Homosexualidad: Enfermedad u opción
En la antigüedad y aún en muchos países se considera la homosexualidad como una grave aberración moral que hay que corregir, perseguir y castigar hasta con la pena de muerte en algunos casos.
Por otro lado, en las sociedades occidentales más avanzadas se ha llegado, en las últimas décadas, a considerarla más cómo una opción sexual simétrica y equivalente en todo a la sexualidad natural. Hasta tal punto esto es así que se ha empezado a utilizar la palabra "hetero" para designar a la opción sexual mayoritaria, equiparándola, al menos en el terreno linguistico, a su antagónica la homoxesualidad.
Trataremos en esta tertulia de arrojar un poco de luz sobre este espinoso tema que está tomando, día a día, un sesgo que no sólo afecta a los homosexuales, sino cada vez más a los que no lo son, a través de los nuevos modelos educativos y de adopción y a las crecientes reivindicaciones sociales y económicas de los colectivos gays.
Por otro lado, en las sociedades occidentales más avanzadas se ha llegado, en las últimas décadas, a considerarla más cómo una opción sexual simétrica y equivalente en todo a la sexualidad natural. Hasta tal punto esto es así que se ha empezado a utilizar la palabra "hetero" para designar a la opción sexual mayoritaria, equiparándola, al menos en el terreno linguistico, a su antagónica la homoxesualidad.
Trataremos en esta tertulia de arrojar un poco de luz sobre este espinoso tema que está tomando, día a día, un sesgo que no sólo afecta a los homosexuales, sino cada vez más a los que no lo son, a través de los nuevos modelos educativos y de adopción y a las crecientes reivindicaciones sociales y económicas de los colectivos gays.
__________________
Material de consulta
_________________
Yack:
Toda ser viviente tiene encomendado al nacer la misión de contribuir con su vida a la prosperidad de la especie a la que pertenece y para ello la Naturaleza la ha dotado de un organismo (hardware) y de un conjunto de instintos (software) que actuando conjuntamente, como un programa maestro,lo dirigen hacia el objetivo marcado.Según este planteamiento inicial, el instinto sexual de un animal constituye el programa de mayor rango, porque sin él, la especie desaparecería, aunque el resto de los sistemas de supervivencia funcionaran con total eficiencia.
Podríamos decir, por lo tanto, que todos los sistemas de supervivencia del individuo están, en último término, al servicio del objetivo de la reproducción y si poseemos el instinto de supervivencia se debe, únicamente, a que permanecer vivos es condición necesaria para que pueda llevarse a efecto la reproducción.
A los genes, auténticos responsables del diseño y funcionamiento de nuestro organismo y de nuestros instintos, no les preocupa nuestra muerte siempre que tenga lugar después de que hayamos dejado descendencia. Y esto es así porque los genes pueden disfrutar de la inmortalidad saltando desde un individuo a otro a través de las sucesivas generaciones, sin importarles el hecho de que los individuos sean mortales.
Consideremos el hecho de que los individuos homosexuales no pueden reproducirse como consecuencia de tener orientada su atracción sexual hacia su mismo sexo y que con ello hacen fracasar el objetivo fundamental que todo individuo tiene asignado: la perpetuación de la especie. Y puesto que los seres vivos son, en último término, cápsulas herméticas en las que los genes navegan a través del tiempo, de generación en generación, la homosexualidad sería un obstáculo insalvable que impediría a los genes saltar a la siguiente generación.
Pero, dicho esto, podemos plantearnos si, al margen de los intereses de la especie e incluso de los de los genes que le dan soporte, el individuo humano, entendido como un microcosmos con sus propios intereses, planes y objetivos, puede considerar la homosexualidad como una opción equivalente a la heterosexualidad o bien como una anomalía, deficiencia, o enfermedad que le perjudica en todos los casos.
Es decir, la pregunta a la que trataremos de responder es si ser homosexual ocasiona al individuo problemas y dificultades que no sufriría si fuese heterosexual.
