Conductas irracionales
A menudo observamos en nuestros semejantes conductas que no parecen atenerse a una pauta compatible con la razón, o al menos eso es lo que puede parecer a primera vista. En esta tertulia se tratará de determinar los limites de lo que puede suponerse como racional o irracional en la conducta humana y a qué se debe esta percepción subjetiva sobre la conducta de los demás.
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Yack:
Prescindiendo de las conductas propiciadas por un trastorno mental, que estarían plenamente justificadas y explicadas por su naturaleza patológica, intentaré explicar el hecho de que a veces apreciemos en los demás conductas que nos parecen irracionales y, en algunos casos, hasta en nosotros mismos, cuando las juzgamos retrospectivamente.
Para comprenderlo, es necesario recordar que el ser humano, antes de adquirir su reciente racionalidad, fue un primate y que aún conserva la forma básica de pensamiento de sus antecesores.
Pero ¿es racional la conducta de un primate?
Si por racional entendemos dirigida a preservar la vida del individuo y de la especie, podemos afirmar categóricamente que sí es racional porque si no lo fuera, la especie se habría extinguido hace ya mucho tiempo.
Ahora bien, si por racional entendemos las peculiaridades que diferencian la conducta de un primate de la conducta humana, entonces no sería racional. ¿Sería correcto llamarla irracional, entonces?
Bueno, eso es una cuestión semántica en la que no voy a entrar, aunque “irracional” parecería más bien como “contraria a la razón, absurda y sin lógica” y no simplemente “diferente a la conducta típicamente humana”.
Pasando al plano humano, nos preguntamos por qué la conducta humana es diferente a la de los primates en general.
Evidentemente la razón habrá que buscarla, principalmente, en su mayor grado de inteligencia. Pero, ¿para qué sirve exactamente la inteligencia?
La inteligencia es una capacidad desarrollada para predecir el futuro y posicionarse con ventaja en él. Pero un primate es capaz de predecir el futuro, e incluso una cucaracha sabe que cuando se enciende la luz su vida corre peligro y corre hacia la oscuridad.
¿Es pues, inteligente la cucaracha?
Sí, en la medida que puede predecir el futuro y posicionarse ventajosamente para afrontarlo. Pero a la cucaracha nadie le ha enseñado que la claridad es peligrosa ni lo que debe hacer cuando se enciende la luz. ¿De dónde sale pues, esa reacción inteligente?
Evidentemente sus genes contienen en alguna parte las instrucciones para modelar ciertos circuitos neuronales para que reaccionen de esta forma. Esta inteligencia es de origen genético y ha sido codificada a lo largo de millones de años de evolución, al mismo tiempo que la estructura de sus antenas o sus patas, aunque la utilidad y finalidad de los circuitos neuronales no son directamente descifrables por la inteligencia humana, aunque sí deducibles a partir de la conducta a que dan lugar.
A medida que ascendemos en la escala animal encontramos mentes más eficaces que comienzan a exhibir una capacidad creciente para aprender. Además de la inteligencia genética, estas criaturas disponen en su cerebro de una región cada vez mayor que puede modelarse después del nacimiento en función de las experiencias vitales del individuo.
En términos informáticos podríamos afirmar que la cucaracha sólo posee ROM, mientras que los animales superiores tienen, además de la ROM, una RAM de capacidad creciente.
Los circuitos neuronales dedicados al aprendizaje se pueden modificar a lo largo de la vida, ya sea por imitación de la conducta de sus semejantes (educación), ya sea por el procedimiento de exploración y ensayo (modelo prueba->error-castigo/acierto-premio).
Cuando analizamos la mente humana, nos encontramos con una zona primitiva que posee un conocimiento genético que controla, por ejemplo, todas las funciones orgánicas como el latido del corazón, el nivel óptimo de insulina en sangre, el estado de alerta, la agresividad, el miedo, el sueño, el instinto de succión, etc.
Adicionalmente descubrimos otra región notablemente desarrollada responsable del pensamiento superior o racional formado por dos componentes fundamentales:
Una gran biblioteca en la que se han acumulado los patrones de conductas exitosas que el individuo ha descubierto a lo largo de su vida y un sistema de simulación de la realidad que permite probar y evaluar un grupo de conductas contenidas en la biblioteca (experiencia) que encajan, por similitud, en la situación actual.
