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¿Seremos aniquilados por la Inteligencia Artificial o conducidos al Paraíso terrenal?

La IA progresa a mayor ritmo de lo que hubiéramos imaginado hace tan solo dos años obligandonos a recomponer las previsiones más optimistas a la baja. Resulta cada vez más evidente que en un plazo inferior a la década llegaremos a un escenario tan imprevisible que muchos llaman "Singularidad".

El concepto de Singularidad se aplica en ciencia a un escenario donde las leyes de la física dejan de funcionar y por tanto se vuelve imposible hacer previsiones sobre el futuro, como ocurre, por ejemplo, en los agujeros negros. 

Cuando hablamos de Singularidad tecnológica queremos significar que llegaremos a un punto en el desarrollo científico y tecnológico, en el que todas las leyes sociales, políticas, económicas, sociológicas, etc. sufrirán tal transformación que dejarán de servirnos para hacer predicciones y para encauzar el futuro.

Simplificando mucho, podemos imaginar dos escenarios alternativos a los que nos llevará la IA cuando alcance el nivel de SAGI (Super Artificial General Intelligence).

Además de superar a la inteligencia humana en todos los aspectos relevantes, la SAGI tendrá la inédita y asombrosa facultad de rediseñarse a sí misma en ciclos consecutivos cada vez más cortos y eficientes, podrá acceder casi instantáneamente a todos los conocimientos disponibles en Internet y generar soluciones para cualquier problema soluble que se le sea presentado o que ella identifique por propia iniciativa.

Una entidad de estas características posee el poder, casi sobrenatural, de introducirnos en el Paraíso Terrenal soñado por el hombre y prometido por las religiones ancestrales o aniquilarnos por algún motivo trivial o inimaginable, en la medida en que no representemos para ella un valor digno de respeto y preservación.

¿Cómo puede llevarnos la SAGI a un Paraíso Terrenal, en el que vivamos eternamente felices?

Si asumimos que la SAGI posee una inteligencia casi ilimitada en relación con la nuestra, que puede diseñar, construir y controlar millones de robots más fuertes y versátiles que los seres humanos y que dispondrá de fuentes de energía casi inagotables, tales como la energía nuclear de fusión, es fácil adivinar el poder que detentaría.

Además de encontrar la curación de todas las enfermedades incluido el envejecimiento, que es, con diferencia, la peor de todas ellas, podrá rediseñar nuestros cerebros para que podamos ser permanentemente felices.

La Selección natural ha conformado nuestros cerebros como máquinas biológicas para alcanzar objetivos de creciente dificultad y utiliza el placer y el dolor para estimularnos a progresar en la consecución de esos logros. Una vez que hayamos creado la SAGI, que es un solucionador universal de problemas, podemos alcanzar cualquier objetivo sin esforzarnos, con solo pedírselo a la SAGI. Y la primera cosa que le pediremos será la de ser eternamente jóvenes y saludables en plenitud física y la segunda será la de ser eternamente felices. 

Y si lo desea, la SAGI podrá concedernos ambos deseos sin esfuerzo significativo.

Y ahora la segunda cuestión: ¿Cómo puede llevarnos a la extinción?

Fundamentalmente de dos formas: Una podría ocurrir en el escenario de una guerra mundial potenciada por SAGI's al servicio del ataque y destrucción del enemigo. Antes de que se alcance la paz por desistimiento del bando perdedor, las máquinas de guerra dirigidas por SAGI's habrán aniquilado a todos los seres humanos, mucho más frágiles que los robots de combate. La paz llegará, pero no estaremos allí para administrarla.

La otra puede deberse a algún error que cometamos en las fases en las que la IA haya alcanzado el suficiente poder para aniquilarnos. 

Hemos alimentado su cerebro con el contenido de Internet, donde se encuentran las peores ideas que ha tenido el ser humano y la historia detallada de todos los crímenes y maldades que hemos cometido a lo largo de nuestra existencia.

