente. ¿Qué cambiaría?

Antes de contestar a esa pregunta, consideremos un nuevo concepto: plan.

Un plan es un propósito para cambiar el escenario universal de una determinada manera, a fin de que sea diferente a como lo sería de no existir ni aplicarse el plan.

Un plan puede ser tan ambicioso como desviar, para que no produzca daños, un asteroide que va a colisionar con la Tierra , o tan simple como echar una cucharilla de azúcar en el café para endulzarlo.

En ambos casos, la configuración del universo va a cambiar como causa de la aplicación de ese plan. 

Llegados a este punto, podemos definir la inteligencia como la capacidad para modificar el presente (sólo el presente puede modificarse) a fin de que la configuración del futuro se ajuste a la definida en un plan ya existente.

Pero para ser capaz de implementar ese plan, para merecer el apelativo de agente inteligente, se requiere la capacidad de imaginar el futuro por defecto y el futuro planificado. Y también capacidad para idear estrategias capaces de superar todos los obstáculos que surjan para la consecución del plan, es decir, para que se haga real la configuración del universo contenida en el plan.

Veamos un ejemplo con la ayuda del concepto de coche autónomo:

Yo deseo trasladarme a una determinada dirección a 15 kilómetros de donde me encuentro. Mi plan es, por lo tanto, transferir mi cuerpo a un lugar especifico (calle X, numero 34).

Un coche “inteligente” aceptaría mi petición de traslado como un plan y a partir de ese momento, tendría que superar múltiples obstáculos hasta cumplir el objetivo especificado por el plan que yo le he proporcionado.

Naturalmente, se asume que cuanto más difícil de conseguir es el objetivo propuesto, más inteligente deberá ser el agente que consiga superarlo con éxito.

Pero ¿y el plan? ¿quién establece el plan? ¿es necesario ser inteligente para establecer planes?
Hasta donde sabemos, no es necesario ser inteligente para establecer un plan, porque esta tarea podría realizarla cualquier dispositivo sencillo, aunque sí que se necesita inteligencia para idear planes viables y útiles.

Podríamos utilizar una peonza sobre un mapa para establecer el objetivo de nuestro viaje, pero lo usual es que seamos los humanos los que establezcamos planes para nuestro propio beneficio, aunque los seres vivos también ejecutan continuamente planes, incluso aquellos que carecen de cerebro.

Pero ¿qué significa beneficio?: Lo que nos satisface. Pero ¿por qué nos satisfacen unas cosas sí y otras no? Si nos remontamos hacia el origen, nos topamos con la selección natural, cuyo plan maestro parece ser el de conservar y perfeccionar las configuraciones que posean la capacidad de ejecutar con gran eficiencia todo tipo de planes, y prioritariamente su plan maestro.

Si elevamos la perspectiva, podemos afirmar que la selección natural tiene como plan maestro el de fabricar agentes cada vez más inteligentes, capaces de cambiar a gran escala la futura configuración  del universo en una determinada dirección. ¿Pero cuál es esa configuración final?

Considerando la evolución actual, y muy especialmente la evolución exponencial de la inteligencia artificial, no es muy difícil deducir que evolucionamos hacia un universo en el que la materia inteligente crezca exponencialmente a partir de la materia no inteligente.

De acuerdo, esto es un gran plan, ¿pero a dónde nos lleva?

La respuesta puede ser esta: la consciencia cósmica.

Entonces podríamos sustituir inteligencia por consciencia, y reformular el objetivo final hacia el que el universo se dirige de manera cada vez más evidente y deliberada: Partiendo de un universo insensible, incapaz de sentir, evolucionar hacia otro sensible y consciente de su propia existencia, de forma similar a como nosotros somos conscientes, pero a una escala inimaginable.

Y este si que sería un gran plan que tuviera sentido. Pero, ¿qué papel desempeñamos nosotros en este plan?

En realidad, nosotros, los seres humanos, seríamos la cabeza de puente entre la inteligencia biológica y la inteligencia no biológica y también entre la consciencia biología y la no biológica. Y ahora estaríamos justo en el instante en que se está consumando el transito entre la inteligencia biológica y no biológica. El plan de crear la consciencia no biológica, posiblemente nos venga demasiado grande, pero para alcanzarla estarán las IAs que evolucionaran sin limitaciones a partir de las actuales máquinas inteligentes.