Ante una situación problemática, el cerebro pone en marcha una simulación de la situación real y ensaya a gran velocidad posibles conductas, observando los resultados que el simulador pronostica hasta encontrar la conducta más prometedora. Básicamente es el mecanismo que se da en un jugador de ajedrez que piensa su próxima jugada. Extrae de su memoria-experiencia jugadas exitosas en situaciones similares y las somete, a gran velocidad, a la simulación mental del tablero de ajedrez, estudiando los posibles desarrollos que tendrá su jugada hasta quedarse con la candidata que promete una situación más ventajosa.
Aquí cabe preguntarse, por qué no nacemos con una inteligencia genética como la cucaracha, aunque más amplia y completa, en la que esté contenido todo el conocimiento que necesitamos para sobrevivir. ¿Cuál es la ventaja de nacer con una buena parte de la mente en blanco?
Evidentemente la ventaja es la posibilidad de una adaptación más completa a un medio cambiante y complejo. El hombre ha sido capaz de adaptarse con éxito oportunista a casi todos los habitats existentes en el planeta Tierra, desde el Polo norte, al Ecuador. Y últimamente ha llegado a habitar, gracias a su tecnológica, el espacio exterior, el fondo del mar y a penetrar en ambientes tan hostiles que sólo él puede hacerlo. Adicionalmente, y gracias a su inteligencia flexible, ha conseguido explotar la energía atómica y está en vías de modificar su propio ADN para reconfigurar su organismo a medida de sus necesidades. La estrategia evolutiva de aumentar el tamaño de la RAM en relación con la ROM tiene indudables ventajas y eso explica que la especie humana se haya adueñado del planeta y tenga que proteger a la mayoría de las especies de su propio poder.
Pero también tiene sus inconvenientes como veremos.
El neocortex, donde reside la inteligencia racional, ha aparecido hace poco tiempo y lo ha hecho, como toda estructura del organismo, para colaborar en la supervivencia de la especie. Si admitimos que la inteligencia genética contiene todas las reglas que se necesitan para mantener viva a la especie y ha sido gestada a través de millones de años de lucha por la supervivencia, la inteligencia racional debe estar al servicio de esta y su función será la de ayudar a alcanzar los dos objetivos esenciales que subyacen en toda criatura viva: sobrevivir y reproducirse.
La inteligencia racional, por ejemplo, ha desarrollado nuevos sistemas de cultivo más eficientes para satisfacer el instinto básico de comer: el hambre.
Sin embargo, en el diseño del ser humano se ha ido inusitadamente lejos en la concesión de privilegios a la inteligencia racional, dotándola tal poder y libertad que puede representar un peligro para la propia especie (una guerra nuclear, por ejemplo) y para el propio individuo (la drogadicción).
Veamos algunos ejemplos en los que ambas inteligencias, la genética y la racional, que deberían entenderse y colaborar, entran en conflicto:
Cuando nos sentimos atraídos por el sexo opuesto, estamos obedeciendo a nuestra inteligencia genética que manifiesta su voluntad en forma de atracción sexual irresistible. Y nuestra inteligencia racional se pone al servicio de la inteligencia genética desplegando todas sus habilidades para conseguir a la pareja sexual. Pero al mismo tiempo, la inteligencia racional ha descubierto los anticonceptivos, ha burlado el mandato genético de la reproducción y se ha quedado con el placer sexual cuya razón de ser era, precisamente, empujarnos a cumplir el mandato reproductivo.
El placer es el mecanismo que emplea la inteligencia genética para empujarnos a cumplir sus mandatos destinados a mantenernos vivos, y la idea original era que la inteligencia racional ayudara al individuo a alcanzar el placer, por el procedimiento de cumplir el requisito de obedecer el mandato de la inteligencia genética al que estaba asociado el placer. Sin embargo, la inteligencia racional ha descubierto las drogas, que son sustancias similares a las endorfinas y ha aprendido que tomándolas puede obtener placer directamente sin realizar el trabajo previo que era el auténtico objetivo de todo el mecanismo conductual. Si descubrimos algún método para conseguir placer sin tener que alcanzar un objetivo, la mente se cortocircuita y deja de ser útil para los dos objetivos básicos: sobrevivir y reproducirse. El ratón de laboratorio que descubre que moviendo una palanca recibe un intenso placer, abandona todas sus actividades de supervivencia y procreación y reduce su vida a golpear la palanca.
