El Movimiento 15-M
Con sorpresa primero y con preocupación después, hemos presenciado en Madrid cómo la plaza de la Puerta del Sol era ocupada por un creciente grupo de personas de diversa edad, procedencia e ideología, cuya única seña de identidad era su condición de “indignados”.
Probablemente, si todos aquellos que nos sentimos “cabreados”, (lo de indignados vamos a reservarlo para las víctimas del terrorismo), nos hubiésemos sumado a la concentración, la totalidad de las plazas y recintos de España abrían quedado abarrotadas y aún hubieran hecho falta varias hectáreas adicionales para dar cabida a semejante tumulto.
Se puede ser un adolescente irresponsable con más de 90 años y creer que unos aficionados pueden arreglar el Sistema a martillazos. He aquí un ejemplo.
Podemos coincidir o no con parte de este discurso, pero no por ello podemos apoyar a quien incumpla la ley so capa de proclamar sus ideas. Para eso tenemos el costoso sistema democrático.
La economía es una de las disciplinas más complejas y difíciles de comprender, debido a que en ella intervienen factores muy complejos que se influencian mutuamente. Pretender que los Indignados del 15M tengan algo que aportar en este tema, es cuanto menos ilusorio y peligroso. En este vídeo se da un repaso ameno a lo que es la economía y lo lejos que estamos de comprenderla cabalmente.
No vamos a entrar aquí en dilucidar si la proclama del Movimiento 15M pasa de ser un manojo de ocurrencias propias de adolescentes que aún no han comprendido cómo funciona el sistema que los mantiene confortablemente vivos (véase África como sistema alternativo). Nos limitaremos a afirmar que la única actitud posible, como ciudadanos democráticos, es la de exigirles que respeten la ley y sólo a partir del momento en que cumplan esa condición, dejarles expresar libremente sus opiniones . Y para expresar sus ideas disponen, como el resto de los ciudadanos, de todos los medios de comunicación: Internet, prensa, radio, televisión y la opción de manifestarse públicamente después de haber obtenido la correspondiente autorización de las autoridades, como hacen, por ejemplo, las víctimas del terrorismo, que deben estar mucho más indignadas.
Seguimos pensando que se puede mejorar un sistema, extraordinariamente complejo y sofisticado, golpeándolo bárbaramente, en lugar de utilizar los métodos que el propio sistema proporciona para cambiarlo de manera pacífica y consensuada.
Este es un buen ejemplo de por qué no funcionan algunas democracias. Y la razón última es que buena parte de los ciudadanos y de las clases dirigentes no han comprendido en qué pilares se apoya el sistema y olvidan lo que puede ocurrir si el odiado sistema se desmorona bajo la presión de la indignación irracional de sus ciudadanos traducida en el incumpliendo la ley.
Si el motor de nuestro automóvil deja de funcionar, no se puede arreglar a martillazos por muy indignados que estemos. El único método es comprender su funcionamiento, detectar el problema y aplicar una solución puntual que sea capaz de mejorar el rendimiento.
Probablemente, si todos aquellos que nos sentimos “cabreados”, (lo de indignados vamos a reservarlo para las víctimas del terrorismo), nos hubiésemos sumado a la concentración, la totalidad de las plazas y recintos de España abrían quedado abarrotadas y aún hubieran hecho falta varias hectáreas adicionales para dar cabida a semejante tumulto.
Pero dejando a un lado el hecho de que estemos indignados o no, lo que aquí trataremos de dilucidar es si ocupar plazas públicas a las bravas es un método legitimo y adecuado para resolver problemas, como el de la crisis económica/política, o si por el contrario sólo es una manera de echar gasolina a una hoguera que amenaza con achicharrarnos a todos si no actuamos pronto y con sentido común.
Se puede ser un adolescente irresponsable con más de 90 años y creer que unos aficionados pueden arreglar el Sistema a martillazos. He aquí un ejemplo.
Podemos coincidir o no con parte de este discurso, pero no por ello podemos apoyar a quien incumpla la ley so capa de proclamar sus ideas. Para eso tenemos el costoso sistema democrático.
La economía es una de las disciplinas más complejas y difíciles de comprender, debido a que en ella intervienen factores muy complejos que se influencian mutuamente. Pretender que los Indignados del 15M tengan algo que aportar en este tema, es cuanto menos ilusorio y peligroso. En este vídeo se da un repaso ameno a lo que es la economía y lo lejos que estamos de comprenderla cabalmente.
Yack:
Resulta sorprendente y espeluznante a un tiempo, constatar la cantidad de políticos, politólogos, pensadores, filósofos y periodistas de medio pelo, que apoyan este movimiento, aún sin estar de acuerdo con muchos de sus postulados. Según argumentan estos valedores del Movimiento 15-M, lo que ellos apoyan y elogian es la actitud de rebeldía activa frente a una situación económica/social/política que no les gusta. Si ahora preguntáramos a cada uno de los defensores y protagonistas del 15-M, qué es lo que no les gusta de la actual situación y qué harían para mejorarla, nos encontraríamos con soluciones contradictorias y opuestas. Es decir, están de acuerdo en que las cosas van mal, pero no en el diagnostico ni en el remedio. ¡Gran comienzo!