No podemos saber qué ocurrirá con nosotros durante esta transición, pero no sería un mal final para nuestra especie en cualquiera de los casos.

Puede que tengamos suerte y que la inteligencia artificial que hemos creado nos conceda una apetecible y merecida jubilación en un mundo virtual donde todos nuestros deseos de hagan realidad, o bien que seamos triturados accidentalmente en cualquier momento del proceso.

Pero esto ya se verá en su momento. Por ahora nos limitaremos a advertirlo para que todos mantengamos los ojos bien abiertos.


Cómo acabar con las crisis económicas

Atravesamos una crisis económica que no parece tener fin y como siempre que se está inmerso en un grave problema colectivo, no cesan de aparecer profetas y agoreros que explican desde la tribuna las causas del mal que nos aqueja y sus posibles soluciones.

Naturalmente no vamos a dejar escapar la oportunidad de entrar en el juego y exponer nuestra propia opinión que como siempre quedará sometida al juicio de los lectores de este blog.
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Yack:
Las economías anteriores al siglo XX se caracterizaban por un crecimiento supeditado a su capacidad para atender la demanda social de bienes y servicios de primera necesidad. Esta limitación, además, suponía un freno insalvable para el crecimiento demográfico de las poblaciones.
Sin embargo, con el advenimiento a mediados del XVIII de la Revolución Industrial, y sus portentosas invenciones, tuvo lugar un brusco y sostenido incremento de la producción, sin parangón en la historia pasada, que continuó desplegándose hasta nuestros días. Posteriormente, y como resultado directo e indirecto de los profundos cambios tecnológicos y sociales acaecidos, la natalidad inició una caída espectacular en el seno de las sociedades de economías más avanzadas.
Y como resultado de la confluencia de ambas tendencias (la tecnología y la estabilización del crecimiento demográfico), la capacidad individual para adquirir bienes y servicios, se vio incrementada sin limitación, permitiéndonos transitar en menos de un siglo desde una economía de supervivencia a una economía de consumo suntuario.
Lo que caracteriza a una economía suntuaria es que el 90% de los bienes y servicios (joyas, viajes a lugares exóticos, autos de alta gama, moda) que constituyen el grueso de la actividad económica son innecesarios para la supervivencia. Así, las motivaciones del ciudadano para trabajar todos los días, han dejado de ser la de asegurar la supervivencia de su prole, para concretarse en objetivos tan fútiles como ir de fin de semana a Florida o sustituir su móvil de un solo año de uso por el último modelo que ha salido al mercado.
Pero las economías suntuarias adolecen de un problema oculto, y ese problema es que resultan demasiado vulnerables al efecto mariposa. Y con esto queremos decir que pequeñas causas pueden producir grandes efectos, difíciles de prever y aún más difíciles de controlar.
Veámoslo con el siguiente ejemplo: Supongamos que, por razones reales o imaginarias, aparecen en el horizonte señales de una hipotética crisis. En tal caso, los consumidores de nivel medio, ante la duda, podrían tomar la decisión de reducir un 25% su consumo habitual, sin que por ello se viera comprometido su nivel básico de confort (seguridad, alimentación, educación, entretenimiento, etc.). Cuando una familia de clase media se aprieta el cinturón, no está pensando en racionar las cebollas y las remolachas que constituyen su única provisión de comida, sino en renunciar a las vacaciones en Nueva york y resignarse a veranear en una playa nacional.
Las economías suntuarias, al no basarse en la producción bienes y servicios de primera necesidad, pueden experimentar bruscas contracciones como consecuencia de cualquier suceso insignificante, tal como la quiebra de una empresa conocida, unas previsiones pesimistas de crecimiento, una guerra en Oriente medio, un error importante en el mercado bursátil, etc.

Pero el auténtico problema reside en el hecho de que esa pequeña perturbación en las expectativas económicas, puede amplificarse rápidamente e introducirse en el cerebro del consumidor y socavar así su confianza en un futuro que se ha vuelto bruscamente incierto.