El hecho de que muchos homosexuales hayan sido y sigan siendo ajusticiados, perseguidos, agredidos por su entorno social y hasta repudiados por su propia familia, ya anticipa una respuesta afirmativa. Pero aún prescindiendo de la consideración social y ateniéndonos al optimista argumento de que algún día la homosexualidad será vista y tratada en todo el mundo en igualdad de condiciones que la heterosexualidad, resulta evidente que persistirán los siguientes inconvenientes de orden práctico:
- No pueden tener descendencia propia y la adopción, de permitirse, es una opción problemática en muchos sentidos. En el mejor de los casos posibles, las parejas homosexuales estarían en la misma situación que las parejas estériles.
- Tienen una menor esperanza de vida debido a las lesiones e infecciones que experimentan como consecuencia de sus prácticas sexuales y el mayor número de enfermedades de transmisión sexual que sufren.
- A la hora de buscar pareja sexual tienen limitada la oferta de elección a un grupo mucho más restringido que los heterosexuales, resultando por ello más difícil encontrar la pareja que mejor se adapte a sus expectativas.
- En algunos casos se ven empujados a someterse a tratamientos hormonales de graves efectos secundarios y a complicadas operaciones quirúrgicas para conseguir un aspecto físico que se acerque a sus expectativas emocionales.
- Al no atenerse al modelo fisiológico previsto por la Naturaleza, sus relaciones físicas son, en general, incompletas y frustrantes en comparación con las de los heterosexuales que están óptimamente configurados para ejercerlas en plenitud.
Evidentemente, y en base a los inconvenientes mencionados, poseer instintos sexuales que no se corresponden con la propia anatomía genera múltiples inconvenientes de orden práctico y de diferente gravedad según los casos y, una prueba de ello, son las operaciones de cambio de sexo que se prodigan cada vez con mayor frecuencia.
En los países socialmente más desarrollados se ha avanzado tanto en el reconocimiento de los derechos de ciertas minorías y especialmente en la representada por el colectivo gay que se ha llegado a formular la teoría de que la homosexualidad lejos de ser una anomalía o enfermedad psicológica es una elección sexual equivalente, en todo, a la heterosexualidad.
Es evidente y comprensible que el colectivo gay, como cualquier otro, esté interesado en ampliar sus derechos y prerrogativas hasta donde sea posible, así como en ampliar el número de homosexuales porque eso aumenta su base de elección y, además, les confiere un carácter de normalidad estadística.
Cualquier característica minoritaria que alcance el 50% deja de ser una característica para convertirse en una opción neutra. Si la característica es, además, intrínsecamente negativa, supone una ventaja adicional en concepto de mejora de la autoestima.
Para ilustrar este hecho, consideremos por ejemplo el síndrome de Down. En un loable intento de apoyar a las familias de niños con esta enfermedad genética, se ha recurrido a la estrategia de eliminar la palabra “enfermedad” para conseguir una mayor aceptación social. Aunque desde un punto de vista social y humanistico puede ser un método válido, carecería de sentido que en el ámbito técnico de la medicina se eliminara esta anomalía de la lista de enfermedades genéticas, entre otras cosas, porque se dejaría de investigar su tratamiento y curación.
Sin embargo, descatalogar la homosexualidad de la lista de enfermedades o anomalías psicológicas es lo que ha hecho el colectivo gay en su comprensible afán de incorporarse a la normalidad social. Pero en el caso de la homosexualidad, nos encontramos con una característica especial que puede tener consecuencias sociales indeseables debido a que se trata de una anomalía psicológica que puede generarse como resultado de la presión social, mientras que el síndrome de Down, por ejemplo, no puede producirse ni extenderse por presión social, al ser de naturaleza estrictamente genética.