Las personas que sufren bulimia o anorexia se han dejado llevar por su inteligencia racional que les dice que siendo delgadas tendrán más éxito social y han conseguido vencer a la inteligencia genética que les ordena comer para conservar la vida y la salud.
Si nos quedamos colgados de una barra candente, nuestra inteligencia genética nos ordena que abramos la mano para no quemarnos pero nuestra inteligencia racional trata de contrarrestar ese mandato porque calcula que al soltarnos podemos matarnos y eso siempre sería peor que la quemadura. Pero no siempre gana la inteligencia racional.
¿A qué inteligencia debemos obedecer cuando entran en conflicto? Puesto que no existe una tercera instancia que nos dé la respuesta, el conflicto se resuelve mediante un combate de poder a poder dentro de nuestra mente. Dependiendo de las circunstancias, de la educación, de la fuerza instintiva, de la personalidad de cada uno, de la experiencia, vencerán unas fuerzas u otras, según los casos.
Si vencen las fuerzas de la inteligencia genética, pensaremos que el individuo se comporta irracionalmente o emocionalmente, si vencen las fuerzas de la racionalidad, pensaremos que se ha comportado racionalmente. Pero el problema es que no podemos saber nunca de antemano si es mejor obedecer a una o a otra porque unas veces lleva razón la inteligencia genética y otras la racional.
Nuestro hijo está encerrado en una casa envuelta en llamas. Nuestra inteligencia genética nos dice que salvemos a nuestro hijo porque contiene una réplica de nuestros genes que nos sobrevivirá y nos concederá la inmortalidad genética, pero nuestra razón nos dice que tal vez lo único que consigamos sea morir inútilmente. Si nos arriesgamos y tenemos éxito, todo el mundo alabará nuestra inteligencia genética (valor, heroísmo, etc.), pero si fracasamos y morimos, pensarán que nos hemos comportado irracionalmente.
Retrospectivamente es muy fácil saber a cual deberíamos haber obedecido, pero en general, sólo recriminamos a los demás o a nosotros mismos cuando se ha tomado el camino de la inteligencia genética y las cosas han salido mal. Y es que dejarse llevar por la inteligencia genética suele estar mal visto en una sociedad edificada sobre la inteligencia racional.
Veamos por qué la inteligencia racional suele llevar razón en nuestro mundo altamente tecnificado con un ejemplo: Un sujeto A circula por una carretera y adelanta a otro B.
B aumenta la velocidad súbitamente y vuelve a adelantarlo. Este acto dispara el sentimiento competitivo de ambos conductores que les lleva a demostrar su superioridad.
Tras varios episodios de mutuos adelantamientos, superan la velocidad limite permitida y reducen el margen de seguridad tanto que se produce un accidente grave. B se queda paralitico en una silla de ruedas y lamenta profundamente su comportamiento irracional.
Sin embargo, la competitividad es positiva y necesaria en un entorno natural porque establece el orden jerárquico y estar más arriba en la escala aumenta las posibilidades de supervivencia. Sin embargo, ese cálculo que puede ser “racional” en el entorno natural para el que fue creado, se vuelve destructivo en un entorno artificial no previsto en el que se está circulando en un vehículo y, además, la jerarquía, en esta caso concreto, no tiene relevancia práctica porque los dos conductores nunca más se van a volver a ver.
Sin embargo, el cálculo genético está ahí funcionando, como lo ha estado haciendo en los últimos cien millones de años, y no siempre puede ser contrarrestado por el sistema racional.
Según esto, podríamos concluir que la irracionalidad de ciertas conductas, sólo es la manifestación de una lógica genética que, en ciertas ocasiones, puede encontrarse fuera de lugar y que ha conseguido vencer ocasionalmente a la lógica racional que está más capacitada, en general, para tomar decisiones en nuestro mundo tecnificado.
Sin embargo, si anulásemos la lógica genética y confiásemos únicamente en la racional, posiblemente no viviríamos para contarlo porque dejaríamos de sentir miedo, dolor, hambre, etc. y no tomaríamos las necesarias medidas cuando nuestra vida se viera amenazada.
