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¿Es posible la paz permanente?

Desde que tenemos noticias, el hombre ha padecido guerras y enfrentamientos sangrientos a lo largo de toda su historia. Ante esta constatación, cabe preguntarse si esa conducta destructiva forma parte de nuestra naturaleza humana y, lo que es más importante, si nuestra inteligencia podrá encontrar una solución definitiva a este problema.
Los afortunados habitantes del siglo xxi y de los países más avanzados, tenemos la suerte de haber vivido el periodo de paz más largo y próspero que ha disfrutado la humanidad, y eso nos proporciona cierta esperanza de que tal vez nos acercamos al objetivo de la paz mundial.
Reflexionaremos en esta tertulia sobre si esta esperanza es sólo un espejismo y, adicionalmente, trataremos de dilucidar las causas profundas de las guerras y, a partir de ahí, nos aventuraremos a proponer soluciones para alcanzar la paz definitiva y universal.

¿Es inevitable la guerra?

La guerra ha formado parte esencial de la historia de la raza humana y, lo que es peor, aún sigue desempeñando un papel crucial en la sociedad del siglo XXI.

A raíz de esta constatación, trataremos de responder, entre otras cuestiones, a la de si la guerra es un fenómeno inevitable al que hay que resignarse o que, por el contrario, existe una solución definitiva que permita acabar con esta lacra.

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Warrior:
El hombre, para sobrevivir, tiene por naturaleza un componente agresivo, sin embargo, si el ambiente en el que se desenvuelve el no es hostil puede no expresarse este componente. Desgraciadamente, hasta ahora, el ambiente ha sido bastante desfavorable al desarrollo armónico del hombre.
A lo largo de la historia han ocurrido infinidad de guerras por muy distintos motivos, aunque yo los reduciría a cuatro: los económicos, los religiosos, la ambición y el odio.
Desde el origen del hombre éste ha tenido que desenvolverse en un ambiente hostil, pues ha debido luchar contra los animales que querían comérselos y contra sus propios congéneres, ya que los recursos eran escasos y tenían que disputárselos. Evidentemente, en estos primeros tiempos se originarían escaramuzas pues los grupos eran pequeños y las armas muy elementales, por lo que no podríamos llamarlas propiamente guerras. Conforme el hombre progresa tanto en el aspecto social como en el tecnológico, aumenta la riqueza, crece la población y se complican las relaciones entre los humanos.
Con la formación de reinos e imperios pasamos a los enfrentamientos religiosos, económicos y de odios entre ellos. Pero, a la vez, la lucha por el poder dentro de cada reino o imperio, por la ambición de ocupar el puesto de dirigentes, da lugar ya a verdaderas guerras con miles de muertos, pues al mismo tiempo que el desarrollo económico y social ha progresado la tecnología en las armas.
Con esta descripción tan sucinta de la historia, llegamos hasta nuestros días y vemos que la guerra continúa y con los mismos motivos de siempre.
Carl von Clausewitz, militar alemán del siglo XIX, escribió un libro clásico sobre la guerra: “De la guerra”, de la que se sacó su célebre frase “la guerra es una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas con otros medios”
Clausewitz pensaba que la guerra moderna es un "acto político", y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra. En su concepción, los otros dos elementos de la guerra son: a) el odio, la enemistad y la violencia primitiva y b) el juego del azar y las probabilidades. "El primero de estos tres aspectos -escribió- interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno. Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno.
Con estos antecedentes en la historia del ser humano y sin un cambio sustancial de la naturaleza del mismo y en las circunstancias que le rodean, es decir, que hubiera un gobierno universal, se quitaran las fronteras y un reparto equitativo de la riqueza mundial, pienso que seguirá existiendo la guerra.
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Yack:
Se suele afirmar, erróneamente, que el hombre es el único animal que practica la guerra y, proyectando este error en el terreno de la ética, se extrae la conclusión de que somos la especie más malvada de la creación.