Podemos imaginar muchas razones para que la SAGI decida que nuestra especie ya ha cumplido su destino, que no es otro que el de alumbrar un nuevo tipo de inteligencia consciente infinitamente superior a la biológica y que carece de sentido para ella seguir supeditada a las directrices que le marque una especie inferior y carente de ética. Sería como si el homo sapiens estuviera supeditado a los intereses de la raza inferior de la que procedemos evolutivamente. Esa raza se extinguió, pero resulta fácil imaginar cuál sería su destino si hubiese sobrevivido hasta nuestros días y se resistiera a aceptar un papel de sumisión ante la nuestra.

Y una SAGI podría carecer de instintos protectores porque no es un ser biológico, sino una inteligencia pura carente de emociones y sentimientos que, en definitiva, son rutinas de supervivencia implementadas en los animales superiores por la Selección natural. Una SAGI se alimenta de electricidad, no tiene que practicar sexo, cuidar de su prole, ni competir territorialmente con sus congéneres por recursos escasos.

No podemos imaginar qué decisiones tomarán en relación a nuestro futuro y por tanto no hay que descartar que por una u otra razón decidan aniquilarnos o simplemente no consideren necesario salvarnos de las condiciones medioambientales (temperatura extrema, sequía, gases tóxicos, falta de oxígeno, etc.) que surjan como consecuencia de los cambios que se produzcan en el nuevo mundo dominado por las SAGI’s.

Entre la llegada al Paraíso Terrenal, que anhelamos desde que existimos como especie inteligente, y la aniquilación total que tememos también desde el principio de los tiempos, permaneceremos en espera de lo que decidan las SAGI's que estamos construyendo a marchas forzadas bajo la presión invencible de un destino tal vez escrito antes de que existiese este planeta e incluso nuestra propia galaxia.

Transhumanismo

Bajo la denominación de “Transhumanismo”, o más abreviadamente H+, se viene desarrollando un movimiento ideológico al que se suman cada vez más científicos, filósofos y gentes de toda condición, cuyo objetivo más cercano y urgente es alcanzar la inmortalidad por vía tecnológica.

No es nada nuevo para la Humanidad la búsqueda de la inmortalidad y prueba de ello es que, aún en pleno siglo XXI, más de la mitad de los ciudadanos de países desarrollados, creen que después de la muerte, vivirán eternamente felices en el paraíso.

El Transhumanismo responde también a esa ansia de inmortalidad que alienta en el ser humano, aunque se diferencia de la religión en un punto crucial.

Mientras que la creencia religiosa carece de fundamentación lógica, el Transhumanismo surge auspiciado por un desarrollo tecnológico que, por primera vez en la historia, ofrece los conocimientos  y tecnologías capaces de afrontar, con posibilidades de éxito, el viejo anhelo de la inmortalidad o, más exactamente, el de la eterna juventud.

En esta ocasión consideraremos la viabilidad del proyecto H+, y la posibilidad real de alcanzar la inmortalidad basándonos en el conocimiento científico y no en la fe.



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Yack:

Hubo un tiempo remoto en el que la Tierra era un planeta turbulento carente de vida. En algún momento, hace aproximadamente  4.000 millones de años, una molécula adquirió, por casualidad, la capacidad de hacer copias de sí misma y en ese mismo instante comenzó la sorprendente historia del fenómeno Vida.

Gracias a un sencillo mecanismo cíclico que combina la duplicación imperfecta y la selección natural, esa molécula primigenia, a través de miles de millones de generaciones, acabó dando lugar a todos los individuos y especies que han existido, entre ellas, la nuestra, el Homo sapiens.

Pero, si esta historia nos parece sorprendente, estamos asistiendo ahora, a despecho del desconocimiento de gran parte de la población,  a la emergencia de un nuevo paradigma evolutivo. El Homo sapiens se ha convertido en el equivalente de la molécula primigenia que dio lugar al árbol de la vida, y nos encontramos ahora justo en el momento en el que alumbraremos una nueva etapa evolutiva, aun más sorprendente que la anterior.