Así pues, nuestra mente es un campo de batalla entre dos inteligencias que, aunque normalmente colaboran, a veces entran en conflicto. Una contiene toda la información básica de supervivencia basada en algoritmos conductuales puestos a punto a lo largo de millones de años de evolución. La otra es reciente y se basa en una apuesta evolutiva por una mayor libertad para adaptarse y hasta modificar el medio a fin de forzar las expectativas de supervivencia.
Necesitamos la primera para no perder el rumbo, y gracias a la segunda hemos sido capaces de extraer grandes cantidades de energía inaccesible a otras especies para continuar nuestra expansión imparable, pero al mismo tiempo, corremos el riesgo de autodestruirnos con esa misma energía si no sabemos controlar nuestros viejos algoritmos agresivos y territoriales que forman parte inseparable de nuestra esencia humana. Se trata, por lo tanto, de una apuesta evolutiva muy arriesgada que sólo el futuro podrá sancionar como exitosa o letal para la especie que la gestiona.
____________Warrior:
El hombre por definición es un ser racional, pero en la práctica tiene algunos comportamientos irracionales, por lo tanto, debemos decir que el hombre es racional cuando utiliza en su comportamiento la racionalidad. Ésta puede ser de fines o de medios. Se considera que la de medios está subordinada a la de fines. De todos modos, es necesario utilizar una serie de criterios para establecer la racionalidad de esos fines. El ejercicio de racionalidad está sujeto a principios de optimidad y consistencia. Cualquier construcción mental efectuada por procedimientos racionales tiene, por consiguiente, una estructura lógico-mecánica: causa-efecto-solución.
Los primeros estudios sobre la razón vienen de los griegos. La filosofía de Aristóteles y Platón engendró la lógica primaria, era deductiva y no inductiva. Esto quiere decir que las leyes universales podían ser descubiertas por el pensamiento humano sin necesidad que éste tuviese que optar por mirar casos particulares para establecer las leyes. Es decir, la lógica deductiva discurre sobre lo que sigue universalmente desde premisas dadas por la razón humana. Es esta la razón por la cual Aristóteles estableció los cuatro principios a priori para la lógica todavía enseñados en nuestra época: el principio de identidad, el Principio de no contradicción, el principio del tercero excluido y el principio de razón suficiente.
Sin embargo, el hacer uso únicamente de la lógica deductiva puede llevar a errores, ya que se deja la observación de casos particulares de lado, para ver si se verifica el razonamiento. Así entonces, Aristóteles se equivocó incluso en el número de dientes que tenían las mujeres, habiéndose podido enterar simplemente observando y contando.
En oposición al formalismo de lo deductivo, Hegel cuestionó el principio del tercero excluido y formuló el principio de la universalidad de la contradicción. Propuso el método analítico para partir de la materia concreta dada para llegar a la forma de abstracciones universales y luego proponer definiciones generales. El análisis deja lo concreto como fundamento y por medio de la abstracción de las particularidades, que aparentan ser inesenciales, pone de relieve lo universal concreto o sea la fuerza de ley general.
En el mismo sentido, el razonamiento inductivo, es el estudio de derivar una generalización o una ley a partir de observaciones. Éste fue posteriormente incluido en el estudio de la lógica, y fue adoptado como el razonamiento básico de la investigación científica, combinándola cuando corresponde con la deducción. Este probablemente es el motivo del éxito y la certeza de los modelos científicos actuales. Es decir, la inclusión del razonamiento inductivo en las ciencias no es menor en nuestras vidas, nos permitió tener el modelo científico actual el cual.
Para descender al terreno práctico, todos entendemos como persona racional o razonable a aquella de buen juicio o sentido común.
Desgraciadamente, no siempre se actúa con racionalidad, y podríamos decir que en algunas ocasiones las conductas son “irracionales” y ninguna completamente “racional”.
Ahora bien, sucede que a los a unos nos parece irracional a otros les parece racional. Esto pasa, sobre todo, cuando observamos las costumbres y usos de otros países con respecto a las nuestras. Entonces podríamos pensar que lo racional depende de los modelos con lo que juzguemos a los otros, parece pues que habría que establecer unos modelos o patrones universales en los que todos los seres humanos estuviéramos de acuerdo, para así poder juzgar si una actuación es o no irracional.