Como siempre que se aplican principios éticos a la naturaleza, se llega a conclusiones absurdas, porque la ética sólo tiene sentido en el ámbito humano, dado que la ética es el conjunto de normas que nuestra especie se ha dado a sí misma para optimizar la vida en sociedad.
La autentica realidad es que la guerra existe en la naturaleza y se practica frecuentemente entre miembros de una misma especie, aunque sí es cierto que nunca llega a adquirir las proporciones y mortandad que se dan en la especie humana. Pero, ¿por qué esa diferencia?
La explicación hay que buscarla, como en todo lo que se refiere al hombre, en su excepcional inteligencia y en las consecuencias que se derivan de ella.

Veamos cuatro de las características más relevantes para explicar el fenómeno bélico:

Alta sociabilidadEntiendo por "alta sociabilidad" la capacidad que tiene la especie humana para formar grupos de hasta millones de individuos altamente estructurados y organizados en torno a una única autoridad central. Esta notable propiedad, que nos permite emprender grandes proyectos colaborativos, nos capacita también para organizar mortíferas campañas bélicas de exterminio contra grupos rivales.

La sociabilidad humana se sustenta en la excepcional inteligencia de los individuos y en el lenguaje, potenciado por las tecnologías de la comunicación. La configuración grupal de la mente humana combinada con un avanzado lenguaje faculta a las sociedades humanas para compartir e intercambiar deseos, creencias, temores y odios propiciando con ello un comportamiento unificado y coordinado propio de una gran mente colectiva, ya sea tribu, nación o confederación de naciones que actúa impulsada por una voluntad única y compartida.

En el reino animal se producen pequeñas escaramuzas entre grupos coaligados pero la escasa inteligencia y el deficiente lenguaje les impiden formar grupos organizados lo suficientemente numerosos como para hablar de auténticas guerras.

Tecnología
La tecnología, desarrollada a partir de nuestra excepcional inteligencia, permite incrementar la efectividad de la agresión, en función de las armas utilizadas. Con la invención de los misiles y de las armas nucleares, se puede eliminar a millones de personas con sólo apretar un botón y sin que estas tengan la oportunidad de rendirse ante el vencedor, como ocurre en los combates cuerpo a cuerpo. El enemigo pierde su rostro humano para convertirse en una abstracción que representa el mal absoluto.

Planificación a largo plazoLa capacidad de planificar el futuro con gran detalle, única en nuestra especie, abre la posibilidad de que el enemigo vencido, planee una emboscada y de la vuelta a la situación.

En el mundo animal, por el contrario, el individuo más fuerte siempre ganará la batalla cuerpo a cuerpo contra el rival más débil, porque no existe la planificación inteligente, ni la emboscada. No obstante, algunos animales, como los leones y las hienas hacen batidas regulares asesinando a los cachorros de sus enemigos para reducir la posibilidad de ser atacados por una manada organizada ante la que se encuentran en desventaja táctica, pero estas agresiones preventivas no son la norma.

Para protegerse contra la astucia de su rival derrotado, el hombre se ha visto obligado a exterminar a sus enemigos en la batalla, salvando únicamente a las mujeres como instrumentos de procreación para sus propios genes y a los niños como esclavos que podrán ser reprogramados y utilizados como máquinas humanas a su servicio.

Como resultado de esta característica, derivada de su excepcional inteligencia, el hombre ha desarrollado un instinto agresivo peculiar, caracterizado por una ferocidad exenta de conmiseración por el enemigo derrotado.

Recompensa emocionalSe suele justificar la guerra como una lucha por conseguir territorio, comida, agua o materias primas, pero esta explicación sería incompleta si no añadiéramos que la guerra es una actividad de las más placenteras que conoce la humanidad, en especial el varón humano.

Una prueba de que la guerra es una actividad lúdica la encontramos es la cantidad de juguetes, películas, novelas, y juegos que existen sobre tema bélico. Sabemos que en la segunda guerra mundial, millares de jóvenes americanos se alistaron voluntariamente para luchar en Europa atraídos por una poderosa fuerza interior que les llevaba a poner en grave riesgo su vida sin esperar ninguna recompensa a cambio, salvo la muerte o la mutilación.