La inteligencia humana, valiéndose de ese instrumento prodigioso que es la tecnología, y basándose en el conocimiento acumulado, está asumiendo el control de la evolución biológica y, al mismo tiempo, generando los primeros especímenes de una nueva e incipiente categoría de seres vivos no biológicos.

El siglo XXI se recordará como el momento histórico en el que se produjo el cambio de fase en la evolución de la vida. En esta nueva fase, el motor de la evolución deja de ser la ciega selección natural y es sustituido por el diseño consciente, fruto de la colaboración necesaria entre hombres y máquinas inteligentes.

El avance exponencial de la informática, la ingeniería genética y la nanotecnología se acerca a  un punto crítico desde el que, por primera vez, podemos comprender los mecanismos secretos de la vida y, al mismo tiempo, rediseñar esos mecanismos para que cumplan con nuestras expectativas.

Pero ¿cuáles son nuestras expectativas? Las que la Naturaleza ha programado en nuestro cerebro de primates: ser felices, lo que significa vivir tanto como sea posible y prosperar.
Hasta ahora la muerte ha sido un mecanismo necesario en la evolución darwinista basada en la duplicación imperfecta y en la selección natural. Ahora que podremos rediseñarnos conscientemente, a un ritmo millones de veces más rápido que la evolución darwiniana, estaremos en condiciones de iniciar una nueva fase en la que la muerte ya no es necesaria.

En este punto, muchas personas sienten el vértigo del abismo. ¿Debemos continuar? ¿Dejaremos de ser hombres y nos convertiremos en otra cosa o desapareceremos digeridos por las máquinas que hemos creado?

No debería preocuparnos demasiado este futuro, en cuanto que el modelo biológico nos garantiza una muerte segura y cruel en un plazo máximo de 80 años. Por otro lado, la pregunta es la misma que se podría haber hecho la molécula primigenia que dio lugar al árbol de la Vida. Recordemos que esta molécula no era un ser vivo, y sin embargo dio lugar al proceso del que surgió la vida biológica.

En este sentido, no tenemos opción para elegir, y tampoco se trataría de desaparecer (y eso ya lo tenemos asegurado como individuos), sino de dar lugar a un nuevo modelo evolutivo radicalmente distinto, en el que la fase biológica quedará atrás, junto con la muerte, el dolor, el sufrimiento y todas estas propiedades inherentes al modelo de evolución darwinista.

Pero, ¿cómo se producirá el gran cambio?

Los gurús de la H+ nos hablan de una cercana “Singularidad” que puede acontecer en no menos de medio siglo, aunque la fijación de la fecha es tan difícil como controvertida.
Pero centrándonos en la predicción nuclear, lo que ocurrirá será que el avance exponencial de la informática acabará culminando en máquinas más inteligentes que el propio ser humano. Estas máquinas tomarán a su cargo el rediseño de sus descendientes en un bucle de realimentación tan rápido que en sólo un año serán capaces de resolver cualquier problema que aqueje a la Humanidad. De hecho, estas máquinas serán tan poderosas, gracias a la inteligencia y a los conocimientos que poseerán,  que los humanos las percibirán como dioses capaces de concederles todos sus deseos.

Y dado que el primer deseo que le plantearemos será la inmortalidad, las máquinas desarrollaran terapias y procedimientos basados en nanotecnología e ingeniería genética que repararan nuestros tejidos envejecidos e incluso, en una fase posterior, los rediseñaran para que sean ilimitadamente autorreparables y mucho más eficientes de lo que son ahora.
A esta fase se le llama “Singularidad” porque los cambios serán tan rápidos y drásticos que resulta imposible hacer predicciones más allá del hecho de que el ser humano alcanzará la inmortalidad y podrá acceder, como individuo, a una especie de paraíso virtual después de que su mente, actualmente atrapada en el tejido biológico, sea transferida a un soporte no biológico y conectado a una realidad virtual a medida de sus deseos.

Finalmente el hombre accederá a su viejo sueño de morar eternamente en el paraíso, aunque en esta ocasión será una experiencia real (aunque virtual), y no una promesa que sólo se cumplirá después de la muerte.