Elegir la postura que debemos adoptar frente al Movimiento 15-M resulta muy fácil si recordamos que la Civilización, y más concretamente la Democracia, se basa en el estricto cumplimiento de la ley promulgada por los representantes legítimos de los ciudadanos. Y si la primera acción del Movimiento 15-M es incumplir la ley, ocupando una plaza pública para proclamar públicamente sus ocurrencias, vamos por muy mal camino.No vamos a entrar aquí en dilucidar si la proclama del Movimiento 15M pasa de ser un manojo de ocurrencias propias de adolescentes que aún no han comprendido cómo funciona el sistema que los mantiene confortablemente vivos (véase África como sistema alternativo). Nos limitaremos a afirmar que la única actitud posible, como ciudadanos democráticos, es la de exigirles que respeten la ley y sólo a partir del momento en que cumplan esa condición, dejarles expresar libremente sus opiniones . Y para expresar sus ideas disponen, como el resto de los ciudadanos, de todos los medios de comunicación: Internet, prensa, radio, televisión y la opción de manifestarse públicamente después de haber obtenido la correspondiente autorización de las autoridades, como hacen, por ejemplo, las víctimas del terrorismo, que deben estar mucho más indignadas.
Pero el problema es que si siguen ese procedimiento, poca gente sabría de su existencia porque entrarían en competencia con el resto de grupos ideológicos y quedarían a la altura que les corresponde en función de la calidad de su mensaje. El método de coger un rifle, subirse a una torre y empezar a disparar a todo el que pase por allí es muy efectivo para atraer la atención de los medios de comunicación y difundir un comunicado ideológico, pero ese no es un método legal ni aceptable. En tales casos, como ocurre con el movimiento 15-M, la atención de la comunidad se obtiene por el incumplimiento de la ley y no por el mensaje. Mucha gente comete el error de fijar su atención en el mensaje, por el simple hecho de que sus autores están incumpliendo la ley y atropellando los derechos de los demás.
En un país de ciudadanos responsables, que entendieran lo que es la democracia y la importancia crucial de cumplir la ley, en lugar de apoyar a los insurrectos, exigirían mayoritariamente al ministro de interior que acabara de inmediato con la situación de incumplimiento fragante de la ley.El error que ese está cometiendo consiste en aplaudir a quien se salta la ley por el simple hecho de que les caen simpáticos. La ley es la garantía de nuestros derechos y libertades y si permitimos saltársela a los que piensan como nosotros, tendremos que admitir que también la incumplan los que no piensan como nosotros. Y al poco tiempo de seguir esta conducta, tendremos una batalla campal en las calles, que puede acabar muy mal. Imaginemos lo que ocurriría si otro grupo de extrema derecha decide ocupar también las plazas y proclamar su ideología.
Bien, pues algo tan simple como la necesidad del respeto a la ley, sin excepciones, es un concepto que aún no ha llegado a la mente de buena parte de la ciudadanía española, y lo que es peor, a los políticos, periodistas, filósofos, y gente supuestamente bien preparada. Punset, por ejemplo, se declara a favor de la rebelión aduciendo ciertos paralelismos demenciales.Seguimos pensando que se puede mejorar un sistema, extraordinariamente complejo y sofisticado, golpeándolo bárbaramente, en lugar de utilizar los métodos que el propio sistema proporciona para cambiarlo de manera pacífica y consensuada.
Este es un buen ejemplo de por qué no funcionan algunas democracias. Y la razón última es que buena parte de los ciudadanos y de las clases dirigentes no han comprendido en qué pilares se apoya el sistema y olvidan lo que puede ocurrir si el odiado sistema se desmorona bajo la presión de la indignación irracional de sus ciudadanos traducida en el incumpliendo la ley.
Si el motor de nuestro automóvil deja de funcionar, no se puede arreglar a martillazos por muy indignados que estemos. El único método es comprender su funcionamiento, detectar el problema y aplicar una solución puntual que sea capaz de mejorar el rendimiento.
En el caso de las escuderías de Fórmula I, los ingenieros estudian permanentemente el motor de sus coches buscando nuevas soluciones que mejoren el rendimiento. Nunca se cuestionan cambios drásticos que comprometan el diseño actual, fruto de una larga y costosa evolución.
En nuestro caso, al estar indignados con el hecho de perder puestos en la competición, nos estamos planteando la opción de dejar que unos aficionados indignados, armados con martillos y destornilladores, se encarguen de rediseñar el motor. Esta es la ciudadanía que tenemos y estos son los políticos que nos merecemos.
Por último, añadiré algo obvio, o que debería ser obvio. Si queremos, por ejemplo, independencia judicial, votemos a los partidos que tengan en su programa este objetivo y si no existe ese partido, creémoslo. No hay otra solución posible y la indignación hay que manifestarla el día de las votaciones, votando al partido que ofrezca el programa que más se acerca a nuestras expectativas. Y lo demás son atajos hacia el desastre.