Para entender este importante aspecto del problema tenemos que recordar que en la escala animal los instintos tienen diferente importancia. Mientras que en los organismos más simples y primitivos los instintos están completamente configurados como programas ya acabados, en los seres más evolucionados y complejos los instintos se terminan de reconfigurar a lo largo de la vida con el objetivo de hacerlos más efectivos y mejor adaptados al entorno cambiante.
El ser humano es el animal que posee mayor flexibilidad instintiva de todas las especies y eso le hace particularmente vulnerable a la reprogramación equivocada de sus instintos a lo largo de su vida. Por eso es tan importante asegurar un desarrollo normal de la sexualidad.
Se ha observado, por ejemplo, que en algunas tribus y culturas todos los jóvenes atraviesan una época de homosexualidad obligados por las normas sociales, aunque luego recuperen su heterosexualidad, presionado también por las mismas normas sociales.
Aunque no existen pruebas concluyentes, hoy día se considera que existen homosexuales genéticos basados en alguna anomalía en el desarrollo embrionario que ha cambiado su orientación sexual básica, mientras que en la mayoría de los casos, la orientación sexual se configura a través de las experiencias vitales.
Podemos imaginar, por tanto, que existe un amplio grupo de individuos que nacen sin una orientación claramente marcada que van a convertirse en homosexuales en función de las experiencias que tengan a lo largo de su desarrollo. En ellos será determinante la familia, los amigos, los profesores, las películas que vean, las conversaciones que oigan, los libros que lean y, en general, el tipo de creencias culturales sobre la sexualidad que predomine en el entorno social donde se desarrollen emocional e intelectualmente.
Y justamente es aquí donde la normalización de la homosexualidad puede desempeñar un papel negativo para el conjunto de la sociedad. En la medida que se acepte y se difunda la teoría de que la homosexualidad no es un serio problema sino una elección equivalente a la heterosexualidad, estaremos propiciando el incremento de homosexuales, es decir, de ciudadanos con problemas importantes.
Pero si, para complacer al poderoso y activo colectivo gay eliminamos la homosexualidad de la relación de enfermedades psicológicas y la convertimos en una opción sexual tan válida como la heterosexualidad, ¿cómo podemos negarnos a que se haga proselitismo de ella en las escuelas, en la televisión y en el medio social de una opción?
Para el colectivo gay, que ya sufre el problema, el hecho de que una cantidad cada vez mayor de la sociedad se vuelva homosexual es una ventaja, pero para el colectivo heterosexual, es decir, para los ciudadanos que disfrutan de una sexualidad sana y normal, se convierte en una clara e importante desventaja. Si caemos en la trampa de lo políticamente correcto acabaremos sufriendo los efectos de una decisión errónea que recaerá sobre nuestros propios hijos.
Por lo tanto, la actitud razonable sería aceptar y propiciar el respeto a los homosexuales, pero sobre la base de que se trata de una anomalía psicológica referida al comportamiento sexual, que convendrá evitar a toda costa. Y esa es la idea que debería trasladarse a la educación y a los medios de comunicación que tanto influyen en la conformación psicológica de los más jóvenes.
Por último mencionaré el hecho curioso de que se considera que los homosexuales nunca pueden volver a ser heterosexuales sin grave daño para su personalidad, mientras que se acepta, como una evolución hacia formas superiores, el tránsito de la heterosexualidad a la homosexualidad.
Se sabe, sin embargo, que es posible en algunos casos, la recuperación de la normalidad sexual y, con ello, sus notables ventajas, y en los casos en que esto sea posible, deberían estimularse y subvencionarse los correspondientes tratamientos, de la misma forma que se subvencionan los cambios de sexo que representan un serio riesgo y una mutilación de órganos sanos y operativos, en beneficio de una anomalía psicológica.
En resumen, un sí rotundo al respeto hacia los homosexuales, pero desde la perspectiva de que se trata de un problema serio que hay que evitar a toda costa y por todos los medios posibles.
Estos dos puntos deben ir inseparablemente unidos siempre que se hable de la homosexualidad, principalmente en las escuelas y en los medios de comunicación.