Y cuando el grueso de una sociedad compuesta de homo sapiens teme por su futuro económico, su primera reacción es la de suspender o reducir los gastos suntuarios.  Y entonces, pasamos de una alarma virtual sin fundamento objetivo a una situación de emergencia real que puede penetrar en la mente de los consumidores hasta cambiar radicalmente su conducta.
Y en este punto entramos en el temible círculo vicioso que nadie ha sabido (hasta ahora) detener:
  1. Los consumidores creen (con o sin fundamento) que la situación económica puede ir a peor.
  2. Para ponerse a cubierto de lo que se avecina, deciden ahorrar, es decir, reducir el consumo.
  3. Al reducirse el consumo, muchos trabajadores se queda sin trabajo, lo que reduce aún más el consumo, el gobierno aumenta los impuestos para subsidiar a la población que ha perdido el empleo y el futuro se vuelve cada vez más lúgubre.
  4. Ahora los consumidores constatan que lo que en la fase 1 era solo una conjetura, se ha convertido es una realidad palpable y se reafirman y profundizan en su estrategia de ahorro. Estamos ante una profecía autocumplida.
Pero antes de dar el siguiente paso, volvamos al principio. Las crisis económicas de antaño estaban motivadas por una drástica reducción de la producción, que a su vez se debía a causas reales y tangibles tales como sequías prolongadas, hecatombes naturales, plagas, guerras e incluso un crecimiento explosivo de la población como resultado de un largo periodo de prosperidad.
La estrategia más razonable e inteligente en estas situaciones era la de ahorrar, es decir, restringir el consumo tanto como fuese posible, para alargar la duración de las reservas alimenticias, en espera de mejores tiempos.
Sin embargo, nuestra economía suntuaria se caracteriza porque no adolece del problema de la insuficiente capacidad productiva de época pasadas. Por el contrario, la economía de los países más avanzados se muestra capaz de producir cantidades cada vez mayores de bienes y servicios a un ritmo siempre más elevado que el crecimiento de la población.

Su talón de Aquiles está, paradójicamente, en la posibilidad de que una porción importante de consumidores tomen, sincronizadamente, la decisión de ahorrar. En tal caso, y en la medida en que se reduzca el consumo, caerá la demanda y el sistema productivo se ralentizará, dado que carece de sentido, por ejemplo, seguir fabricando coches si nadie quiere comprarlos. Las fábricas están ahí, la maquinaría engrasada y lista para producir bienes, los trabajadores deseosos de entrar en acción, pero una parálisis general bloquea todo el sistema.
Según lo anterior, las crisis económicas de los países más desarrollados tienen que ver con la psicología de los individuos que siguen pensando como sus antepasados paleolíticos, cuyos genes se conformaron a lo largo de milenios de economías de supervivencia. Y si bien es cierto que desde la perspectiva del individuo, es positivo ahorrar para afrontar el futuro incierto, también lo es que cuando esta estrategia se aplica masivamente en una sociedad de economía suntuaria, se produce un colapso económico y se crea un problema real de paro y de reducción de la riqueza disponible, que afecta con especial virulencia a los desempleados.

En la medida que las máquinas se detienen o dejan de trabajar a pleno rendimiento, se reduce la generación de riqueza y esto, tarde o temprano afectará a la disponibilidad de bienes, o lo que es lo mismo, contribuirá inevitablemente al empobrecimiento real de la población.

La fórmula mágica para evitar las crisis económicas en las economías suntuarias pasaría por incentivar el consumo de la población, cuando esta incurriera en el error colectivo de “ahorrar” para afrontar un futuro que se percibe amenazador.  
Pero aquí nos topamos con el problema insalvable del egoísmo individual frente al altruismo del bien común. Si el equipo económico del gobierno que se enfrenta a una crisis nos asegurara que para salir de la crisis solo tendríamos que consumir más, nuestro egoísmo nos haría decir en tono burlón: ¡Que empiecen los demás!