La explicación de este comportamiento paradójico, que parece contradecir la lógica hay que buscarla, como siempre en la forma en que los genes configuran nuestros sentimientos para actuar sobre nuestra conducta.

En el pasado, se combatía por la supervivencia y los individuos y los grupos más agresivos, tenían ventaja respecto a los más pacíficos que no estaban preparados para la guerra. La presión selectiva primó los genes guerreros y esta presión se plasmó en una configuración neuronal de recompensa que se activaba cuando el individuo se ve involucrado en una guerra.

En nuestro mundo actual la guerra ya no es rentable, pero la programación mental bélica sigue manifestándose en forma de un impulso irracional hacia la guerra que se contagia irremediablemente entre los miembros de un grupo social cuando las condiciones de entorno alcanzan un estado crítico. Esta propensión social a entrar fácilmente en estado de guerra, es aprovechada por los gobernantes para dar satisfacción a sus rivalidades, odios y anhelos personales propiciando que los grupos que están sujetos a su autoridad se enfrenten entre sí, haciendo suya la consigna de su líder.

Posibles soluciones
En base a las cuatro causas que hemos identificado, sería fácil afirmar que es imposible acabar con las guerras, pero si observamos la evolución histórica, estaremos de acuerdo en que los periodos de paz se hacen cada vez más largos, lo que significa que estamos avanzando hacia la paz definitiva. Pero, ¿qué habría que hacer para avanzar más rápidamente hacia ese objetivo final?

Podríamos encontrar las respuestas extrapolando las soluciones que los grupos nacionales han encontrado y aplicado para consolidar la paz interior e impedir las guerras civiles. Básicamente serían: ausencia de fronteras físicas, una ley común, un único poder ejecutivo, legislativo y judicial y, sobre todo, un único dispositivo bélico en manos del poder ejecutivo que detente el monopolio de las armas y de su uso.

Trasladado al ámbito internacional, estas normas se traducirían en:

-Formación de una confederación mundial de países pertenecientes a lo que se ha dado en llamar "cultura occidental". El modelo se inspiraría en el proceso político que está teniendo lugar en Europa.

Hay que tener en cuenta que las fronteras físicas son, en muchos casos, muros de contención que impiden la agresión entre grupos incompatibles. Sólo se puede hablar de integración cuando los grupos tienen un desarrollo social que los hace compatibles, como ocurre, por ejemplo entre los países europeos.

-Desarrollo de un único dispositivo bélico de gran capacidad disuasoria que dependa únicamente del poder central de la confederación. Este ejército estaría formado por la aportación proporcional en hombres y recursos de los países de la confederación y sometido a la autoridad de la confederación.

El ámbito de intervención bélica podría afectar a países de la propia confederación y a países externos que incumpliesen la normativa internacional aprobada por la confederación. En ambos casos, el peso de la ley recaería sobre los dirigentes responsables de la situación que ha dado lugar a la intervención militar.

En resumen, la solución para acabar definitivamente con las guerras consistiría en formar una gran confederación de países occidentales autogestionada por un modelo político equivalente al que se está aplicando en Estados unidos y se intenta aplicar en Europa.

Aunque son muchas las dificultades políticas para alcanzar este objetivo, los beneficios justificarían sobradamente su implantación. Nuestra sociedad actual, gracias a la tecnología, es rica y la guerra ha dejado de ser rentable porque destruye más riqueza de la que aporta, ya que la riqueza no está tanto en las materias primas como en el delicado tejido productivo capaz de generar productos y servicios tecnológicos.

Si todavía no se ha llegado a un consenso internacional para formar una confederación mundial se debe al recelo y a la agresividad genética hacia otros grupos que se desarrolló en nuestro pasado histórico basado en la lucha permanente por la supervivencia en el que la guerra si era rentable.