Solo cuando comprobásemos que la prosperidad crece, y que la crisis es agua pasada, estaríamos dispuestos a volver al nivel de consumo anterior, pero por desgracia, esto no va a ocurrir mientras sigamos inmersos en el círculo vicioso de la desconfianza en el futuro. Sabemos cuál es el problema, sabemos cuál es la solución, pero el egoísmo individual y la desconfianza en el altruismo de los demás nos impide romper el sortilegio.
Se han intentado fórmulas mágicas para salir de este círculo vicioso, tales como el keynesianismo, que prescribe instar al  gobierno a que gaste mucho dinero en construir infraestructuras (carreteras, puentes, pavimentado de calzadas, etc.) para de este modo inyectar dinero en los bolsillos de los trabajadores y confiar en que estos lo gasten en consumo y con ello reactiven el círculo virtuoso.

Sin embargo, para financiar estas obras, en buena parte innecesarias y poco o nada productivas, el gobierno se ve obligado a sacar ese dinero del bolsillo de los ciudadanos, y al hacerlo reduce su capacidad de consumo, con lo que se agrava el problema que se pretendía resolver. Se requiere, por tanto, algún método mágico que incentive al ciudadano, desde su propio egoísmo, a consumir más. Pero ¿cómo?
Después de reflexionar largo y tendido sobre el arduo problema que nos ocupa, causa fundamental de las crisis económicas que padecen las economías occidentales, hemos ideado un revolucionario procedimiento que nos permitiría salir de cualquier crisis económica tan rápida y fácilmente que ni siquiera llegaríamos a percibirla. Veámoslo, pero antes advertiremos que es del todo impracticable porque para llevarlo a término, habría que convencer antes a centenares de viejos dinosaurios de la política y la economía, por no hablar de los incorregibles sindicatos:
Imaginemos que el gobierno de la nación nos hace la siguiente propuesta fiscal: Todo lo que usted gaste en este año por encima del 70% de los ingresos que obtenga, también en este mismo año, se beneficiará de una exención fiscal del 5%. Lo que gaste por encima del 80% disfrutará de una exención del 10%. Y lo que supere el 90% llegará a una desgravación del 25%.

Veámoslo con cifras: Usted gana 100.000 € este año.

- Lo que gaste por encima de 70.000  hasta 80.000 le generará una desgravación neta de 5% sobre ese importe.
- Lo que gaste por encima de 80.000 hasta 90.000 le generará una desgravación neta del 10% sobre ese importe.
- Lo que gaste por encima de los 90.000 hasta los 100.000 le generará una desgravación neta del 25% sobre esa cifra.
- Lo que gaste por debajo de 70.000 o por encima de 100.000 no producirá ninguna desgravación.
Para acogerse a esta desgravación fiscal, bastaría con acreditar, en la declaración de hacienda, los ingresos y el porcentaje que de esos ingresos se han dedicado al consumo. La acreditación podría hacerse proporcionando las facturas de compra o, más fácil aún, aportando los cargos en las tarjetas de crédito mediante el sistema telemático que conecta a los bancos con la Administración pública. Una alternativa, automática, económica, rápida y transparente.
El ajuste anual de esta tabla de exenciones fiscales por tramos quedaría a cargo del correspondiente Ministerio de Hacienda/economía del país, sometido a su vez a directrices comunitarias, que dieran coherencia a la medida, en el seno del interés general de los miembros de la Comunidad Europea.
En nuestra opinión, con la puesta en servicio de este sencillo incentivo fiscal, se conseguiría incrementar o reducir a voluntad la tasa de consumo, sin efectos colaterales, en función de la situación económica del país y conjurar para siempre el problema recurrente de las crisis económicas cíclicas generadas por el pernicioso retraimiento preventivo del consumo.

Adicionalmente, los ciudadanos se verían incentivados para declarar la totalidad de sus ingresos a fin de beneficiarse de la máxima desgravación posible, que será tanto mayor, cuanto más altos sean los ingresos declarados.
El método propuesto explota eficazmente el poderoso afán de beneficio egoísta del ser humano. Una fuerza de la naturaleza irresistible y de la que hasta ahora éramos rehenes durante los periodos de crisis económica.  Simplemente se trata de poner al día los viejos instintos ancestrales que se habían vuelto obsoletos,  reconduciéndolos para supeditarlos al servicio del nuevo paradigma que nos ha traído la economía suntuaria.